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sábado, 27 abril, 2024
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La marcha de la economía mexicana: la novena

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Por: JOSÉ ANTONIO ROJAS NIETO •

Ya tenemos los resultados financieros de Pemex al 31 de diciembre de 2023. En unos días tendremos los auditados. Los veremos con cuidado, pero se confirma lo señalado hace unos días, con base en los reportes al 30 de septiembre. ¿De qué se trata? De la regresiva tendencia de <<traspaleo financiero>>. De pasivos de largo plazo a pasivos de corto plazo, a resolver en no más de 18 meses.

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En descargo de la administración sexenal de Pemex, aclaremos que el volumen de endeudamiento de pasivos de 2023 es apenas 12 por ciento mayor en pesos y 21 por ciento mayor en dólares. Y dada la inflación acumulada de 2018 a 2023 en México y en Estados Unidos –29 y 21 por ciento–, en términos reales bajó un poco el endeudamiento en pesos y se mantuvo en dólares.

Esto en sí mismo –tener prácticamente los mismos pasivos– es polémico y controversial. Aparentemente bueno, pero no necesariamente, pues debilita las determinaciones de política pública de impulsar no sólo nuestra soberanía energética, sino también nuestra sustentabilidad, conceptos que, por cierto, deben ser afinados so riesgo de equívocos terribles. Y necesarios para superar los términos estrechos y ambiguos formulados por este gobierno. ¡Peor hubiera sido tener un mayor endeudamiento real, tanto en pesos como en dólares!, pero los números de cierre confirman la <<terrible transformación>> de pasivos de largo plazo en pasivos de corto plazo, fenómeno que debe ser explicado al Congreso y a la sociedad a la brevedad posible.

A finales de 2018, los pasivos a corto plazo participaban con 13 por ciento de los pasivos totales. Y los de largo plazo con el 87 por ciento complementario. Así, junto con las condiciones de pago –tasa de interés y amortizaciones convenidas– el corto plazo ejercía menos presión financiera que hoy.

A finales de 2023 acumularon 15 puntos más. Llegaron a 28 por ciento y los de largo plazo bajaron a 72 por ciento. ¿Cuál es la lógica de este <<traspaleo financiero>>? Bajar compromisos de largo plazo para aprovechar una oportunidad de cambio técnico, de fortalecimiento productivo o de compra de oportunidad de activos, entre otros.

Analicemos un poco los componentes de los pasivos a corto plazo y sus movimientos. La deuda financiera de 192 mil millones de pesos y 5 por ciento del total en 2018, llegó a 477 mil millones de pesos y 12 por ciento en 2023. Siete puntos porcentuales más.

La deuda con proveedores, de 150 mil millones de pesos y 4 por ciento en 2018, llegó a 360 mil millones de pesos y 9 por ciento en 2023. Los impuestos y derechos a pagar a Hacienda casi se triplicaron, de 65 mil a 150 mil millones, y su participación de 2 a 4 por ciento. Y el agregado de Cuentas y Gastos Acumulados, Instrumentos Financieros Derivados y Arrendamientos Financieros de Corto Plazo, se elevó de 50 mil millones de pesos a 139 mil millones, y su participación de uno a 4 por ciento.

Todo esto elevó estos pasivos de corto plazo de 447 mil millones de pesos en 2018 a mil 113 miles de millones en 2023. Esto explica el <<brinco>> del 13 al 28 por ciento en los totales anuales de estos pasivos de corto plazo. Creo que se trata –lo confirmaremos– de uno de los momentos de mayor presión financiera a corto plazo de Pemex.

Y exige no sólo su explicación ya de cara al nuevo gobierno, sino una justificación muy racional. ¡En principio, no debiera repetirse más! Cierto, debe valorarse en su justa dimensión la disminución de los pasivos de largo plazo. Para ello es preciso analizar las tendencias resultantes del servicio a la deuda. Pero, asimismo, presentar y justificar ampliamente lo que hemos llamado acciones <<productivas>> del endeudamiento. Si las hay.

Pero –insisto– no debiera repetirse más. De veras.

NB: Cuando abordemos el análisis del estado financiero de CFE deberemos integrar las consideraciones obligadas sobre la adquisición de los activos de Iberdrola. Siempre pensando en las diferencias sustantivas entre su valor en libros, su valor razonable (supuestos establecidos y costo de reposición), su valor económico (flujos de ingresos estimados) y, finalmente, su valor político, que sin duda lo tiene. El siguiente gobierno deberá analizarlo con detalle.

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