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viernes, 26 abril, 2024
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Vrases

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Por: ÓSCAR GARDUÑO NÁJERA •

Estamos frente a una primera propuesta narrativa de un joven autor. Y “Vrases” (Editorial DIBRARNI, 2021) de Miguel Ángel Diaz Barriga N., tiene los parámetros justos para convertirse, de hecho ya lo es, en una muy buena novela. Si ustedes son de los que gustan de aquellas novelas acerca de asesinos que son fallidas porque de entrada ya se sabe quién es el asesino, no lo van a encontrar en “Vrases”: por el contrario, el suspenso se mantiene a lo largo de sus pocas páginas, recordemos que se trata de una novela breve, mantiene atrapado al lector hasta el final y es aquí donde vamos a dar con una muy buena sorpresa: ese tipo de cartas bajo la manga que saben emplear muy bien algunos autores, y Miguel Ángel Diaz lo hace. 

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Tengo una creencia literaria en cuanto a construcciones narrativas: me parece que los narradores en primera persona deben tomarse con pincitas porque se te pueden salir de las manos y resultar inverosímiles. Es cuando aseguramos que el personaje o su voz narrativa es poco creíble porque en algún momento muy fino de la novela o del cuento el autor consigue filtrarse y de esta manera traicionar a su propio personaje.  

Pocos son los autores que realmente saben tratar con este tipo de narradores, F. Scott Fitzgerald es un muy buen ejemplo. Y en “Vrases” Miguel Ángel nos propone explorar los distintos planos narrativos a través de una voz narrativa que como lector te puedes cuestionar durante buena parte de la novela, pero que ya casi al finalizar comprendes cómo está construida esa voz y lo bien que el autor la supo emplear para darnos una sorpresa en cuanto a la perspectiva del desenlace. 

Estamos frente a un asesino. Sin embargo, no se trata de cualquier tipo de asesino: el vulgar y corriente que mata sin justificación narrativa alguna. En primer lugar está el status social del personaje. Se encuentra en un punto donde tanto por su edad, como por su trabajo, puede pasar totalmente desapercibido frente a los ojos de quienes ven en él a un viejito ya sin muchas ganas de vivir, aunque no por eso totalmente desesperanzado o en completo abandono. Dentro de la jovialidad del viejito (vamos a llamarlo así) está la de resguardarse en una sociedad que tiene una muy importante característica: se apiadan de los viejitos como él y por lo tanto ellos pasan totalmente de largo de cualquier sospecha. Y si se trata de asesinos más. Para ellos, los que están fuera del contexto de este personaje principal, jamás se les ocurriría que un viejito así pueda ser un asesino, y no obstante lo es, tiene su vocación, su metodología de acción, todo al parecer lo tiene perfectamente calculado excepto por uno de esos inimaginables detalles que el autor consigue clarificar. 

El peso de la propuesta de “Vrases” es el adecuado al tratarse de una novela breve. No me puedo imaginar una novela mucho más amplia porque sé muy bien que el andamiaje narrativo no hubiese soportado tanto, terminaría por reventar y quedaría en una muy mala novela de esas donde matan y matan sin justificación alguna y con un personaje completamente caricaturesco. “Vrases” no funciona de esa manera: se da la oportunidad de moverse dentro de la basta imaginación de un asesino al que no por estar viejo deja de funcionarle a la perfección ese tino de maldad que también se encuentra totalmente justificada. 

Por lo regular, cuando se trata de una novela que trata de un asesino, al autor se le pasa recalcar las voces de las víctimas. Para algunos las víctimas son entes inertes a la espera del asesino: sin vida, sin inquietudes, sin pensamientos propios. No, están ahí solo aguardando a que el asesino llegue por ellas y punto, se acaba la novela, ya podemos leer algo mejor o disfrutar de nuestra mejor serie. Y “Vrases” tiene un punto extra en esta parte: está construida desde dos perspectivas, la del asesino (sin que se deje al descubierto lo que no se tiene que dejar al descubierto) y la de una especial víctima que hace, a su vez, de narradora, pero, lo repito, con unas cuantas sorpresas que son las que terminarán por conseguir que aterricemos en el desenlace, ahí donde el novelista consigue atar todos los cabos sueltos. 

Miguel Ángel Diaz Barriga N. es un muy joven narrador que aún tiene mucho camino por andar y muchas lecciones que aprender. El prólogo de la novela lo escribe Mauricio Carrera, autor que sabe mucho de literatura y de escritura, él mismo es un gran narrador, y quien no duda en asegurar la muy buena propuesta de Miguel. 

Hay que entrar a “Vrases” así: es una primera propuesta de un muy joven autor que narrativamente ya lleva buena parte del camino andado. Sabemos que con el tiempo y con el trabajo que haga con su escritura conseguirá, tal vez, propuestas mucho más grandes, se atreverá, se aventurará a buscar nuevos horizontes narrativos. Y lo anterior no quiere decir que “Vrases” sea una mala propuesta narrativa, no se confundan, por favor, pero cuando se trata de primeras odiseas de un autor hay que apreciarlas con otro enfoque. No digo que no se le exija el trabajo que se le exigiría a un autor ya con más desarrollo, sino que muchas de las dudas y de las búsquedas de un autor que apenas inicia pueden ir variando, apenas están en proceso de construcción, en ocasiones, incluso él mismo parece poco a poco ir aprendiendo de sus propias experiencias narrativas. 

Con novelas como “Vrases” se debe tener mucho cuidado cuando se habla de ella porque sin querer puedes dar adelantos al autor, dar los cabos para que el lector de esta columna sea quien los amarre y pueda llegar en una de esas incluso a estructurar la novela con tan solo unos cuantos detalles, como los que he señalado en esta entrega. Tras de esos detalles hay mucho más de literatura y de novela, de personajes y de características sociotípicas del asesino, de un desenlace que es a la vez una sorpresa para el lector, pero que queda plenamente justificado, amarrado. Así que denle una oportunidad a “Vrases” y admiren lo complejo que es manejar narrativamente a un personaje como el que Miguel Ángel nos propone.   

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