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lunes, 6 mayo, 2024
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El rock de la fortuna

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Por: EDUARDO CAMPECH MIRANDA* •

La Gualdra 605 / José Agustín / In Memoriam

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Por aquel entonces, me refiero a 1990-1991 aproximadamente, recién había descubierto los placeres de las lecturas. En ese incipiente camino, y sin idea de a quién dirigirme para una orientación, deambulaba los fines de semana por la ciudad que se convertiría en mi hogar en los próximos años. Una trayectoria regular sabatina era cruzar el edificio de la Plaza Juárez, ingresando por la avenida del mismo nombre para salir por el jardín homónimo (el benemérito de los lugares públicos). Justo en ese acceso, a mano derecha, se encontraba un establecimiento que vendía periódicos y revistas, además -en menor medida- libros. Me gustaba ese sitio porque no me ahogaba en un mar bibliográfico como me sucedía en la biblioteca pública o librerías.

En una de esas visitas un ejemplar con colores rosa y verde en su portada llamó mi atención. El título lo hizo más atractivo: El rock de la cárcel. Al lado había otro título: ¡Ahí viene la plaga! Adquirí ambos. Disfruté más el primero, una autobiografía, cuyo precio fue de $16,900. Fue un espejo en el que se reflejaban mis anhelos juveniles y de aventuras, narraba acontecimientos que me hubieran gustado vivir y lo hacía con un lenguaje cercano al mío. Era una conversación entre amigos. Fue una hipotética guía lectora para mi nulo acervo referencial de literatura. Subrayaba los libros y autores que se mencionaban en la obra:

 

También leía muchísimo: primero los libros que compraban mis hermanos: Juan Cristóbal, Rojo y Negro, Crimen y castigo, cuentos de Poe, de Gogol y de Maupassant, Ana Karenina, Tonio Kröger, mucho Sartre, Hesse y Camus.

[…]Pero los libros que en verdad me marcaron fueron Lolita, de Nabokov, Tierna es la noche, de Scott Fitzgerald, La cantante calva, de Ionesco, y La iliada, La odisea y La eneida.

 

En esas páginas perdí la inocencia (más no la virginidad). Tiempo después compré dos títulos más del mismo autor. Nunca los leí: La tumba, y Se está haciendo tarde. El primero tiene una maldición: cada que lo obtengo (por adquisición, obsequio o resguardo), lo presto y nunca vuelve. La maldición es para mí, porque -supongo- para quienes no lo devolvieron se tornó en una lectura entrañable.

Algunos años después compré Tragicomedia mexicana, tomos 1 y 2. En la librería Andrea el autor los presentó. Aproveché para solicitarle me los dedicara. Estos libros han sido causas de un par de noches sin dormir derivadas de la lectura. Nunca como entonces había disfrutado la historia de México.

Al momento de recuperar estos recuerdos no tengo duda de que fui afortunado de encontrarme libros de José Agustín en el comienzo de mi biobliografía. Qué mejor maestro para la iniciación en estos ámbitos, para hacer propia -en aquellas cortas noches- de lo que experimentó Bastian Bux al encontrar aquel libro. Qué afortunado fui de leer en mi juventud a José Agustín.

*

  1. Mediador de lectura.

 

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra_605

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