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viernes, 26 abril, 2024
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Falsificadores y piratas al poder

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Por: LUCÍA MEDINA SUÁREZ DEL REAL •

Tan acostumbrados estamos a la corrupción, a saber que el presidente de la República tiene una casa que no podía haber adquirido con sus ingresos, que cuando el equipo de Carmen Aristegui dio a conocer que Enrique Peña Nieto había plagiado su tesis de licenciatura a muchos les pareció una banalidad.

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Que se descubriera que el entonces candidato, y hoy actual gobernador del estado plagiaba los artículos de opinión que publicaba en este y otros medios, no le hizo perder la elección. Bastaron unos días de efervescencia, una disculpa pública y admitir que no era el autor de los textos que firmaba, para dejar que el tema se apagara con el tiempo.

En 1994, una investigación de Jessica Kreimerman en el periódico Reforma desnudó que Fausto Alzati, entonces secretario de Educación Pública ostentaba un falso título de doctorado, y posteriormente se supo que tampoco eran válidas sus acreditaciones de maestría y licenciatura. Para entonces, esto parecía tener importancia y a Alzati se le acabó la carrera, a tal grado que en 2015 solicitaba trabajo “de lo que sea”.

No hace mucho, dos candidatos a fiscales anticorrupción fueron descartados del proceso de selección por haberse descubierto que habían copiado los ensayos que presentaron en la postulación. Claramente ninguno de ellos tenía un padrinazgo político importante, porque entonces podrían haber librado el desprestigio, como lo han hecho otros en su circunstancia.

Pero ser descubierto por un acto de deshonestidad de tal magnitud no para todos significa la muerte política o profesional.

Paloma Merodio es hoy la vicepresidente del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) gracias a que fue ratificada por el Senado de la República pese a que varias organizaciones sociales hicieron fuertes cuestionamientos de su currículum.

De acuerdo a la información difundida, entre los requisitos que debería cubrir quien ocupara el cargo que ya fue asignado a Merodio, están el ser un profesional distinguido, lo cual es fácil de poner en duda en el caso en cuestión pues, aunque ella presume ser profesora del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), se sabe que ha dado algunas clases, pero nunca ha sido profesora fija.

Algo similar ocurrió con la asignatura de Macroeconomía que Merodio asegura haber impartido en Harvard, aunque se sabe que solamente fue asistente del profesor titular.

Tampoco se tiene noticia de que Merodio sea una académica investigadora,  o que cumpla con los cinco años de experiencia en cargos de alto nivel que marca la ley para postularse al cargo, pues sólo estuvo durante un año y cuatro meses al frente de la Evaluación y Monitoreo de los Programas Sociales en la Secretaría de Desarrollo Social.

En respuesta a todas estas acusaciones miembros de la comunidad del ITAM rechazaron la vinculación de esta institución con Paloma Merodio Gómez y desaprobaron, su designación  como vicepresidenta de la Junta de Gobierno del Inegi.

Así lo hicieron también alumnos y exalumnos mexicanos de la Universidad de Harvard donde supuestamente Merodio Gómez daba clases.

Los plagios en la tesis del presidente o de los artículos del gobernador, son preocupantes porque son la evidencia de una incapacidad de pensar con criterio propio.

Si bien nadie espera que lo sepan todo, y es normal y hasta deseable que continuamente consulten asesores especializados, también es necesario que quien gobierne tenga la capacidad de pensar por sí mismo, y sobre todo, que tengan la honestidad para hacerse cargo de lo que dice y lo que firma.

Pero en un país donde las tesis, los artículos, los ensayos y los títulos académicos no significan  certezas,  adquieren más importancia la información, los datos precisos y las estadísticas, pues sirven lo mismo para la más modesta investigación académica que para la instauración de las más grandes políticas públicas.

Por ello preocupa que en una institución como el Inegi consigue incrustarse alguien como Paloma Merodio, no solo por la vulneración a la credibilidad de este organismo, sino porque podría suponerse que si a pesar de su desprestigio logró llegar al cargo, es porque la respalda un poder capaz de pasar por alto todas las dudas al respecto de su designación, en aras de tener el control de una institución fundamental en los tiempos en los que el poder tiene como principal ingrediente la información. ■

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