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martes, 7 mayo, 2024
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La designación providencial de Manlio Fabio

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Por: QUITO DEL REAL •

  • El son del corazón

La ausencia histórica de vida partidaria, la carencia de reflexión política y de ideología, la tradición de hacer una conjunción de intereses económicos donde debe haber un despliegue de energía humana dirigido a reconstruir el país, pretende hacer del nombramiento de Manlio Fabio  Beltrones Rivera, para dirigir en los próximos meses o años al PRI, una designación oportuna que nada tiene que ver con el estado real que guarda actualmente ese instituto político.

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La decisión del presidente de la República destapó de inmediato una olla de mitos, donde solo un hombre, al que se le adjudica poseer una varita mágica, a fuer de supuestos talentos inconmensurables y de un hipotético fichero mental que da pánico soñar, despertó un gran entusiasmo, sobre todo en el sector marginado por las decisiones infranqueables del grupo etéreo de Toluca y por la contención de los inútiles jóvenes neoliberales que cubren los puestos del gabinete presidencial.

 

La dificultad de abrir el ostión

En efecto, la gente que proviene de las filas partidarias y de negocios del Estado de México, hoy constituida en secta cristalizada, no pudo mantener inalterable el control político de su partido y, ante las presiones de las variadas crisis que vive el país, atendidas sin destreza por quienes toman las decisiones más trascendentes, evidenciaron la gravedad del espacio abandonado por dirigentes sucesivos que ignoraron la idea de lo que es un partido político.

Beltrones Rivera sólo es un militante más, con talentos y fórmulas que lo distinguen de la mediocridad generalizada, ideológica, política y operativa, que remarca la decadencia del PRI. Beltrones es un personaje que, efectivamente, esperó de manera taimada y paciente en este periodo; acaso pensó que la sola carencia de cuadros relevantes al interior de ese instituto político, lo empujaría con éxito hacia la anhelada nominación, pero con la aguda conciencia de ser sólo un hombre más.

Quienes de inmediato lo adornaron con atributos extraídos de la magia y la divinidad, deben entender que la hoja de vida del nuevo dirigente nacional del PRI está construida, ciertamente, por militancia, nombramientos y posiciones de elección popular. Pero  considerar que con su dirección garantiza la puesta en marcha de un partido en ruinas, con todo lo que ello implica, como por ejemplo revertir la grave carencia histórica de vida política interior e impulsar una autocrítica profunda que ponga en claro su uso como agencia de colocaciones y negocios, y destacar su inutilidad como centro de ideas y elaboración de política, es una visión inocente que nada aporta y poco aclara acerca del personaje in comento.

 

El deterioro y el tiempo perdido

La verdad es que ese partido, con Beltrones o sin él, continuará en su disminuida trayectoria, cuya sustancia inerte revela que, al contrario, su naturaleza opera a favor de intereses económicos particulares o de grupo muy específicos.

El PRI de Beltrones no será garante para afrontar una lucha cuerpo a cuerpo contra la corrupción que penetró el  tejido de esa organización, ni podrá convertirse en factor de nuevas ideas y debates de altura, para rescatar la soberanía nacional. El nuevo dirigente no podrá aportar ideas con espíritu nacional en temas acerca de la energía o la educación. A pesar de ser economista, se impedirá lucir un basamento teórico novedoso y un programa que nos ubique como  proyecto de nación independiente. ¿Qué factores originales, a favor de la nación, podrían identificarse en un personaje que, desde su nueva posición de presidente nacional del PRI, seguramente se transformará en comparsa del ideario neoliberal que sostienen los faraones mexiquenses que lo ungieron y que, como es evidente, lo van a cercar?

Es imposible que este ángel providencial pueda impulsar una regeneración política y organizativa del PRI. Son demasiados los lobos hambrientos que pululan en el interior de esa estructura y muchos más los dedicados expresamente a mantener, por cualquier método, el estado de cosas públicas que les garantiza su hegemonía política y su gran poder económico.

Si Roma no se hizo en un día, Beltrones no podría completar, en lo que resta del milenio, la reorganización de una entelequia postrada como botarga desinflada, ausente de por vida de las funciones esenciales de un partido nacional, constituido por ciudadanos libres y con ideas de soberanía nacional, de democracia y de justicia social.

 

La verdadera magia de Manlio Fabio

Olvidemos desde hoy la posibilidad reconstructora de Manlio Fabio. Él sólo es su circunstancia. Sin embargo, es posible que, ante el preocupante ascenso de Manuel López Obrador, Beltrones encuentre una veta extraordinaria para convertirse en factor imprescindible.

A nadie le puede pasar inadvertido el valor del hipotético cúmulo mental del nuevo dirigente, cultivado en décadas de labor, donde se podrían hilar y sumar infinidad de hechos y relaciones, a veces punibles, de los políticos que se proponen como alternativa en las lides electorales del presente.

En este caso, los antecedentes del “Peje” suenan a deliciosa sinfonía. Pueden ser muchos y variados. Es posible que el resultado de las recientes encuestas, que lo muestran como promesa en ascenso, frente a la inmovilidad o tendencia descendente de las demás opciones partidarias, haya sido un elemento no despreciable para decidir la opción de Beltrones Rivera en el PRI. ¿Por qué? Porque sólo él puede parar o disminuir, gota a gota, la trayectoria triunfal de Andrés Manuel López Obrador.

Hoy que las crisis partidarias se han puesto de moda, parece que el PRI decidió concentrarse en el enemigo principal. En este escenario, López Obrador podría ser desarmado no con las armas de la política partidaria, sino sólo con la herramienta de los hipotéticos testimonios secretos que, debidamente ordenados, acechan en la mente de Manlio Fabio.

La posibilidad anterior no ha sido mencionada, o detectada, por los infames gacetilleros que hacen su agosto desde las páginas de los periódicos comerciales más reconocidos por su estulticia. Por supuesto, mi reflexión es puro ensayo de escenarios, pero quién quita y puede ser un nudo aclaratorio de los eventos futuros.

El PRI está impedido para derrotar políticamente a una organización construida a través de los últimos diez años, dirigida por un líder que ya recorrió varias veces el país, que mantiene una vida partidaria compuesta por estructuras dinámicas que se movilizan y que, esto es acaso lo más trascendente, mantiene una reflexión permanente, con ideario y teoría, y un discurso político consolidado.

El PRI no puede, sin dar un giro contundente y progresista a sus planteamientos principistas y programáticos, desbaratar las posibilidades de la única organización alternativa que se propone reconstruir a la nación. El PRI ha perdido mucho tiempo, carece de hombres e ideas eficaces para emprender un combate político leal.

Pero Manlio Fabio Beltrones Rivera puede pensar diferente. Está en su derecho. A él sólo le bastaría aplicar, golpe a golpe, el contenido de sus hipotéticas tarjetas amarillas, para reducir ante la opinión pública el liderazgo de López Obrador. Es posible porque, para la tradición priísta, hacer política nada tiene que ver con las ideas y el debate, pero sí con la maniobra, la conspiración y el golpe artero.

Es claro y se antoja: Manlio Fabio no es reconstructor; quiere ganar elecciones, frenar a Andrés Manuel y ser presidente. ■

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