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miércoles, 8 mayo, 2024
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Un Poder Judicial putrefacto, agotado y en crisis

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Por: BENJAMÍN MOCTEZUMA LONGORIA •

Terrible: realmente reclaman “el derecho a corromperse”, aunque no lo digan así. No hay duda, el modelo del Poder Judicial, con la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) en su cúspide, vive un agotamiento que estalla en crisis en el momento en que más lo necesitan los poderosos, ha dado la espalda a los que menos tienen. Para cumplir ese propósito clasista, no ha dudado atentar contra la autonomía del Ejecutivo y el Legislativo. Su entender y ejercer las leyes es anquilosado, arrogante, se maneja como absoluto y por encima de la sociedad, cuando es creación de una sociedad que se transforma constantemente.

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Parafraseando a Carlos Monsiváis; el presidente de México dice que “la única doctrina del conservadurismo es la hipocresía”. Habría que matizar que nuestra derecha (expresión política del conservadurismo) tiene un hábito acentuado de acusar a otros lo que hace ella. Por ejemplo: miente, traiciona, roba, es corrupta, entrega a la patria, genera pobreza extrema, violencia, tráfico de influencia, resbala en conflictos de intereses, violenta el Estado de Derecho, actuar con antidemocracia, con la compra de votos, presiona, reprime la libertad de expresión y de manifestación, hacer uso del amiguismo, el compadrazgo, el partidismo, la exclusión y la persecución, entre otras arcaicas conductas que atribuye a quienes luchan por el destierro de estas.

Pareciera exagerado. Pero, no lo es. La derecha y, con ella, la SCJN tienen una concepción corrupta del Estado de Derecho, cuyos fundamentos sociológicos y filosóficos conviene dilucidar en otro momento. Esa concepción corrupta no ocupa razonamiento lógico porque, en la mayoría de sus poseedores, se ha enquistado en ellos a partir de la práctica profesional. En otros es simple oportunismo; es decir, corrupción pragmática, vil y cínica.

No se puede señalar a todos. ¿A quién excluir? No sé. Pero, la mayoría de los ministros de la Suprema Corte de Justicia, magistrados y jueces pueden clasificarse como ese segmento del Poder Judicial que encajan entre los corruptos pragmáticos, viles y cínicos. Se trata de personas “ilustradas”, cuando menos, en el teje y maneje de las leyes. No son moralmente inocentes. Esa “ilustración” permite entender que un poderoso como Salinas Pliego está en enorme ventaja frente a cualesquiera de sus trabajadores, o consumidores, por el hecho de tener en sus manos uno de los monopolios de la comunicación, tener un séquito de abogados y el dinero suficiente para pagar impunidad.

La actuación corrupta de ministros, magistrados, jueces y fiscales (éstos de los ejecutivos estatales) son observados por millones de mexicanos en un momento histórico en que ya resulta muy difícil ocultar información y actuaciones judiciales. La liberación de delincuentes emblemáticos, la exoneración de delito al crimen de cuello blanco, la impunidad a la delincuencia por el ejercicio neoliberal de una economía basada en las actividades ilícitas y el tráfico de influencias, ya no pueden ocultarse y justificarse ante una sociedad que evoluciona y cobra conciencia.

Quienes han seguido mis artículos anteriores, a propósito de lo que he denominado El Genoma Criminal del Neoliberalismo, corroborarán mi tesis de que el patrón de crecimiento neoliberal, que se implantó en nuestras naciones subdesarrolladas para fortalecer las economías imperiales, ha hecho de la corrupción una herramienta que está emparentada con el crimen organizado internacional a partir de las actividades económicas ilícitas, entre las que están narcotráfico, trata de blancas, tráfico de órganos, huachicol, venta de medicamentos, otras actividades y el pago de “favores” a políticos, jueces, magistrados y ministros para facilitar el proceso de privatización, uno de los medios de transferir riqueza de México a la empresa extranjera. Neocolonialismo puro.

Si nos estamos quejando de la inseguridad cobremos conciencia, y actuemos en consecuencia, contra quienes dan protección a la delincuencia de cuello blanco y al crimen organizado. Ambos son parte de la cadena de la criminalidad que debe ser desterrada. No es suficiente con poner a las fuerzas del orden público en las calles. Es importante detener el ascenso de los corruptos, vendepatrias, voceros y defensores de la privatización y promotores de actividades ilícitas. Todo eso es parte de la red organizativa de un modelo social putrefacto cuyos resultados los vemos no sólo con pobreza extrema, también con violencia y el dolor del pueblo mexicano.

La derecha no logra entender, menos acepta, que la transformación de México es real y profunda. Al esfuerzo institucional de nuestro presidente, hay una nueva conciencia social. AMLO le llama “la revolución de las conciencias” y eso llevará, ahora o después, inmisericordemente a un cambio de raíz al modelo del Poder Judicial. Lo que actualmente observamos sólo es la expresión del agotamiento y crisis de un poder judicial que ya no puede avanzar más, ni siquiera por la vía autoritaria, la mentira y el apoyo de los poderes fácticos prevalecientes.

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