Gracias a malas decisiones de los gobiernos mexicanos en las dos últimas décadas, el fenómeno del crimen organizado se ha convertido en un monstruo imparable que amenaza con desintegrar no sólo al Estado, sino a sectores importantes de la sociedad. Ahora mismo los capos mexicanos conducen organizaciones que se mueven no sólo en Sinaloa o Michoacán, sino en Singapur y Australia. Las cadenas de comercio de las drogas se han globalizado y las cifras de sus utilidades no son grandes, sino gigantescas: un sólo cargamento de barco de coca colocado en Asia-Pacífico puede llegar a costar 9 mil millones de pesos. Los cálculos de los expertos de los montos económicos de estas organizaciones, muestran que su poder corruptor es imparable. Por ello, las estrategias basadas en militarizar policías locales son absolutamente risibles: un mero intento de salir del paso de los gobernantes en turno para aparentar que algo hacen en el tema de la seguridad, pero que sin embargo, saben claramente que dichas acciones no tendrán ningún efecto. Finalmente, los políticos del turno sólo esperan pasar su periodo y heredar el problema al sucesor. Así las cosas, el crimen avanza y el Estado actúa como suspendido. Entonces, ante el avance de la mancha del mal absoluto que representa el dominio de los criminales sobre los territorios en el país, la pregunta es, ¿hay solución a este profundo problema?
La cosa se observa muy compleja, sin embargo hay propuestas que apuntan a una luz. La legalización de la droga es una de ellas: si se legaliza la droga, todo el trasiego ilegal se acaba, y las bandas armadas para hacer posible dicha circulación ya no tienen sentido. Incluso, este comercio puede ser motivo de ingresos importantes para el Estado por la vía fiscal con el gravamen de las operaciones comerciales de los enervantes; con los cuales se pueden financiar importantes proyectos de desarrollo social. Lo cual significa que no se debe pensar únicamente en legalizar la marihuana, sino otras drogas de mayor impacto económico, sobre todo la cocaína. El mercado de las drogas económicamente más lucrativo es el comercio de cocaína, la droga del hiperactivo mundo moderno. Incluso las declaraciones de Catalina Soto y Osorio Chong, apuntan hacia allá.
Las organizaciones criminales tienen su base económica en el comercio de la droga, pero no es esa la única actividad a la que se dedican. Hay tráfico de personas, secuestros, apropiación de la renta pública, extorsión, pornografía infantil, y demás lindezas del infierno. Para lo cual, no basta la legalización de las drogas. Por ello, se requiere que se emprenden estrategia basadas en la inteligencia: controles patrimoniales, intervenciones bancarias (las rutas del dinero), cooperación con otros países, etcétera. Sin embargo, la medida más importante es el rescate del Estado de las manos de los poderes fácticos por parte de la sociedad. Cada espacio ganado por estos poderes, estará cargado de posibilidades de operación del crimen organizado. Así las cosas, las soluciones legislativas, políticas y de inteligencia, son más efectivas que las “soluciones” militares de los gobiernos actuales.
