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sábado, 27 abril, 2024
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‘The zone of interest’, de Jonathan Glazer

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Por: ADOLFO NÚÑEZ J. •

La Gualdra 610 / Cine

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En el momento en el que se estrenó Oppenheimer (2023), se cuestionó, tanto por el público como por la crítica, la decisión de Christopher Nolan de no representar la devastación y el horror causados por el lanzamiento de la bomba nuclear en las ciudades de Hiroshima y Nagasaki. El cineasta está más interesado en mostrar las maquinaciones éticas detrás de dicho artefacto y la frialdad con la que obran sus responsables al momento de crear un arma tan mortífera. Una que, ya fuera por arrogancia o por ingenuidad, se hizo con el fin de que cualquier conflicto bélico resultara impensable.

En el caso de The zone of interest (2023) la más reciente película de Jonathan Glazer (Under the Skin, 2014) también hay un acercamiento hacia un suceso cruento y doloroso de la historia humana, sin mostrar en ningún momento la violencia ejercida por sus perpetradores. Mientras que la cinta de Nolan está estructurada como una biopic en el formato clásico de Hollywood (muchos la llamaron propaganda), la de Glazer propone una experiencia mucho más sensorial, contemplativa y distante.

Adaptada de la novela homónima de Martin Amis, la película se centra en la vida del militar Rudolf Höss (Christian Friedel), en compañía de su esposa Hedwig (Sandra Hüller) y sus cinco hijos. Todos viven en una amplia y cómoda casa de campo, con extensos jardines llenos de todo tipo de flores, vegetales y con una piscina en el centro. Junto a este lugar idílico y paradisíaco, separado por unos cuantos metros y por un enorme muro, se encuentra el campo de concentración de Auschwitz, cuya administración está a cargo de Rudolf.

Gran parte del filme se enfoca en el día a día de la familia: Hedwig cuida los jardines, charla con sus amigas y da órdenes a sus empleados, habitantes de ese pueblo. También se prueba ropa y cosméticos que fueron robados a las personas que están encerradas a pocos metros de ella. Rudolf, por su parte, sale todos los días a su trabajo como cualquier padre de familia y a menudo es visitado por diseñadores y arquitectos para hablar sobre algunos proyectos que se deben construir en el campo. Los hijos juegan y se divierten en la piscina, y de vez en cuando se escucha algún grito desesperado a la distancia, o el sonido de un disparo, pero nadie habla de eso.

Evitando los lugares comunes de otras películas relacionadas con el Holocausto, Glazer elabora un detallado cuadro de lo cotidiano, lo banal y lo rutinario frente a los horrores más indecibles, propuesta que se percibe muy en línea con los tiempos actuales. Se trata de un experimento visceral e inmersivo en donde el diseño sonoro, a cargo de Johnnie Burn, sumado al impecable score de Mica Levi, juegan un papel clave.

El director construye un retrato íntimo, casi voyerista, sobre una familia que, como cualquier otra, cuenta con sueños, deseos y aspiraciones. Asimismo, reflexiona sobre el concepto del mal, inherente en la naturaleza humana, pero rara vez identificado de manera autoconsciente. Si Rudolf es incapaz de reconocer los actos que atestigua como atroces, es porque la realidad en la que vive le ha enseñado a mirar siempre hacia el otro lado. Tal vez el aspecto más aterrador de la cinta sea qué tan universal se puede percibir dicha idea. The zone of interest es una inquietante historia de horror donde los verdaderos monstruos son la ignorancia y el olvido.

 

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/lagualdra610

 

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