El fracaso de las políticas públicas para enfrentar los retos que impone la globalización provoca la necesidad de buscar nuevos horizontes para diseñar las políticas. Son dos los rasgos del diagnóstico del fracaso mencionado: (uno) es la constatación del fenómeno de la persistencia tanto en las brechas de pobreza y desigualdad, como en la incapacidad de las instituciones para reducirlas, así como la baja intervención de la sociedad en lo mismo. Y (dos) se localiza como causa de fracaso el tipo de diseño de políticas: por sectores y lógicas de acción lineal, que son producto de uso de conceptos acotados a un campo de la vida social propio de la departamentalización de la realidad de la que parten. Estos dos fenómenos están acompañados por la situación histórica concreta del presente: los efectos fragmentadores de la sociedad por la evaporación del Estado-nación como resultado de la globalización y el ocaso del Estado de Bienestar como efecto de la implementación de las políticas neoliberales a partir de los años 80. Pues bien, los dos fenómenos más la circunstancia aquí descrita, hacen emerger un nuevo concepto que pretende ofrecer una respuesta a estos retos: la Cohesión Social (CS). La Cepal entiende a la CS, como “la dialéctica entre mecanismos instituidos de inclusión y exclusión sociales y las respuestas, percepciones y disposiciones de la ciudadanía frente al modo en que estos operan”.
Acercarse a la realidad significa reconocer el reto más importante que ahora mismo ofrece: la formación de esclusas sociales (como cajones separadores) que se convierten en causas de la persistencia de los males del desarrollo: pobreza, desigualdad, déficit democrático y fragmentación social; que son justamente los componentes del concepto de CS. Estos son los motivos por los cuales hoy vivimos la emergencia del Concepto de Cohesión Social. Por ello, hace unas pocas semanas, el Coneval ha elaborado un documento que tenía pendiente desde hace años: un estudio sobre la cohesión social en México. Y lo hace para mostrar la necesidad de usar a la Cohesión Social como forma de diseño de las políticas de los gobiernos; en otras palabras, se concluye: la desigualdad se estudia y se cura con cohesión social.
Por ello, insistimos: el fracaso de las políticas púbicas se debe, en mucho, a la fragmentación de la acción gubernativa que se manifiesta en la desarticulación de la actividad del Estado y de la estructura de la administración pública, y como lo expresa Luis Aguilar: “La fragmentación representa uno de los impedimentos más graves para que el Estado demuestre que es una organización de utilidad social fundamental (…) pues numerosos problemas quedan irresueltos si el gobierno no los aborda de manera integrada”.
Ahí están las claves para que los candidatos, ahora mismo, no hagan promesas demagógicas, y atiendan a las rutas que sí tienen mayores posibilidades de arrojar impactos positivos, aquellas que fundan sus pretensiones en la disminución de la desigualdad con estrategias de Cohesión Social. Sin embargo, no estamos optimistas, porque vemos una multitud de candidatos absolutamente improvisados y sin saber cómo se resuelven problemas tan complejos como la desigualdad. Estamos ante un enjambre desorientado.
