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domingo, 19 mayo, 2024
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Jóvenes y cohesión: ante el malestar de larga duración

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Por: RAYMUNDO CÁRDENAS VARGAS •

En México se está desperdiciando el llamado bono demográfico, pues mantiene en la marginación a la mayoría de la fuerza joven. En la historia de la composición de la población (en la pirámide de los grupos por edades) en los 70 el grupo infantil era el de mayor número, pero ahora la mayoría son los jóvenes en edad de ser productivos, a diferencia de años anteriores, donde una fracción minoritaria de la población tenía que sostener a la parte mayoritaria. Pues bien, para aprovechar el bono demográfico, se requiere que los jóvenes estén contemplados en las estructuras e instituciones que facilitan la inclusión social (educación, empleo, protección social); pero si están excluidos y no hay forma de que se muevan de su realidad hacia formas de mayor ascenso, significa que estamos ante un grave problema de cohesión social.

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De igual manera, es importante observar el sentido de pertenencia de los jóvenes a la comunidad y las condiciones esenciales en que se encuentran respecto a pobreza y riesgos; desarrollo de capacidades; generación de oportunidades; familia y maternidad adolescente, educación, conectividad, empleo y violencia juvenil, entre otros. Y los resultados que observamos son: los jóvenes están inmersos en dinámicas que obstaculizan su inclusión: desconfían de las instituciones políticas, se sienten discriminados por ser pobres y la educación no les ha servido como palanca para la movilidad social. Los valores apuntan al desarraigo, la fragmentación, y el descrédito del futuro.

Si la mayoría de la población es joven, y está excluida en los procesos de desarrollo, estamos en graves problemas. Con jóvenes sin expectativas en el futuro cercano, sin educación como mecanismo de movilidad, con índices muy bajos de calidad de ciudadanía y centrados en los valores del consumo individual e inmediato, prefiguran un malestar de larga duración. Porque los problemas sociales se reproducirán no de acuerdo a los tiempos del cambio de las instituciones (como los sexenios), sino de acuerdo a los tiempos de las generaciones. En una palabra: estamos ante el malestar de larga duración. Sin embargo, no podemos esperar para iniciar medidas que reviertan esta realidad: políticas públicas con amplia participación de la ciudadanía, que rompan los círculos que se autoalimentan. Cosa que con las actuales políticas no se ve que pueda ocurrir pronto. Y en el horizonte no hay ningún partido —ninguno—que aporte semillas de esperanza. Afortunadamente la historia es posibilidad, y por ello, ocurren los estallidos que de pronto generan virajes en la dirección de la misma. Como los hitos ciudadanos de España. Requerimos que en México sean precisamente los jóvenes los que armen procesos de irrupción y de esperanza. En este momento la clase política toda, ha clausurado ese horizonte. En la juventud está la esperanza, así lo dijo el romanticismo alemán: ahí donde está el peligro, está lo que salva.

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