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sábado, 27 abril, 2024
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Edmond Jabés: la escritura como abismo humano limítrofe

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Por: SIGIFREDO ESQUIVEL MARÍN •

La Gualdra 614 / Filosofía

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Ya no recuerdo cómo es que me acerqué hace más de una década a la obra de Edmond Jabés, lo que sí recuerdo bien es que un buen día, también hace una década ya, un querido amigo, Rafael Toriz, me dijo: Te regalo este libro que sé bien que te va a encantar por si no lo has leído. Era El libro de las preguntas (Madrid, 1991) en una bella edición de pasta dura de la editorial Siruela. Desde entonces no he dejado de leer y de releer, una y otra vez, la obra absolutamente singular e inclasificable del poeta egipcio naturalizado francés en 1967 después de haberse exiliado tras la expulsión judía en Egipto en 1956. Se instala en París y es próximo a la escena surrealista sin formar parte de la misma.

Grandes pensadores como Maurice Blanchot, Emmanuel Levinas y Jacques Derrida le han dedicado importantes ensayos y su obra quedará marcada por su diálogo intertextual con el egipcio. Su influencia resulta decisiva en el pensamiento contemporáneo francés y su presencia ha ido creciendo en importantes círculos literarios, artísticos e intelectuales de todo el mundo. Su obra como diría otro gran pensador como Bachelard, quien admiraba su trabajo, gira en torno a ciertos temas y problemas recurrentes a lo largo de su vida a partir de la relación compleja entre hombre, Dios, la muerte, la vida, la soledad, el libro y la palabra. Siempre desde una lectura subversiva, para utilizar un término muy apreciado en su obra, de las tradiciones judeocristianas y en particular de la Cábala judía. Si Fernando Pessoa despliega un drama en gente de una multiplicidad de personas bajo la dramaturgia de sus heterónimos, Jabés por medio de sus rabinos reales-imaginarios pone en escena, al igual que otrora Kierkegaard y Kafka, el drama del hombre moderno abandonado por Dios. El eclipse de lo sacro en la modernidad es tema y problema de fondo del poeta pensador que hace de la escritura un ejercicio riguroso y creativo para desplegar una meditación limítrofe sobre nuestra humanidad errante abismada en los márgenes de lo sagrado.

Al igual que introdujera a Cioran en México, Esther Seligson nos acercó a principios de los noventa del siglo pasado a la obra jabesiana en la destacada revista Fractal. La escritura en Jabés, según Seligson, es un medio y un fin para entablar un diálogo y un litigio entre hombre, Dios y mundo. Lejos de la deconstrucción o de alguna hermenéutica literaria o filosófica, la escritura representa la materialización del riesgo, entendido éste como un espacio de confrontación, resistencia y plegaria del hombre ante Dios. Cada palabra, cada frase, cada sentencia, oscila entre el aforismo y el poema elíptico y adquiere una densidad expresiva aquilatada en una hiperlucidez extrema donde el lector tiene que regresar al texto para poder captar un sentido múltiple y, a la vez, absolutamente singular. He aquí algunas citas, casi al azar, para acercarnos a una obra enigmática, translúcida y sapiencial. Pues en última instancia Jabés constituye una llave de los arcontes universales de sabiduría eterna:

 

Dios es una palabra sin fin.
Frente al hombre está el hombre.
Frente a Dios no hay nada.
Nunca es la respuesta, sino la pregunta, la que incendia el edificio.
Soy hombre de escritura. El texto es mi silencio y mi grito. Mi pensamiento avanza soportado por el vocablo, movido por el ritmo de lo escrito. Ahí donde pierde el aliento, me derrumbo.
Que tu memoria sea mi morada.
Inconmensurable es la hospitalidad del libro.

 

Podríamos citar, glosar y gozar más y más fragmentos de la obra luminosa del amigo cercano de este otro gran poeta, Max Jacob, pero tendríamos que referenciar toda su obra. Y es que el Libro de las Preguntas y el Libro las Semejanzas, entre otros, prolongan y prologan las obras maestras de la humanidad como El Libro de Job, El Tao, El Zaratustra de Nietzsche, El matrimonio del cielo y del infierno de Blake, entre otras grandes obras universales. La obra de Jabés, una y múltiple, siempre pone a girar nuestras mentes adormecidas, es un despertar y una extraña iluminación, no sin penumbra, que nos invita a pensar, sentir y ser de otra manera in-acontecida. De inusitada vigencia, en pleno siglo XXI su lectura sigue siendo un potente faro para atisbar el horizonte sin renunciar a una palabra esperanzadora.

 

 

 

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/lagualdra614

 

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