Conducir la vida pública de un orden de gobierno o un poder público implica construir liderazgo y rutas para transitar a un determinado estado de cosas. Pero el antónimo de liderazgo es el estancamiento. Si los procesos se empantanan significa que no hay conducción. La Legislatura está muy atrasada en la integración de las comisiones y las autoridades de gobierno interno. Sin esto, la actividad de este poder está congelado: no hay iniciativas de ley, gestión de los grandes problemas del estado o exigencia de rendición de cuentas al Poder Ejecutivo, ni nada. El poder se convierte en un vacío.
La fracción de Morena, al parecer, desautorizó a su representante formal al no reconocer los acuerdos que había construido con el llamado ‘bloque plural’, lo cual indica que no hay vida orgánica interna de la fracción y su líder formal no es tal. El mando está fuera del propio Congreso. Si una fracción se queda sin líder interna y se exhibe el mando externo que viene de otro poder y un orden de gobierno distinto al estatal, la cosa es preocupante, porque implica que es una fracción descabezada y sin vida interna propia. como hablamos de la fracción mayoritaria, es una tragedia para la conducción. El Poder Legislativo será una gallina ciega.
Otro tema (conexo a este) es la forma de crear los acuerdos. Sin esto último no hay parlamento; el cual se distingue por ser una instancia deliberativa de acercamiento de posiciones para llegar a lugares comunes que den gobernabilidad a la entidad. Pero si la idea es construir votaciones unilaterales nada bueno vendrá. En la integración del presupuesto, la situación es muy compleja: no se reduce a votaciones aritméticas porque entran otros actores sociales e institucionales en la trama del debate que se enredan con los diputados de la oposición. En ese contexto, no basta una voluntad autista del gobierno, sino que se requiere necesariamente construir consensos con dichos actores y con las otras fracciones parlamentarias. Si no hay crédito o confianza en la palabra empeñada en las mesas de diálogo, nada podrá avanzar y el caos será incontrolable.
La fracción del gobierno ha tenido dos líderes, pero uno se fugó a otro partido y otra fue desautorizada por las dirigencias políticas reales. Ahora mismo ha quedado sin cabeza dentro de la Legislatura. Y la inmovilidad en la legislatura junto con el caos en la administración del gobierno estatal, auguran una situación compleja en la legitimidad del grupo gobernante que controla ambos espacios. Todo se reúne: el estrés social por despidos de trabajadores de confianza del gobierno estatal con métodos despóticos; la falta de pago de trabajadores estatales; los trámites detenidos con cientos de afectados por ausencia de responsables institucionales en múltiples dependencias y la inmovilidad en la 64 Legislatura. Esto augura un serio problema de legitimidad del gobierno que apenas se estrena. Este mes ha sido el reinado del caos.