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viernes, 17 mayo, 2024
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Lecciones de política democrática por Javier Cercas

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Por: Carlos Eduardo Torres Muñoz •

Javier Cercas, al escribir su ensayo sobre el golpe de estado del 23 de febrero de 1981, titulado Anatomía de un instante, y renunciar a convertirlo en una novela, ha realizado un impresionante tratado de política democrática. Al analizar el contexto, los antecedentes y las consecuencias de aquél fallido golpe en manos de Antonio Tejero y otros, reseña con maestría el ambiente político, las condiciones personales inherentes de los actores de aquél recién retorno a la democracia en España y da con brújula para sortear dirección en el laberinto que es esa actividad humana moralmente compleja, que es la política. 

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Destaca, para darle sentido al título que hemos utilizado, la caracterización que realiza del estadista, ya casi olvidado que fue Adolfo Suárez, y el lugar que otorga Cercas a otros dos protagonistas por su sensatez, valor y capacidad para la hoy tan poco apreciada figura de la renuncia que dignifica. Nos referimos al General Gutiérrez Mellado, entonces vicepresidente y a Santiago Carrillo, líder del entonces ya agonizante partido comunista español. 

El primero, Suárez, consolida su protagonismo al entusiasmarse con el papel de primer presidente del gobierno democrático en la España contemporánea,  al punto de utilizar toda la experiencia, malicia y renombre que le había dado el antiguo régimen, para desmontarlo; el segundo, el General Gutiérrez Mellado, al jugarse una trayectoria hecha y consumada en la milicia a la que ahora se atrevía no solo a contradecir, sino hasta a traicionar con su lealtad a la democracia; finalmente, de Carillo, un vencido y perseguido que se atreve a perdonar a sus persecutores, para dar paso a una etapa de reconciliación que sus compañeros de armas y de penas, acusaron, confundidos, de olvido, perdón ,y claro, deslealtad. Bien lo dice Cercas: “Carillo firmó con los vencedores de la guerra y administradores de la dictadura un pacto que incluía la renuncia a usar políticamente el pasado, pero no lo hizo porque hubiese olvidado la guerra y la dictadura, sino porque las recordaba muy bien y estaba dispuesto a cualquier cosa para evitar que se repitieran”. 

Se dice cosa fácil, actuar como lo hicieron estos tres personajes. Pareciera que el sentido común debiera guiar a los líderes de aquel país, en aquel contexto, con aquel pasado. Pero Cercas nos recuerda que en aquel momento no había una España, sino cuando menos dos: la de los partidarios del desaparecido Franco y los más radicales comunistas, imposibilitados ambos para saberse del mismo lado: la España del pasado, la que no lo supera porque mantiene las reyertas vigentes, y que por tanto no puede construir la España del futuro. En contra parte, estaba la segunda España, la del futuro, que, en la narrativa de los primeros, es la España de los traidores. Ahí, en esa polarización, rompe la tensión un golpe, cuyo fracaso no permitió conocer cuán celebrado pudiera haber sido, del lado de la ultraderecha franquista y la ultraizquierda comunista: la batalla continuaba, el pasado regresaba con oportunidades para la revancha o para reafirmar el statu quo franquista. 

En cambio, Suárez, Gutiérrez y Carrillo representan bien, en la pluma y tinta de Cercas, a los traidores. Recurro a una larga cita, para no equivocar la idea ni la interpretación a la que me refiero: “(…) en la España de los años setenta la palabra reconciliación era un eufemismo de la palabra traición porque no había reconciliación sin traición o por lo menos sin que algunos traicionasen. Suárez, Gutiérrez Mellado y Carrillo lo hicieron más que nadie, y por eso muchas veces se oyeron llamar traidores. En cierto modo lo fueron: traicionaron su lealtad a un error para construir con su lealtad a un acierto; traicionaron a los suyos para no traicionarse a sí mismos; traicionaron el pasado para no traicionar el presente. A veces solo se puede ser leal al presente traicionando al pasado. A veces la lealtad es una forma de traición y la traición una forma de lealtad. Quizá no sabemos con exactitud lo que es la lealtad ni lo que es la traición. Tenemos una ética de la lealtad, pero no tenemos una ética de la traición. El héroe de la retirada es un héroe de la traición”. 

Lo cierto es que, en política democrática, para lograr el consenso, para lograr cierto progreso, solo traicionando la intransigencia, la necedad, la vanidad y la soberbia, de un lado y del otro, es que puede alcanzarse el acuerdo que permite avanzar en cuerda tensa, pero avanzar al fin. No hay en pluralidad razón absoluta que perdure, como no perduran las victorias que excluyen, persiguen, aturden la vida pública y destruyen las reglas de convivencia en la diferencia.

Posdata evidente: si aún no tiene plan de lectura para el fin de año, le recomiendo con amplitud el texto de Javier Cercas: Anatomía de un instante.

@CarlosETorres_

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