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sábado, 27 abril, 2024
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El encanto de los canes en el arte [Primera parte]

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Por: Violeta Tavizón •

La Gualdra / El Templo de las Musas / Año del Perro

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En lo particular, a lo largo de mi vida los perros se han convertido en parte vital de mi familia, son uno más de todos nosotros, todos somos manada. Este mismo sentimiento ha acompañado a la humanidad a lo largo de la historia, ya que este bello animal ha sido retratado junto a hombres y mujeres en distintos periodos de la pintura. Su inteligencia y su apego lo convierten en el ser más cercano a la vida cotidiana de las personas, ha sido el compañero entrañable de muchos que hasta el día de hoy no concebimos la vida sin ellos.

Desde las primeras civilizaciones, el perro ha sido una constante, por ejemplo, tanto los egipcios, como los aztecas, utilizaron el símbolo del can para representar al dios de la muerte, quien acompaña al alma que transita de la tierra al más allá. Anubis o Xólotl, son alegorías fúnebres del tránsito entre la vida y la muerte.

En la antigua Grecia, los cánidos también acompañan a mitos de héroes y dioses. El perro es el fiel acompañante de Diana, diosa de la caza, protectora de la naturaleza y de la luna. Pero también es Cerbero, el perro de tres cabezas, guardián de la puerta de Hades, dios de la muerte, que se aseguraba que los muertos no salieran del inframundo y que los vivos no pudieran entrar. Podemos ver la faceta mítica griega del perro en la escultura griega o en la pintura renacentista y barroca en la que se plasmaron alegorías de la mitología griega en la que el can acompañaba a Artemisa o Diana, o la lucha de Hércules contra Cerbero.

En China, el perro forma parte del zodiaco, pero también es un símbolo de vigilancia. Tanto en Japón como en China, se colocaban a la entrada de los templos budistas, pequeñas o grandes esculturas de perros-leones llamados karashishi, conocidos también como «El perro de Buda», quienes eran simbólicamente guardianes de estos templos.

Durante la Edad Media, algunos pintores plasmaron con su pincel al perro de raza pequeña, conocido como «de compañía», para simbolizar la lealtad o la fidelidad marital, convirtiéndose así el can, en una alegoría del matrimonio. Tal es el caso del famoso retrato de Giovanni Arnolfini y su esposa, del pintor Jan van Eyck (1390-1441) en el que podemos observar al cánido que posa entre la pareja, como símbolo de amor terrenal y fidelidad.

Jan van Eyck. Retrato de Giovanni Arnolfini. 1434,

Jan van Eyck. Retrato de Giovanni Arnolfini. 1434

Adentrándonos al periodo barroco, el pintor español Bartolomé Esteban Murillo (1617-1682) fue un ferviente admirador de los canes. En sus lienzos, los perritos están divertidos, juguetean con los infantes que protagonizan las escenas o acompañan a sus amos, convirtiéndose en copartícipes del momento. Para Murillo, el perro también es un símbolo de esperanza, se convierte en un remanso para los niños y adultos a quienes acompaña, muchos de ellos personajes pobres, como El muchacho con un perro, en donde el pequeño, a pesar de su penuria, se divierte con cachorro que lo sigue; cuadro ejecutado en un momento en el que Sevilla se hundía en una terrible peste y miseria.

Diego Velázquez. Las meninas o La familia de Felipe IV. 1656. Museo del Prado, Madrid.

Diego Velázquez. Las meninas o La familia de Felipe IV. 1656. Museo del Prado, Madrid.

Diego de Velázquez (1599-1660) también utilizó el símbolo del perro para darle un ambiente más cálido y real a sus escenas, utilizándolo como un ícono de fidelidad entre amo y can. Es así como podemos ver diversos ejemplos, tal vez uno de los más famosos es el perrito que Velázquez incorporó en Las meninas, el mastín posa adormilado al lado de la infanta, y fielmente tolera que el pequeño Pertusato lo esté molestando con el pie. Así también está el cuadro El príncipe Felipe Próspero, en el que se observa al infante que murió a muy corta edad y que siempre estuvo enfermo, vestido a la usanza barroca y adornado con amuletos que lo acompañan para darle buena salud, así también a su lado posa su perrito, recostado en el sillón del niño príncipe.

La pintura virreinal no fue la excepción, también los artistas novohispanos pintaron en sus lienzos escenas con perros. Una de las más comunes en la que aparece el can, es en La visitación, escena inspirada en los grabados europeos que llegaron a Nueva España y que sirvieron como fuente de inspiración para los pintores. Baltasar Echave Ibía (1605-1644) o Luis Juárez (1585-1639), plasmaron la escena de las dos mujeres, la Virgen María y Santa Isabel, saludándose y abrazándose, mientras que en medio de ellas está observándolas un perrito de compañía, de raza pequeña.

En el arte, así como en la religión, el perro está asociado con la lealtad, la vigilancia, la fidelidad. Aún nos faltan épocas por recorrer al lado de los cánidos que encantaron a los artistas que con su pincel los retrataron, a veces como protagonistas y otros como acompañantes.

Luis Juárez, La Visitación. Museo del Exconvento de Guadalupe, Zacatecas -INAH-Secretaría de Cultura.

Luis Juárez, La Visitación. Museo del Exconvento de Guadalupe, Zacatecas -INAH-Secretaría de Cultura.

 

*Curadora.

 

 

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra_327

 

 

 

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