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domingo, 28 abril, 2024
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¿Militarización o abrazos? El falso debate opositor

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Por: BENJAMÍN MOCTEZUMA LONGORIA •

¿Cuántos diputados federales y senadores de la República militan en las filas del crimen organizado? ¿Quiénes fueron financiados por los cárteles para representarlos? ¿Alguien tiene duda de que hay fiscalías estatales, agentes del ministerio público y jueces que trabajan a favor del crimen organizado? Difícil respuesta, ¿o no? Como peligroso el simple hecho de preguntarlo.

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Preguntas y respuestas se empañan al sumar la estrategia política e ideológica de la derecha mexicana de oponerse e intentar que fracasen planes, programas y acciones del gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Dicho a lo mexicano: se oponen porque, una parte de ellos, son narcos. Más claro ni el agua.

En entregas anteriores he explicado que el trasplante del neoliberalismo, en países subdesarrollados, es el más apropiado para el florecimiento de actividades ilícitas porque contribuye a acumular y concentrar el capital a favor de las naciones imperialistas; mientras que, en los primeros, tiene un elevado costo humano, económico, desgaste político y crecimiento criminal.

Acostumbrados a succionar la riqueza del subdesarrollo, la oligarquía internacional, apoyada por la oligarquía mexicana antinacionalista, y los oficios de los gobiernos imperiales (la real mafia del poder) opone una gran resistencia a la transformación nacional que llevó a cambiar el modelo económico que, además, también modificó la organización del Estado Mexicano. Avanzar hacia una economía que prioriza las necesidades nacionales cierra la válvula de la riqueza que fluye legal e ilegalmente hacia el extranjero en detrimento al crecimiento y desarrollo propio.

Si México combate la diversidad de actividades ilícitas, como los abusos de Iberdrola, OHL, evasión de impuestos y subsidios que recibían grandes empresas extranjeras y, además, al narcotráfico (que son parte de los mecanismos de acumulación y concentración de capital en EEUU y otras naciones) se inconforman por la vía diplomática, también mediante denuncias y demandas judiciales nacionales e internacionales; al mismo tiempo, operan financiando grupos como los de Claudio X González, Gustavo de Hoyos y Gilberto Lozano.

Así, puede entenderse el papel de conspiración de la derecha empresarial y de partidos liderados por el PAN, al que se subordina PRI y PRD, encontrándose en complicidad medios monopólicos de la comunicación e intelectuales reaccionarios.

Sobre esa base se levanta el discurso (ideología) dirigido a desprestigiar y que fracasen las acciones del actual gobierno, también para justificar la estrategia entreguista de la derecha amigable con los extranjeros y en contra del interés nacional. Por ejemplo, la reforma energética.

Es evidente que en México tenemos una oposición que, con frecuencia y sin pudor alguno, traiciona una y otra vez a la patria. El denominador común de su práctica opositora no se funda en principios o valores nacionales, que les permita hacer propuestas, sino en golpear, en ser obstáculo. Así opera la “moratoria” legislativa. Sueña en apropiarse del volante del poder político para regresar al régimen de privilegios al que quedaron acostumbrados. Ya adictos a la corrupción, se avorazan en sellar vergonzosas alianzas nacionales y extranjeras que coincidan en boicotear el proceso de transformación y que comprometen el futuro nacional.

En ese contexto se ancla la ridícula versión contradictoria de los conservadores de “abrazos, no balazos” frente a una falsa “militarización nacional”. La oposición ofende la inteligencia humana cuando su verborrea conduce a imaginar que se “militariza” el país para dar abrazos a los delincuentes. Tales sandeces obedecen a la elaboración de discursos políticos e ideológicos enfocados al desprestigio. No son serios. Para crear desprestigio e inconformidad, no se miden en su estrategia sistemática de estar en contra de todo, mentir, difamar, distorsionar o calumniar, aunque en su propia falsedad llevan la penitencia popular, por eso no avanzan en su intensión. Los estamos viendo, no somos tontos.

Por un lado, “abrazos, no balazos” es una metáfora del presidente para explicar que los jóvenes ocupan atención frente al desprecio programático de los gobiernos neoliberales. La distorsión de esa frase recibió tanta publicidad que la oposición no ha sabido explicar por qué ahora se oponen a la “militarización”. Otra mentira que nos mete a debatir falsedades.

Que la Guardia Nacional dependa de la SEDENA para evitar corrupción y el Ejército Mexicano permanezca en las calles, sólo puede afectar a los malos y a los legisladores y políticos ligados al narco. O, como más arriba digo, que se trate de la rancia estrategia de estar en contra de todo. Como quiera que sea, ambos casos terminan por favorecer la política imperialista de retornarnos al neoliberalismo.

Militarizar al país sería poner al Ejército al frente de las grandes decisiones políticas y económicas, pero se trata de darle tareas de ciudadanización, que contribuya al desarrollo y al bienestar social. El problema no es el Ejército, es quién manda en él, quién es el Comandante Supremo, qué proyecto enarbola y qué se pone en la Constitución.

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