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viernes, 17 mayo, 2024
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El diablo y sus detalles, diálogo inmoral en El retrato de Dorian Gray, de Oscar Wilde [Parte 3]

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Por: DANIEL SIBAJA* •

La Gualdra 599 / Libros / Literatura

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…tú mismo sentirás, creo, en tu corazón, que escribirme cuando me consumo en la soledad de la vida, privarme yo mismo de la libertad es mejor que publicar mis cartas sin mi permiso, o dedicarme poemas sin consultar, aunque el mundo no haya de saber nada de las palabras de dolor o de pasión, de remordimiento o indiferencia…
Oscar Wilde, marzo de 1897, De Profundis

 

DS (—No se parece en nada al sutil escándalo de una publicación —dijo el joven Ermitaño. / — No sucede comúnmente —contestó el señor R.— que los escándalos de la vida real sean como tus libros de ficción, que nos curan por su cocida verdad, su construcción del sentido, su completa coherencia y sus tan variadas formas de presentarse. A ti te sorprende el efecto de esa clase de vulgaridad. Pero a nadie impresiona esa suciedad visible y preferimos rendirnos contra ello. Muchas veces, además, se cruzan en nuestra vida muchas otras tragedias. […] Lentamente, nos desconocemos como los actores principales, además de evitar ser los espectadores de tu propia conmiseración. O, peor aún, aguantarte una sola cosa en su prolongado corto tiempo. No nos vemos a nosotros mismos y el complejo rechazo del escándalo no es suficiente para descontrolarnos. […] No se debe confundir lo gris de la Muerte, debes guardarlo en tu memoria, hacia el olvido, pues el diablo está en los detalles. Y eso, se piensa, no es lo más vulgar, aunque todos los somos de cierta manera. /—Tendré que intentarlo y podar los bonsáis de mi jardín).

OW [—Tiene toda la terrible belleza de una tragedia griega —dijo el joven Dorian. /— Sucede con frecuencia —contestó lord Henry—, que las tragedias de la vida real son tan antiartísticas, que nos hieren por su cruda violencia, su absurda falta de sentido, su completa incoherencia y su absoluta carencia de estilo. Nos afectan como cualquier vulgaridad. Nos dan una impresión de pura fuerza bruta y nos rebelamos contra ella. A veces, sin embargo, se cruza en nuestra vida una tragedia. (…) Súbitamente, nos encontramos con que ya no somos actores, sino espectadores del drama. O, mejor aún, ambas cosas a la vez. Nos observamos a nosotros mismos y la simple admiración del espectáculo basta para dominarnos. (…) Se debe asimilar el color de la vida, pero nunca recordar sus detalles. Los detalles son siempre vulgares. / —Tendré que sembrar amapolas en mi jardín].

Escribir ayuda a enfrentarme a mí mismo. Lo tengo presente ahora, la ficción es un amor al ego bastante pesado, y el narcicismo nos ataca cuando menos te lo esperas. Creo que muchos tenemos desvíos en nuestra realidad. La mía o la suya, pregúntese, ¿yacen cerca, o qué tan lejos, de lo vulgar? Creo que todos corremos el peligro de perder el juicio. Tenemos que pasar por ello. Dorian Gray no es el retrato de la eterna juventud, es la pintura al óleo de la Estupidez Humana. Esa misma que hace perdernos en el camino. No tengo que dar más explicaciones, y usted, tampoco. Ya estoy cansado de juzgar a los de mí alrededor. Estoy cansado de juzgarme. Cuando miro en la solapa la fotografía de Oscar Wilde, me pregunto cómo habrá superado ese miedo a escribir, a aceptarse a sí mismo con todos sus errores, ese miedo a ser juzgado (como lo siento yo ahora mismo al estar tecleando). Mi falta de juicio me llevó a perder relaciones y a cometer actos vergonzosos y funestos, como el robo de una braga interior, o como el llegar a contratar servicios sexuales sin límites. En 1895, Wilde fue condenado a dos años de trabajos forzados por su homosexualidad, considerada una «aberración» para la sociedad victoriana y una «indecencia grave» para la ley. La segunda cosa es que: yo no soy Oscar Wilde ni podré compararme con ningún perfil autoral clásico, ni con nadie más. Éste es un combate mío. De nadie más. ¿Hacia dónde voy? Lo tengo muy bien trazado, a ayudar a esas personas tan ciegas como yo lo estuve. Hoy, sí… Voy hacia mí. Escríbame, si así lo desea, al siguiente correo electrónico: [email protected], con gusto les leeré.

 

*Mérida, Yucatán (1997).

 

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/lagualdra599

 

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