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sábado, 27 abril, 2024
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De la mortalidad en Zacatecas(1/2)

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Por: JUAN MANUEL PADILLA • admin-zenda • Admin •

Es inevitable que si vivimos habremos de morir, aunque hacemos lo posible, desde siempre, por retrasar este momento. Los cambios en la mortalidad que siguen ocurriendo en el mundo no pretenden lograr la inmortalidad, sino evitar la muerte prematura de lactantes, niños, y adultos jóvenes o de mediana edad. Quizás algunos suspiren por la inmortalidad, pero no es una opción para nosotros. Tal vez todos tengamos nuestra “hora de nacer y la hora de morir”, pero es muy alto el número de muertes que se pueden prevenir y, sin embargo, ocurren antes de esa “hora de morir”.

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En el plano demográfico la mortalidad y la emigración son mecanismos de salida de la población, o sea, la hacen decrecer, mientras la natalidad y la inmigración son de entrada, esto es, la hacen crecer. Así las cosas, este trabajo presenta un panorama general de la mortalidad zacatecana durante los últimos años.

El nivel de mortalidad estatal está aumentando en los últimos 20 años luego de estar disminuyendo desde 1930

El rasgo esencial de la mortalidad en Zacatecas desde 1930  ha sido su disminución constante. Entre 1940 y 1970 fue cuando tuvo el mayor descenso, al pasar su nivel de 28 a 9 por cada mil, a 4.8 en 1990, según cálculos propios con datos del Inegi, y a 5.7 en 2000, a 6.2 en 2010 y a 6.5 en 2013, conforme a las estimaciones del Inegi. Su comportamiento fue, más o menos similar, al nacional, pero, al menos desde el 2000 hemos tenido un nivel superior al mismo, y es que en los últimos 20 años ha estado creciendo en forma moderada, probablemente por nuestra estructura por edad más madura y envejecida, dada la intensa emigración internacional que nos caracteriza, la cual afecta sobre todo a los jóvenes.

En absolutos tendríamos que: en 1940 hubo 13,657 muertos, 9,268 en 1970, en 2000, 8,373 en 2010 y 8,414 en 2013, según el Inegi.

La transición demográfica de Zacatecas empieza hacia 1930, porque es a partir de este año cuando inicia el descenso de la mortalidad. México ya la había comenzado en 1920; recordemos que la primera fase de ese proceso es precisamente la caída de la mortalidad, permaneciendo constante la fecundidad; en una segunda fase, la mortalidad sigue descendiendo pero cada vez menos, también baja la fecundidad, ocurriendo esto entre 1970 y 2000. Y ahora, cuando entramos a la última etapa transitoria, en medio de un proceso de maduración y envejecimiento demográfico, vemos que el nivel de mortalidad crece moderadamente, precisamente por la mayor propensión a morir de la “gente grande”.

Puede afirmarse que hacia 1940 pocas personas en Zacatecas vivían más de 50 años, para luego ver un aumento continuo de la esperanza de vida, a 75.5 años en 2005, y verla caer a 74.8 en 2013, de acuerdo con el Inegi. El descenso de este indicador está asociado al aumento de las defunciones por violencia de jóvenes del sexo masculino.

Morimos más hombres que mujeres

Sabemos que la incidencia de la mortalidad es mayor entre los hombres, por razones voluntarias o involuntarias, esto es, nadie nos obliga a fumar o a tomar más, además de desplegar una actividad física superior. De esta forma, puede señalarse que, para 2010, de 8,373 muertos 4,614 son hombres  y 3,759 mujeres, 55.1 y 44.9% respectivamente, niveles similares a los de 2000, 57.1 y 42.9%. Por grupos de edad y sexo, la apreciación se constata: por ejemplo, entre las edades de 15 a 29 años la diferencia es de tres muertes masculinas por cada una femenina, Incluso, en los grupos de 65 y más años de edad, a pesar de una mayor pobreza y vulnerabilidad las mujeres viven más.

En el plano mundial a menudo se supone que debe de haber mayor volumen de mujeres que de hombres, porque así sucede en Europa y los Estados Unidos, donde en promedio la proporción de mujeres a hombres  está alrededor de 1.05. Pero en el mundo como un todo solo hay 98 mujeres por cada 100 hombres, siendo más crítico este déficit de mujeres en Asia y en el Norte de África (Sen, 2007), para lo cual este autor propone una mayor cobertura y expansión de la educación; la independencia económica, la cual depende de la naturaleza de los derechos de propiedad como de brindarle a las mujeres la oportunidad de conseguir empleos remunerados; y el reconocimiento a las mujeres de sus derechos de propiedad. ■

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