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domingo, 19 mayo, 2024
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El debate Martí-Sicilia: el papel de Morena y los falsos esencialismos

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Por: MARCO ANTONIO TORRES INGUANZO • Araceli Rodarte •

En el debate entre Javier Sicilia y Martí Batres hay mucho esencialismo y pocas preguntas correctas. Lo primero es no querer inmediatamente tener respuestas de las graves cuestiones, sino primero tener las preguntas correctas sobre las mismas. Uno dice que no todos los partidos son malos (Morena), y el otro dice que sí tienen militantes malos en sus filas. Como si el problema fuera la existencia de entidades esencialmente malas, ya sea como entidades políticas o como individuos. Eso es patear ficciones sobre porterías que no existen.

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No hay tales esencias. Lo que se requiere es ponerse primero de acuerdo en el diagnóstico y eso guiará la posibilidad o no de acordar metas comunes de acción. Por ello sería más útil plantear algún espacio de debate para analizar el problema. ¿Qué está ocurriendo en México? ¿Qué es lo que hace que exista tanta impunidad y persista la pobreza y aumente la desigualdad? ¿Son causas comunes? Y las respuestas esencialistas estorban, unos dicen que los mexicanos son corruptos (por ser mexicanos), y otros dicen que sólo algunos lo son, (los militantes de partidos), y cosas parecidas. Toda esta retahíla de sentencias es basura que no ayuda a ver la realidad. Lo que tenemos es un diseño de Estado que arrebata el poder al tejido de ciudadanos, y permite que los poderes del dinero se adueñen de su conducción. Lo que hay, es porque es posible que sea. El Presidente puede asignar obras millonarias a empresarios con los cuales tiene negocios privados, o con inversionistas de proyectos energéticos y con las televisoras; y con ello, hacerse extremadamente rico con la apropiación tramposa del patrimonio público. Y esto es, porque es posible que sea.

Los narcos llegan a los municipios y con la amenaza a la familia del Presidente pueden controlar a la policía municipal y a las direcciones de obras públicas, con lo cual se adueñan no sólo de renta social vía las extorsiones, sino que asaltan directamente los recursos y el poder público. Los diputados se ponen de acuerdo para negociar el mutuo perdón de sus irregularidades, y deciden aprobarse las cuentas públicas sin recato alguno. Y sucede, porque es posible que suceda. Los presupuestos son manejados como cajas de conveniencia partidaria, sin preocuparse en que exista planeación estratégica y se combata con efectividad la pobreza y las brechas de desigualdad. Se llega al cinismo de anunciar públicamente la preocupación en las victimas en medio de una crisis humanitaria, y bajar más de 60 por ciento el presupuesto a los programas de atención de víctimas. Y ocurre porque es posible que ocurra. Y así podemos seguir enumerando la larga lista de la ignominia. Y seguiremos concluyendo la verdad irrefutable de esta versión del principio de razón suficiente: si es, es porque que es posible que sea. Y es posible no porque existan personas esencialmente malas, sino porque no hay los mecanismos institucionales que impidan su posibilidad. Por tanto, la pregunta es, ¿qué debemos plantear para hacer que no sea posible que el Presidente asigne obras con arbitrio privado, o para impedir que los poderes fácticos se adueñen de las cámaras legislativas, o para que no sea posible que una simple amenaza a un sujeto sea suficiente para controlar un municipio, o para que se dificulte que los diputados acuerden subirse el salario o borrar sus irregularidades, etcétera? Eso no se conseguirá con homilías dirigidas a la moral privada de los gobernantes, sino se conseguirá con mecanismos que reformen todo el diseño actual del Estado, y hagan efectivos los contrapesos de poder, la transparencia en el manejo de los recursos, el control social de los actos de gobierno y modificando las formas de representación ciudadana. Para que la irregularidad que denunciamos, no sea posible que sea. Por ejemplo, si llega un narco a un municipio y se encuentra que el presupuesto es participativo y lo decide un parlamento municipal, le sea imposible amenazar o cooptar a decenas de parlamentarios municipales para conseguir sus fines. Pero para ello, es necesario pasar de un diseño unipersonal del poder a una distribución social del poder, lo cual significa una reforma integral de las instituciones del Estado.

No debemos suponer que dejará de haber corrupción cundo llegue gente honesta al gobierno, eso es una ingenuidad, sino cuando existan mecanismos de mutua vigilancia y control social que la hagan imposible. Nuestro punto de partida es que todos las personas pueden ser corruptas en cualquier momento, y que si se encuentran en un lugar oculto frente a mucho dinero es posible que lo tomen; pero si están con el dinero, pero al mismo tiempo se encuentran dentro de una habitación de cristal y sobre ellas están todas las miradas puestas, es poco probable que tomen el dinero para sí.

No por ser honestos sino por estar vigilados. En suma, el debate que debemos dar, es qué medidas proponer para modificar el sistema de representación, las estructuras de rendición de cuentas, de administración de justicia y de planeación estratégica para el desarrollo. Y después vendrá la pregunta, ¿morena asumirá esas propuestas de la sociedad organizada o se negará a ellas? Y su acción nos dirá si están o no con las causas justas, y así no tendremos que adivinar (como lo hace Sicilia) si en el futuro se convertirán en otro partido corrupto como el PRD. En estos momentos debemos plantear los problemas correctamente, si queremos resolver este nudo gordiano en el que se encuentra el país. Toda persona decente comparte las preocupaciones de Sicilia sobre el tema, porque la inmundicia de la clase política no está para menos, pero también debemos visualizar medidas y mecanismos efectivos para solucionar los problemas, e ir de la denuncia de culpas a las propuestas de reformas. ■

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