24.7 C
Zacatecas
sábado, 27 abril, 2024
spot_img

‘Nacieron flores en mi boca cuando olvidé tu nombre’, de Maira Colín*

Más Leídas

- Publicidad -

Por: GUSTAVO IÑIGUEZ •

La Gualdra 610 / Libros / Poesía

- Publicidad -

 

 

Maira Colín nació en la Ciudad de México. Es autora del libro de cuentos para jóvenes Atrapados en la red (Selector, 2010), la novela Salida de emergencia (La cifra, 2016), y los libros de poesía Mentí cuando te dije que seríamos felices para siempre (Bonobos, 2018) e Indóciles (Matrushka, 2020). Actualmente forma parte del Sistema Nacional de Creadores de Arte.

Fanny Enrigue ha escrito: recrear una geografía propia no se limita a mostrar la ordenación de un territorio, el trazo de algunas calles, el trino de algunos pájaros que no se percatan de un cristal y se estrellan. En Nacieron flores en mi boca cuando olvidé tu nombre, de Maira Colín, el acto de dar nombre funge como una suerte de mecanismo de conformación cósmica y de tierna apropiación y , diciendo como Cioran, que “un libro debe hurgar en las heridas […] debe ser un peligro”, así es, en el mejor de los sentidos, leer este poemario, porque la ficción es catártica y esa llaga, lejos de lastimar, se convierte en pregunta, canto y empatía; aunque también, como lectores, nos nacen flores con los versos de esta obra: poderosos, sin tapujos. Porque la palabra que es autopoiesis y también sororidad.

 

Escribo
Escribo con las fauces abiertas
y el deseo en alto.

Escribo ante la imposibilidad
de arrodillarme
y para quienes
creen que lo han perdido todo.

Escribo para acallar un silencio
que al fin puedo nombrar:
violencia.

Escribo quién soy
para no perderme entre los mandatos
de lo que debí haber sido.

 

Balada a la codependencia
Un mar de sábanas blancas
llega hasta la orilla de la cama.

Por un lado, el vacío
y por el otro, las barras
que enmarcan y aprisionan.

Sábanas limpias.
Las almohadas
se acurrucan
una con otra y resplandece
la blancura.

Todo ha sido
amorosamente calibrado.

La cama domina la habitación.

Esto es el escenario para una balada
en honor a la codependencia.

 

Segunda lengua
Creamos un lenguaje
lleno de lugares comunes.

Los días fueron habitados
por la voz del otro.

Así nos mantuvimos
hasta que me nombraste
asfixia
vientre colgado
sobra
bolsa de basura
sobra
de las sobras.

Las palabras rompieron
contra mi cuerpo.

Nunca pensé
que ese idioma
iba a costarme tanto.

 

Miedo al dolor
Temo a la colección de adjetivos
que acompañan el dolor
y al fraude verbal
de las supuestas mejorías.

A pesar de los registros
soy incapaz de hablar de esto.

Cada vez más aislada.
Mi situación me avergüenza.

Temo a las imágenes
repetidas:
el cuerpo
contrahecho
arrastrado a la misma mesa
a la misma noche
al mismo vacío.

Es patético reconocerse
en la tristeza de otras.

Hay una culpa ciega
por no ser suficiente.

Alguien toca la puerta.
Domino la tensión del día.
El dolor de examinar el dolor

y continúo con mi desplome.

 

Iluminación artificial
Las madrugadas
siempre radiantes.

Las calles el pulso muerto
en un monitor.
Llama mi atención una ventana
con la luz apagada.

La oscuridad surge
en medio del concierto
de luces artificiales.
Desde ese hogar
alguien manda
un mensaje al mundo.

Aquel desconocido
aparece en calma
o angustiado en el exilio.
Quizás solo soy yo
en un intento por sobrevivir
a esta noche.

En ningún sitio
encuentro amparo.

 

Las aves de mis manos
Los pájaros me miran
desde sus nidos
detrás del cristal de la ventana.

Aquí dentro
hay aves en las sombras
de mis manos.

Nos hacen compañía
sus aleteos
y sus trinos
llenan el espacio.

Los reflejos confunden
a los pájaros de afuera
como si en mi casa
hubiera aves domésticas
que no sienten miedo
de estar encerradas.

Pasan
por las paredes
se detienen
en cables invisibles.

Un pájaro del mundo
se estrella contra el cristal
y cae al piso
tiembla con sus alas rotas.

En desbandada
los otros pájaros
se alejan.

No hay angustia mayor
que la de un ave que agoniza.

Tomo la muerte entre mis manos.

Mis dedos de ave rozan
el diminuto cadáver
al tiempo que surcan
voraces
los cielos
de las paredes que nos confinan.

 

El fresno
El cuarto de los niños
es una historia bien escrita:
hay un árbol que ocupa
la vista completa
de su ventana.

Las ramas acarician los cristales
como si quisieran convencerlos
de que abran el cerrojo.

Quiero que mis hijos
contemplen el paso
de las estaciones
junto al fresno.

 

Al final
Comprendí
que no hay manera
de dejar una casa:

la intimidad
el polvo
el crujir de las cerraduras
los secretos en la alacena.

Una casa anida en el pecho
se despliega en cualquier lugar.

Se alumbra a voluntad.

Sucedió cuando no pude verlo:

tus palabras dejaron
de ser una herida
y nacieron flores en mi boca
cuando olvidé tu nombre

 

*Espina Dorsal. 2023

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/lagualdra610

- Publicidad -

Noticias Recomendadas

Últimas Noticias

- Publicidad -
- Publicidad -