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domingo, 28 abril, 2024
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¿Todos son iguales?

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Por: LUCÍA MEDINA SUÁREZ DEL REAL •

No importa el color, no importa el partido: todos son iguales”, decía machaconamente Saul Lisazo en la película La dictadura perfecta, en su personaje, mezcla de López Dóriga y Javier Alatorre. Con aquella frase, Luis Estrada retrataba el poder mediático que hace villanos a quien quiere y cuando quiere. “Todos son iguales” era el mantra que sembraba la desconfianza generalizada, y que inducía a la desesperanza.

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Decir “todos son iguales” es para algunos la perfecta justificación de la actitud irresponsable de dejar la política en manos de los políticos, pero también la confesión de miopía de quienes ven todo igual porque lo ven de muy lejos; de tan lejos, que son incapaces de distinguir entre la derecha y la izquierda, o de percibir que los matices entre el azul y el amarillo, o el turquesa y el naranja.

Es verdad que los vicios de nuestro sistema de partidos han contribuido en alimentar esa idea con los chapulinazos, las alianzas ilógicas, y las traiciones. Pero aun así meter negligentemente a todo en el mismo saco es un reduccionismo ramplón y maniqueo al que sólo es posible llegar cuando se descontextualiza.

Hasta en los chapulines hay razas. Y no puede tomarse por igual a quienes han cambiado, por ejemplo, del Partido de la Revolución democrática (PRD) al del Trabajo (PT) sin moverse del cuadrante de la izquierda, y a quienes no soportaron estar fuera del poder, y fueron perredistas en el sexenio anterior, y tricolores en el actual.

La historia del siglo 20 no permite que pongamos en el mismo costal a quienes pertenecieron al Partido Revolucionario Institucional (PRI) en los ochenta, de fuerte tendencia nacionalista, con quienes a la fecha integran ese instituto político, ahora dominado por tecnócratas y neoliberales que dejaron fuera a quienes se oponían, por ejemplo, a la privatización del petróleo.

¿El PRD agobiado por el asesinato de más de seiscientos de sus militantes en el sexenio de Salinas, es el mismo que el actual al que han renunciado sus máximas figuras incluido su fundador y líder moral?

Por otro lado, para quienes se mantienen al día de la agenda política es fácil distinguir, la posición pública en temas como el aborto, la equidad de género o los matrimonios entre personas del mismo sexo. No hace falta profundizar demasiado, ¿Quién podría en su sano juicio decir que el PRD y Acción nacional actúan igual en esos temas?

Aun cuando se coincide en el qué, habría que poner atención en el cómo. Es lugar común hablar de la importancia de la educación, pero ¿cómo podría equipararse enviar útiles escolares con el logotipo del Partido Verde Ecologista en tiempo electoral y acompañarlos de una boleta que indique cómo se debería votar, con los vales de útiles escolares repartidos de manera universal, y permanente como hizo López Obrador en el Distrito Federal?

En Zacatecas en específico se ha arraigado más la creencia de la uniformidad de los partidos porque tenemos la particularidad de haber visto durante tres sexenios a los mismos personajes en el poder a pesar de haber sido gobernados por el PRI y por el PRD. Esto se debe justamente porque se ha votado por personas y no por partidos.

“Todos son iguales” es la frase con la que se da por insalvable una situación de pareja. Es una forma de asumir que no se puede ser feliz no sólo con esa persona, sino con cualquiera de los de su género. Cuando la frase se escucha en ese contexto, siempre podrá decírsele al emisor que quizá es él (o ella) quien ha elegido a todos iguales, y además de eso, que objetivamente, a pesar de la decepción y los problemas, hubo también aciertos y cosas positivas que mantuvieron durante algún tiempo esa relación. Lo mismo sucede con los partidos políticos, aunque cueste creerlo, su trabajo y existencia también nos ha permitido la toma de decisiones de forma pacífica y más o menos democrática.

Finalmente, si entre los diez partidos que estuvieron en las boletas, seguimos convencidos de que todos son iguales, siempre habrá oportunidad de hacer uno y de hacerlo distinto, con otros principios, formas de acción, métodos, etcétera.

Habrá quien diga que no es el partido, sino la vía electoral la que ya no tiene sentido. En este país de 112 millones de personas hay también toda una gama de formas de lucha que van desde las guerrillas, los centros de derechos humanos, las organizaciones no gubernamentales, el activismo en redes sociales, las firmas colectivas, etcétera. Su análisis requerirían mucho más que las líneas que nos restan, pero podemos adelantar que mientras no se asuma la desesperanza como destino fatal, aunque pensemos que “todos son iguales” algo aportaremos a la diferencia.■

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