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viernes, 17 mayo, 2024
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La crisis de los precios del petróleo, ¿renovará al sistema de partidos en México?

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Por: MARCO ANTONIO TORRES INGUANZO •

La dramática caída de los precios del petróleo en 1982, fue un golpe brutal que sirvió de impulso para la entrada de las políticas neoliberales en México a partir de 1983. Fue un timonazo. Ahora mismo, la actual caída de los precios puede obligar a cambios de igual calibre pero de sentido inverso. Y el vehículo de ese cambio, puede ser la necesidad de cambiar la estructura fiscal y política para contener los efectos negativos de la caída en los ingresos. En todo caso, es el punto de debate y lucha política en los próximos meses.

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Con la llamada reforma fiscal no se creó una estructura hacendaria progresiva que apoyara la disminución de la desigualdad, por un lado, y la independencia de los energéticos, por otro. Los pequeños avances se vieron en la eliminación del régimen de consolidación fiscal, la eliminación de la exención de las ganancias de la bolsa, las medidas de control contable y algunas estrategias para disminuir la evasión. Pero en términos estructurales poco se hizo. México recauda sólo el equivalente del 10% del PIB, y lo hace en un formato regresivo (desigualitario). La meta debería ser capturar (como otros países de América Latina), 30% del PIB y hacerlo con esquemas progresivos (igualitarios). A una parte importante de los trabajadores se les quita la tercera parte de sus ingresos, además de afectar su consumo por gravámenes; pero eso no se refleja en la calidad de los servicios prometidos por parte del Estado en compensación de esas reducciones. En contrapartida, el capital no se ve afectado de la misma manera que el trabajo. En fin, la cosa es que con la sensible disminución de las percepciones petroleras, el gobierno anuncia el recorte del gasto público. Y aquí es donde está el nudo de la cuestión: la izquierda política tiene la obligación de proponer medidas que no afecten al gasto público y, al contrario, la posibilidad de avanzar en propuestas que hagan posible revertir la desigualdad al mismo tiempo que se mejora la estructura hacendaria mexicana. La desigualdad mexicana es de las más ignominiosas del mundo, en los últimos reportes de la Cepal, se reveló que los asalariados en su conjunto no reciben más del 35% de la riqueza generada en el país en un año. Lo cual significa que el capital recibe la mayor parte de la riqueza nacional. Y sin embargo, el gobierno preferirá afectar más a la población con recortes del gasto, que afectar las enormes ganancias del capital. El 48% de los impuestos lo aportan los asalariados, que son cautivos, y los ingresos derivados del capital están aún en privilegio de alta excepción. Y el cálculo conservador es que 6 por ciento respecto al PIB están omitidos por dichos privilegios; justo lo que (más-menos) aporta la renta petrolera al ingreso público nacional. Así las cosas, se requiere un impuesto al capital, para obligarlo que aporte el gasto que hace falta para financiar el desarrollo del país. Y ésta es una decisión política que cambia la economía: las izquierdas tienen la meta de realizar cambios esenciales a la hacienda pública. Esta circunstancia enfrenta con toda nitidez a los partidarios: los que seguirán protegiendo al capital junto a políticas que amplían la desigualdad, contra los que pretendan bajar los privilegios y diseñar una forma de gasto que promueva la igualdad ente los mexicanos. O en otras palabras: los que están a favor o en contra al impuesto al capital.

Pues bien, así como en el mundo los golpes de las guerras llamadas mundiales, obligó a crear impuestos progresivos en Estados Unidos y Europa, y con ello, se inició el camino que disminuyó de forma importante las desigualdades existentes hasta principios del siglo 20; así, ahora estamos ante la urgencia de promover cambios en el mismo sentido por la coyuntura del desplome de los precios del crudo. Cambiar la economía desde la política: hacer de este asunto una bandera que sirva, además, para crear una diferenciación esencial entre las derechas e izquierdas políticas. El sistema político actualmente es incoloro por la eliminación de ideologías en los partidos políticos, y por ello no observamos diferencias entre estos, todos actúan igual. En esta coyuntura se abre la posibilidad de iniciar el camino de las diferencias partidarias. Los partidos instrumentados por los poderes fácticos podrán identificarse claramente en las alas derechas, y los que se enfrenten a dichos poderes y se coloquen del lado de la igualdad y de los derechos sociales, se ubicarán a la izquierda. La lucha política toma las dimensiones de lucha de estratos o de clases. En el espectro político actual veo que Morena puede encabezar la definición de una política de clase, como aquí se dibuja, y abandonar el centrismo incoloro que tanto daño ha hecho a la política y tantos beneficios ha traído al oportunismo de los pragmáticos que navegan sin programa y su única operación intelectual es la regla aritmética de tres. Así, vemos cómo la disminución de los precios del petróleo estimulará la renovación del sistema de partidos en México. Espero. ■

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