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domingo, 19 mayo, 2024
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La Tuna corazón, sabor y tradición

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Por: MARTÍN LETECHIPIA ALVARADO* •

  • Nómada*

Dentro de la iconografía mexicana, no existe una planta más representativa que el nopal. Esta cactácea es alimento, cuento, mito, remedio, verso, canción, paisaje y símbolo patrio.

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Dice Ernesto Velázquez “Su fruto, teonochtli (tuna divina) es el corazón humano que contiene la sangre; éste es de hecho, según la antigua mentalidad, lo que sostiene vivo al sol”.

La leyenda mexicana atribuye al nopal fundador, nochtli, haber sido originado por el corazón de Copil, sobrino de Huitzilopochtli, quien mandó que le fuera sacado el corazón y lo arrojase entre los carrizales y espadañas. En ese sitio Huitzilopochtli ordenó a los mexicas asentar su ciudad.

Es época colonial, Fray Bernardino de Sahagún escribió en su Historia General de las cosas de la Nueva España: “Hay unos árboles en esta tierra que llaman nopalli, quiere decir tunal, o árbol que lleva tunas, es monstruoso este árbol… las hojas son anchas y gruesas, tienen mucho zumo y son viscosas, se llama tuna… son de buen comer”.

Antes de la llegada de los españoles a nuestro país, los mexicanos llamaban al nopal nopalli y a la tuna nochtli, los españoles rebautizaron al nopal con el nombre de chumbo o chumbera y a la tuna la llamaban “higo de indias”.

En México, existe una gran variedad de nopales que producen alimento, bebidas y tintes, el tecolonochtli produce tuna cardona; el xoconochtli produce el joconostle; el nopal nocheztli es conocido como nopal de castilla, además de ser propicio para la producción de grana.

La geografía del nopal abarca todo el país, pero la zona propicia para la producción de tuna son las regiones áridas. Zacatecas desde época precolombina ha sido casa de esta planta mítica; la región del municipio de Pinos era parte de tunal grande, el cual abarcaban buena parte de San Luis Potosí en esta región habitaban los aguerridos huachichiles.

Del insecto que habita el nopal conocido como cochinilla aún se obtiene el color granate que usaban los indígenas para tatuar su piel, en sus vestimentas y también se ha planteado que los huachichiles pintaban su pelo con este color; la baba del nopal servía para fijar colores en sus pinturas y se usaba también como pegamento para unir adobes y enlucir paredes.

Eugenio del Hoyo, en su Elogio a la humilde excelencia de las tunas, nos ofrece una crónica en torno a la presencia de la tuna en la cultura popular, el historiador nos cuenta que en los años 20 y 30 del siglo pasado, las calles de Zacatecas eran transitadas por carretones que trasportaban miles de tunas; el jardín Morelos se llamó en un tiempo Plazuela de las Tunas por ser centro de distribución. Los pregoneros y los puestos eran numerosos, además de ser estos últimos típicos y pintorescos. En los puestos humildes se podían ver unas cazuelitas de alegres colores copeteadas de duraznillos y a uno de los frutos clavada una espina de maguey con la que se comían rociadas con sal de grano y polvo de chile cascabel. Era de verse la rapidez con que el tunero pelaba las tunas y como los clientes las comían, una ración normal era de cincuenta tunas cardonas y dos o tres tunas de castilla como postre.

La tuna también, dice del Hoyo, se convierte en queso de tuna, embriagador colonche o azucarados orejones.

Para terminar no podía dejar de mencionar la enorme cantidad de nombres con que se conocen las tunas en Zacatecas y de las cuales tenemos: cascaronas, pachonas, memelas, chaveñas, taponas, cuijas, güanchis, hatonas, cambujas, semillonas, tasajillos, sacaciles, coyotas, rastreras, joconoxtles, tempranillas, duraznillos, manzanillas, amarillas, blancas y sangre de toro. ■

 

*Espacio patrocinado por la Secretaría de Turismo del estado de Zacatecas

*Espacio de difusión de las fiestas y tradiciones zacatecanas del museo Etzcuincle

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