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domingo, 19 mayo, 2024
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El Canto del Fénix

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Por: SIMITRIO QUEZADA •

Muchos hemos decidido dedicarnos al descubrimiento, cultivo y difusión del conocimiento, de la verdad. Empero ello no es necesariamente garantía de un avance efectivo. Encontrar la verdad, de hecho, obliga después a actuar, y actuar con justicia.

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La justicia sin verdad es ciega, por eso cae cuando intenta avanzar. La verdad sin justicia carece de piernas, por eso no puede avanzar. “La verdad los hará libres”, dijo el galileo por el que se dividió la Historia, y sin embargo con frecuencia mantengo esa desazón que sentía el mono sapientísimo, asesor del reino, de la fábula de Augusto Monterroso. El simio sabía que el tigre cometía injusticias, pero éste era el gobernante y el mono trabajaba para ese fiero y fuerte. En el momento más delicado el mono convence al tirano de intercambiar funciones, pero aun sin corona el tigre continúa manteniendo la fuerza bruta, la que a zarpazos logra imponerse sobre la intelectualidad del pobre mono. Todo el poder del Estado, ni hablar.

“Busquen el reino de Dios y su justicia, y lo demás llegará por añadidura”, dijo también el hijo del carpintero de Nazaret. Entonces nuestra misión consiste en encontrar la verdad, pero aparejarla con la justicia. Muchos buscamos el conocimiento y quizá llegamos a encontrarlo, pero si esa verdad no les gusta a los poderosos ellos podrían proceder contra nosotros con injusticia. ¿De qué nos servirá morir teniendo la razón? O nosotros, aun poseedores de la verdad, podríamos no ser capaces de aplicar o exigir justicia, todo por temor, por preservar nuestra integridad y la de aquéllos a quienes amamos.

Vivimos, en efecto, en un país pleno de estos pecados de omisión. Muchos tenemos por verdad que la lucha del médico José Manuel Mireles surgió ante la impotencia de ver cómo los delincuentes “organizados” (con mejor operatividad que las autoridades, según parece) asolaban municipios de Michoacán con impunidad y mucho daño para las familias y economías locales. Pero hoy Mireles puede ser considerado un preso político, alejado de su familia y su tierra, y nadie hace algo al respecto.

Somos bravos para hablar con la verdad, y cobardes para obrar con justicia. Somos activistas tundeteclas, debatientes entre los vínculos de Like y Compartir, pero extremadamente cautos en la realidad donde los pobres y agraviados se nos muestran en tercera dimensión y no en inofensivos pixeles.

Somos buenos para picar la salsa de la revolución ciudadana que ya viene, pero también para reclamar el bono de cinco días que no me han dado en la oficina. Somos geniales para ser guerrilleros por moda. De entre el terrible achicharramiento de bebés en una guardería de Sonora a un maltrato de un perro en una tienda de mascotas, podemos elegir con cuál indignarnos y hasta puede ganar el perro. De ser 132 inconformes pasamos a los 43 de Ayotzinapa hasta que el tema muere por la llegada de otras indignaciones con cuyas consignas me siento mejor conmigo, y entonces siento que sí soy un buen mexicano y no como los otros; sí soy un despierto entre tantos sonámbulos perdidos, sí soy poseedor de la verdad… otra verdad que también será pasajera.

Encontrar la verdad, repito, obliga a actuar con justicia. Encontrar la verdad implica recordar al gobernante sus yerros, y ayudarle diciéndole lo que no quiere oír. Por eso es tan difícil ser buen ciudadano, buen político, buen periodista. Verdad más valentía nos deja una palabra más fuerte: compromiso.

Actualmente unirse al eco de los porristas oficiales resulta no sólo fácil, sino también muy rentable. Puedo rentarme como asesor de comunicación social para aplacar la conciencia del gobernante y repetirle que todo marcha bien. En el otro extremo, también resulta sencillo hablar pestes de un sexenio cuando éste ya agoniza, y así “hacer puntos” para el que viene. Lo complicado es señalar las fallas cuando ese sexenio está en su momento de mayor dominación: cuando los oportunistas callan lo malo, pero alaban y magnifican lo menos peor.

Encontrar la verdad en medio de las injusticias es encontrar la maldición de Casandra de Troya, quien podía ver el futuro pero nunca nadie le creería. El que encuentra la verdad y busca la justicia puede enfrentarse a la injusticia que le propinan otros, administradores territoriales, por su descubrimiento y afán. Nos queda el consuelo de que ninguna injusticia es eterna, ningún poder es propio. Todo es pasajero y todo es prestado, como el coto de poder, como los privilegios, como el mundo y sus riquezas, como la propia vida.

 

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