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domingo, 19 mayo, 2024
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Violencia de género, a paso lento

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Por: LUCÍA MEDINA SUÁREZ DEL REAL •

Si todo sigue en la ruta en la que estamos, parece que el próximo año habrá por primera vez, presidenta de la República. 

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La de mayores posibilidades, sin duda Claudia Sheinbaum Pardo, quien es leída como la figura más cercana a garantizar la continuidad de la cuarta transformación que a cinco años de gobierno de Andrés Manuel López Obrador, permanece con gran simpatía. En el frente opositor las apuestas son por Xóchitl Gálvez, de la alianza del PRI-PAN-PRD. 

Si acaso hubiera una candidatura más, sería la de Movimiento Ciudadano, que busca construirse como tercera vía, lo que requiere mantener sus cartas ocultas para que permanezca en incógnita la fuerza real de ese partido. 

MC podría impulsar a Luis Donaldo Colosio, Samuel García, o a Enrique Alfaro, sin embargo, ninguno de ellos tiene la fuerza y madurez política suficiente para encabezar una candidatura presidencial. Ese escenario hace posible que la candidatura de sacrificio (por la muy remota posibilidad de ganar) sea para Amalia García, o Patricia Mercado, ambas de más trayectoria y peso político que los antes mencionados. 

Aunado a esto, tenemos un Congreso paritario y diez entidades federativas en las que gobiernan mujeres. ¿Podemos cantar victoria en las luchas de género? ¿ha triunfado el feminismo? Nada más lejos de eso. 

Algunas de quienes hoy gobiernan llegaron a hacerlo siendo la alternativa femenina de algún hombre a quien se le consideraba “merecedor” del cargo que hoy ellas ocupan, lo cual sólo le da glitter al patriarcado. 

Pero la cuestión no es así de sencilla, otras más, así tengan lazos familiares políticos, han construido carrera propia y han llegado a cargos no a costa de éstos, sino a pesar de los mismos. 

Negar estas dos caras de la misma realidad radicaliza los vaivenes del péndulo, sin que se resuelva de fondo la urgente necesidad de la construcción de una sociedad más justa donde el género sea, en un utópico futuro, irrelevante al momento de elegir al mejor perfil. 

Pero mientras este día llega, el tema es utilizado caprichosamente a veces para censurar cualquier crítica, y otras para ocultar con violencia la falta de argumentos para la crítica. Esto no hace más que complicar el problema. 

Por un lado, se reconviene al presidente de la República no por lo que dijo de Xochitl Gálvez, sino por lo que parafrasearon de sus dichos, aun cuando las críticas a su persona y grupo político fueron ajenas a su condición de mujer. 

Mientras tanto, y de acuerdo a un análisis de Témoris Grecko, Claudia Sheinbaum ha recibido seis veces más ataques de violencia política de género, sin que haya sanción alguna por ello. 

Pero quien revienta con sus acciones el violentómetro de género, es Ricardo Salinas Pliego cuyo acoso constante y sistemático a la senadora Citlalli Hernández hace pensar que el tema es cuestión psiquiátrica y/o penal. 

Afortunadamente, el Instituto Nacional Electoral sancionó ya al empresario, con fundamento en el artículo 20 bis de la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, que define la violencia política contra las mujeres en razón de género como “toda acción u omisión, incluida la tolerancia, basada en elementos de género y ejercida dentro de la esfera pública o privada”.

Esta sanción, además de darle un “manotazo” a uno de los mayores buleadores de X (antes twitter) pone el foco en uno de los líderes de los poderes fácticos que juegan un rol importante en la construcción cultural del género, y la violencia que vive en particular uno de ellos. 

Seguramente, en lo inmediato no pasará a mayores, pero la sentencia es un paso adelante para entender que la violencia de género no es un conflicto entre adversarios políticos, aun cuando sea ése el terreno de las agresiones.

Si bien es cierto que la llegada de mujeres a puestos de poder no se ha traducido en automático en la eliminación de la brecha de género en muchos ámbitos de la vida, también lo es que las agresiones que las mujeres reciben en política en razón de género son reflejo y validación de las que viven millones en su cotidianidad, y lo menos que puede hacerse, es empezar a condenarlas. 

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