19.2 C
Zacatecas
viernes, 26 abril, 2024
spot_img

En casa la lección es López Velarde

Más Leídas

- Publicidad -

Por: Edgar A. G. Encina •

La Gualdra 250 / Literatura / RLV

- Publicidad -

En casa vive Ramón López Velarde. Antes lo tenía a mi izquierda, ahora está en frente. Es lo que me dejó el abuelo, un ovalado dibujo a lápiz del poeta firmado por R. Reveles F., en 1971. De 75 x 55 cm., el marco recién se lo cambié por uno negro y decidí ponerlo de frente a mí, de frente a todo el departamento. Todas las mañanas que voy a la computadora o todas las tardes y noches que voy a leer está ahí; me ve dando traspiés con mis palabras y me observa gozando lecturas y películas. En casa vive López Velarde, departe con la familia y las visitas; su opinión revela el tiempo con su figura inamovible, siempre elegante, siempre fijo. En casa vive Velarde, su presencia es inagotable, siempre da algo en qué fijar el tema o la pluma o la lección.

Por ejemplo, esta semana se atravesaron dos imágenes y una lección. La primera imagen, son algunos versos. La segunda imagen, es su propio retrato. La lección, son la poesía y el trabajo literario, ejercido sobre y a pesar de todo. Por ejemplo, de los versos llega un fragmento de «Para el zenzontle impávido»:

 

He vuelto a media noche a mi casa, y un canto

como vena de agua que solloza, me acoge…

Es el músico célibe, es el solista dócil

y experto, es el zenzontle que mece los cansancios

seniles y la incauta ilusión con que sueñan

las damitas…

 

De su retrato tengo las infinitas posibilidades iconográficas. Si bien, los zacatecanos y sus lectores le reconocen a la primera, su figurilla no lo es tan así en otros orbes. ¿Cuál es el rostro del «padre soltero de la poesía mexicana», como le llamara Hugo Gutiérrez Vega? Hemos leído que le gustaba vestir de impecable e invariable negro, fino negro; que en momentos de festejo parecía llevar la levita del cura de pueblo; que su rostro era alargado de impecable peinado y tenue bigotillo, como el de los chicos preparatorianos que apenas peinan pelos, y que ahora descansa en una banquilla dorada en Plaza de Armas. Más que el retrato de Velarde, estamos frente al ícono, la efigie del escritor mexicano.

De la lección esta la impecable postura del ser y la violencia, ante la violencia. Ése que fuera con sombrero de bombín y que vemos sentado recordando un verso o las predicciones fatídicas de la gitana, nos aleccionó. Mientras cañones y balas retumbaban y pasaban rozando, el poeta continúo con su escritura; puro e incorrupto, su respuesta ante la violencia fue la enmascarada del deseo y la perpetuidad de la memoria; el juego del símbolo y del recado, aunque luego los propios revolucionarios le haya jugado traición. ¡Oh, caballero que has escrito “La derrota de la palabra”, dinos una última amonestación!

La palabra, que en la niñez del mundo se plegó tan mansamente a traducir la vibración de los hijos de Adán, parece haber imitado el empleo de esas señoritas que, sumisas y blandas en el noviazgo, después de firmadas las actas se camban en epidemia o en ley marcial. No hay quien no conozca a más de algún marido golpeado. Y si la palabra es la mujer del literato, yo os aseguro que a casi todos nuestros literatos los golpean sus mujeres.

- Publicidad -

Noticias Recomendadas

Últimas Noticias

- Publicidad -
- Publicidad -