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■ Comentarios Libres

19 de septiembre de 1985

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Por: SOCORRO MARTÍNEZ ORTIZ •

     El próximo lunes se cumplirán 37 años del terremoto que sacudió a la Ciudad de México. 

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     Uno de los primeros testimonios lo recoge Elena Poniatowska, en su obra “Nada, nadie”, ediciones Era, primera edición: septiembre de 1988. Se trata de la versión que Jean Miot, consejero delegado de Le Figaro, dio a Lola Creel. 

     Transcribo parte de ese testimonio:

7:18

El sol y los mexicanos están levantados desde hace bastante tiempo. Mi ventana, equipada con un fino mosquitero, está abierta; la mañana es aún fresca. Debido al cambio de horario de Europa a México, estoy despierto desde hace unos minutos (cosa rara para quien me conozca) …

7:18.30

Ignoro todavía si hice una buena elección escogiendo este encantador edificio rosa de tres pisos, construido a la española. Mi cuarto está en el primer piso. El ruido de la ciudad sube hasta mí. Los alumnos están en clase desde hace diecinueve minutos, pero los empleados se dirigen hacia sus trabajos…

7:19

De pronto un crujido sordo. Estoy sobre la cama y siento como un vértigo pasajero. Mientras que el crujido de la tierra crece. Tengo la leve impresión de que mi cama se mueve…la puerta del baño golpea contra el marco sin volver a cerrarse, después se pega contra el muro…

7:19.30

No solo mi cama, sino todo se mueve, la puerta golpea como si alguna mano invisible tratara de cerrarla, la empuja con fuerza, la empuja hasta el hartazgo, la mesa, el sillón. Mi radio se cae del buró. Un ruido de vidrio roto en el cuarto del baño…  

7:20 

Un golpe sordo de una violencia inusitada sacude el muro que está tras de mí. Los golpes frecuentes toman un ritmo de metrónomo. El ritmo de golpes monstruosos se acelera. Trato de levantarme, imposible estar de pie, sin asirse a la pared o a la cama…

7:20.30

Desde este tiempo pierdo la noción del tiempo. Solamente después de terminado el terremoto, sabré que duró solo dos minutos, con una intensidad de 8 grados en la escala de Richter (¡graduada solamente hasta 9 grados!). Por la ventana el espectáculo es terrorífico. Los coches estacionados caminan hacia adelante, hacia atrás, chocan entre sí. Los cables eléctricos se estiran, se contraen, se azotan centellando.

Pero lo peor son los edificios de doce y catorce pisos, que se mueven de izquierda a derecha frente a mí, con una amplitud de varios metros. Los golpes que sacuden el hotel están provocados por el movimiento del balanceo del edificio que está junto a éste. Mi hotel y la torre vecina se mueven de manera arrítmica. Cuando el hotel se inclina hacia la derecha, la torre se inclina hacia la izquierda, y se alcanzan a tocar al repetirse el movimiento, con una intensidad más y más fuerte…

Las personas que pasan por la calle se agrupan en medio de ésta. No se pueden tener en pie. Yo tampoco…

7:21

En el muro, los cuadros se vuelven manecillas de reloj. No queda nada encima del buró ni sobre las estanterías. En mi cuarto hay un amontonamiento de artículos personales, de libros y periódicos. Trepidaciones, choques ensordecedores, se ondula el suelo, la puerta de entrada se entreabre más y más…

7:21.30

Alargado sobre mi cama veo el techo, se agrieta. Pequeños pedazos de yeso caen del techo y de los muros. Un olor a polvo invade mi recámara. Miro el techo. Poco a poco tengo la seguridad de que éste se va a derrumbar por el peso de la torre vecina, es decir, empujado por los muros del hotel… 

7:22

El edificio de al lado ya no golpea detrás de mí. La cabecera de mi cama se mece. El hotel y la torre se balancean al unísono…

7:22.30

Titubeando me levanto y encorvado voy hacia el marco de la puerta; me acuerdo de que es allí donde se está un poco resguardado. Una infraestructura puede soportar el peso de un derrumbe. Poco apoco tengo la impresión de que el movimiento disminuye. La calma vuelve…  

7:23

Se acabó; ya nada se mueve. Ningún ruido exterior. Me dirijo rápidamente a la ventana. Los sobrevivientes se abrazan en la calle. El Paseo de la Reforma hierve de gente y de coches inmóviles. El espectáculo es alucinante. El silencio extraño. 

La torre vecina está todavía de pie. A la altura de las terrazas de mi hotel se pueden ver las marcas de los golpes. Y descubro a pocos metros tres hoteles, reducidos al estado de mil hojas de losas de hormigón y de fierro, bajo los cuales, cientos de turistas quedaron atrapados…

7:36

Frente al inmóvil reloj H. Steele, ruge en su desplome el Hotel Regis que muere entre una nube de polvo. Todo es una masa grisácea. Caen edificios uno tras otro, de norte a sur. 

Gente que a toda prisa desaloja las aulas porque la escuela se derrumba; gente que termina su ejercicio matutino y se apresta a la ducha. Parques y jardines quedan vacíos. Y gente que enfrenta la tragedia: que remueve escombros, que rescata cuerpos sin vida, que salva existencias…

¡Terrorífico!

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