Para Alberto Huerta
He aquí la academia del placer
la catedral del cachondeo y la
concupiscencia
para ingresar a ella no se requiera pasaporte o contraseña
se puede transitar en la brevedad de este edén con lubricidad total
moverse al ritmo que estremece el cortinaje de la tarde
que prismatiza la astillas del cristal
no prestes atención al tráfago urbano
ni al acre aroma oleaginoso
identifícate en esa jaula de secrecía monacal
en sus muros astrosos y pintura desconchada
entrégate al devaneo del goce
olvida señales y los claveles que se marchitan
en la botella de cerveza
siente la tibieza de sus manos
descubre los signo de su piel
explora los recovecos del gemido
toca la música secreta en ese trasero ideal
la melodía de los resortes
el danzoneo de la carne
bébela como agua fresca en la
canícula
navégala como ola salvaje
cierra los ojos déjate llevar
en la balsa tempestuosa de su cuerpo
no te preocupes por tu huella en las dunas
descubre tu nombre en la voz de su cantata febril
sumérgete en la sensación primigenia
recupera el paraíso miltoniano
después del ceremonial amatorio
retorna a la errancia y la extranjería cafetera
que es uno de tus signos de identidad tu territorio
dominado por luna, estrellas y
constelaciones propias
recuerda entre sorbo y sorbo
la urdimbre que une los hilos de
hombre y mujer
el aceite testimonial de esa hora
la sombra de su cuerpo que magnifica su desnudez.
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