Recientemente me permití compartir en estas páginas algunas reflexiones sobre el último libro del hoy ausente diplomático Henry Kissinger, titulado Liderazgo. Seis estudios sobre estrategia mundial. El controvertido político e intelectual norteamericano, repasó seis perfiles a los que ya nos hemos referido en estas páginas. Sin embargo, hay un punto en el que no reparé en mi lectura y posterior reflexión aquí mismo compartida: la importancia que Kissinger dio al papel de la literatura en la formación de dichos líderes, que, sin duda, transformaron su época y el mundo en sí.
Comparto el análisis que al respecto publicó Raudel Ávila Solís en Letras Libres titulado Henry Kissinger: Lector, estratega y celebridad: “Esta obra de Kissinger no aporta información nueva o desconocida sobre ninguno de estos personajes. Su mérito reside en otra parte. En la conclusión del libro, después de la reconstrucción de la trayectoria política de cada estadista, Kissinger se pregunta cómo se formaron. Cómo desarrollaron esa visión de Estado, ese sentido político que trasciende la coyuntura. La respuesta es asombrosa por simple: leyendo. Todos ellos eran grandes lectores, con capacidad de concentración en grandes libros de historia, literatura y filosofía. No las novelas de aeropuerto de las autoras contemporáneas, ni los libros de coyuntura política de los analistas de moda. No, se refiere a las grandes obras de la literatura y el pensamiento universal. Hombres y mujeres con capacidad de abstracción y perspectiva histórica, eso que no permite la inmediatez de nuestra época. Tan diferentes como fueron entre ellos, todos venían de una clase media lectora. Una conciencia del pasado, presente y futuro que no puede construirse en las redes sociales. La preocupación de Kissinger se resume más o menos en que nuestra época, sustentada en las redes sociales, “está llena de influencers, pero no tiene líderes.” Y sin líderes, sin gente capaz de ver más allá de lo inmediato o reaccionar con mayor detenimiento y reflexión ante el peligro, la humanidad no podrá enfrentar los riesgos de extinción que se ciernen sobre ella. La prudencia es resultado de la reflexión.”
Qué duda cabe. El vacío que nuestra cultura política enfrenta no es el de la libertad, sino el de la cultura misma, ante la posibilidad de la inmediatez, del pragmatismo y las oportunidades para la vanidad. El fondo se perdió a favor de la forma. No es fatalismo, es llamado a la reflexión.
Cierro, abusando de las citas en este penúltimo artículo del año, con el propio Kissinger al respecto en el ya citado texto: “A quienes les interesa la política, la alfabetización profunda les proporciona la cualidad que Max Weber denominó “proporción”, o “la capacidad de permitir que la realidad te afecte mientras mantienes la calma interior y la compostura”. La lectura intensa puede ayudar a los líderes a desarrollar la distancia mental, respecto de los estímulos externos y las personalidades, que mantiene el sentido de la proporción. Cuando se combina con la reflexión y el entrenamiento de la memoria, proporciona además un almacén de conocimiento detallado y minucioso a partir del cual los líderes pueden razonar mediante analogías. En un sentido más profundo, los libros presentan una realidad que es razonable,
secuencial y ordenada, una que puede dominarse, o al menos gestionarse, mediante la reflexión y la planificación. (…) Por último, leer es una fuente de inspiración. Los libros recogen las hazañas de líderes que en su momento fueron muy audaces, así como, a modo de advertencia, las de aquellos que osaron demasiado.”
Esperando que el tiempo le sobre para la lectura, le reitero la recomendación.
Posdata: que en todo tiempo los días traigan a su vida y la de sus seres queridos salud, paz y pan, y que, en general, la compasión sea una expresión que se quede con usted, para usted y con el resto de nuestros semejantes, es mi deseo en estas navidades ¡Felices fiestas!
@CarlosETorres_
