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jueves, 9 mayo, 2024
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Juste la fin du monde, de Xavier Dolan: un huis clos familiar desestabilizante

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Por: LLUNA LLECHA • admin-zenda • Admin •

■ Silencios, un recurso importante en la cinta; personajes son incapaces de mostrar sus sentimientos

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■ La sexta película del realizador quebequés compite por la Palma de Oro en la 69 edición del festival

Xavier Dolan regresa a Cannes con Juste la fin du monde, en competición oficial para la Palma de Oro de esta 69 edición del Festival. Se trata de la sexta película del realizador quebequés y de la cuarta que presenta en Cannes. Dolan, calificado por algunos críticos como “niño prodigio” del séptimo arte, presentaba su primera película, J’ai tué ma mère, a los 19 años y desde entonces no ha dejado de producir, a pesar de anunciar en 2014 que quería alejarse del cine por un tiempo.

Tras J’ai tué ma mère, Les amours imaginaires, Laurence Anyways, Tom a la ferme y Mommy (premio del Jurado en Cannes 2014), Dolan adapta en esta ocasión la obra de teatro homónima del actor, director y dramaturgo francés Jean-Luc Lagarce, autor contemporáneo más representado en la escena francesa.

Para este huis clos, se ha rodeado de cinco actores franceses de fama internacional: Gaspard Ulliel, Nathalie Baye, Léa Seydoux, Vincent Cassel y Marion Cotillard, que llevan todo el peso de la cinta en un espacio reducido y cerrado: el de la casa familiar del cual apenas nos evadimos a través de los recuerdos del protagonista. La trama de la cinta es muy simple: después de doce años de ausencia, Louis (Gaspard Ulliel), un escritor famoso, regresa a su pueblo natal para anunciar a su madre (Nathalie Baye), a su hermana pequeña (Lea Seydoux), a su hermano mayor (Vincent Cassel) y a su cuñada (Marion Cotillard) que está enfermo y que pronto morirá. Vive entonces un reencuentro con su entorno familiar, un reencuentro teñido de discusiones familiares y de rencores que delatan los temores y la soledad de estos seres, a la vez que muestra la complejidad de la comunicación en una familia en la que reina la incomprensión.

Los personajes son incapaces de expresar sus sentimientos, sus emociones, de allí la importancia de los silencios, de las expresiones de los rostros, de la intensidad de las miradas, de los detalles minuciosos de los objetos filmados, con casi 90 por ciento de primeros planos en la película que traducen, en palabras de Ulliel, “una especie de sismografía del sentimiento, de la emoción en que el actor se siente observado como a través de un microscopio” y que acentúa la sensación de asfixia de algunas escenas.

El retorno de Louis –el hermano prodigio, odiado y admirado, extranjero en el espacio familiar– genera preguntas sobre su ausencia a las que el propio protagonista no sabe responder y que acarrean discusiones continuas sin fundamento, sin sentido aparente. Él no sabe cómo ni cuándo anunciarles lo que ha venido a decirles y los demás no quieren o no pueden entenderlo. Nadie se escucha, todos se van cortando la palabra entre un ensordecedor e incesante griterío, lo que genera momentos de malestar absoluto y de histeria imposible de contener; momentos en que aparecen las neurosis familiares, los reproches, las acusaciones indirectas, los celos, las frustraciones, las admiraciones, los miedos, las súplicas y las esperas silenciosas en un caos de absoluta tensión.

“Louis es el ojo que ve y que mira el filme. A través de este personaje nos evadimos a veces. Él representa una escapada perpetua en una casa, un universo en que nadie lo escucha”, comentaba Dolan en la entrevista de prensa.

Vincent Cassel añadía: “Es gente que no consigue hablar y que dice de todo menos lo esencial”. Se trata de una tragedia de lo íntimo, de la soledad radical del hombre, un grito mudo, más allá de lo incomunicable y que nos sitúa en esta zona de no retorno en que ya todo es demasiado tarde, en la que ya no hay vuelta atrás posible.

Los flashback, la música, los silencios, los colores, el ralentí de la cámara en algunas escenas, el lirismo siempre muy presente, consiguen suspender a veces lo que se anuncia como una imposible reconciliación familiar.

Juste la fin du monde es mi mejor película

En la rueda de prensa que siguió el protocolar photocall –y que contó con la presencia del director, de los actores y de la productora–, no faltaron los elogios unánimes para Dolan por parte de los actores: “Es un director poco común. Es muy preciso. Sabe lo que quiere. Es un privilegio poder trabajar con él. Es alguien que se hace querer”.

Tras las primeras críticas muy divididas que está recibiendo la cinta después de su primera proyección en Cannes, los periodistas quisieron saber la opinión de Dolan al respecto. Siempre muy atento, pausado y sonriente, éste respondió: “Estamos en Cannes, todos los filmes dividen, ya pasó anteriormente para Lawrence Anyways, Les amours imaginaires, J’ai tué ma mère también. No estoy necesariamente inquieto. Han aparecido muy bellas críticas”, para concluir: “Es una película de la que me siento muy orgulloso. La considero mi mejor película”.

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