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domingo, 19 mayo, 2024
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Las otras migraciones (1)

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Por: Jorge Humberto De Haro Duarte •

Uno de los temas más referidos en nuestro estado y en el país sigue siendo el que se refiere al fenómeno migratorio. En especial a aquel que corresponde al que se deriva de la nueva postura administrativa del vecino del norte, con una postura un tanto discriminatoria contra los paisanos que se han aventurado a cambiar su modo de vida y asentarse en el susodicho territorio, mientras que acá, tanto país como estado parece ser que están analizando de más y resolviendo de menos. Porque mientras que éste es un fenómeno internacional que se da en todos los confines de la tierra, y en diferentes formas de origen, de expresión y tratamiento, aquí sólo se tienen ojos y razones para el que compete al derivado de la relación bilateral, siendo que aquí mismo se tienen un montón de asuntos en torno a este fenómeno y que no parece que se estén enfrentando con igual cuidado.

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Se habla de migración como algo más aislado de los que es, si se toman en cuenta todas las causas que lo originan y peor aún, el sinnúmero de eventos que origina, algunos reiterativos, pero muchos otros novedosos. Por tal razón, no siempre se está capacitado, a veces ni alertado sobre situaciones que ocurren frente a los ojos de todo el mundo sin hacerse nada hasta que arrasan todo lo que encuentran a su paso, como las crónicas de miedo y desesperanza que todos los días se suceden por todas partes. Parece ser una tarea más que importante en espera de una acción preventiva de alto nivel y lo único que se ven son los conciertos de palos de ciego que se manifiestan a través de discursos vacíos y bravuconadas por parte de los diferentes niveles de gobierno y de los ciudadanos mismos. En fin parece ser que sólo se quiere mirar con un cristal, el de la conveniencia, si se deportan tantos paisanos ¿qué han pensado para reincorporarlos a la vida social y qué hacer para compensar la parte proporcional de las remesas que estos ciudadanos aportan? Porque hasta la fecha, en un período similar, el gobierno anterior había expulsado un mayor número de mexicanos. Entonces no se hizo nada para acomodar dentro de la estructura social con apoyos para educación, salud y vivienda a los afectados y menos aún dentro de la estructura económica con programas de empleo o de apoyo a la producción.

Lo que sigue causando escozor es la indiferencia casi absoluta para arraigar a los ciudadanos zacatecanos a sus tierras, colonias, ciudades, escuelas, simplemente porque no hay manera de retenerlos con las tímidas oportunidades laborales, muchas de ellas semiesclavizantes que ocasionalmente se abren en los mercados de trabajo; es obvio que si existieran más oportunidades no habría qué preocuparse en la solución emergente al problema hipotético que plantea una deportación masiva. La bronca es que, fuera del discurso no hay nada tangible y si lo hay, pues no se ve que sea algo extraordinario; así que mientras no se vean tareas concretas que permitan evidenciar los esfuerzos con resultados, habrá que tomarlo, calmada y prudentemente como uno más de tantos petates que hemos tenido que soportar a través de la historia de la demagogia en el gobierno mexicano. Habrá que estar expectantes y enfrentar las consecuencias de la actual falta de acción, lo que será mucho más costoso que lo que significaría invertir ahora en diseñar planes de acciones preventivas confiables.

Y habrá que voltear los ojos hacia el espejo, puesto que así como causa pena ver los maltratos a que son sujetos los ciudadanos mexicanos, en nuestro país se actúa con una cruel devoción hacia los extranjeros que por necesidad geográfica tienen que utilizar el territorio nacional para cruzar la frontera norte. Los centroamericanos y caribeños no son recibidos con cortesía o humanismo ni se respetan sus derechos humanos y, lo peor de todo, el gobierno mexicano deporta muchos más centroamericanos que los mexicanos que son deportados por la Migra. Por alguna razón, todos estos datos se tratan muy opacamente y las evidencias sobre la actuación de las autoridades es rigurosa e inhumana. Sin querer entrar en suspicacias, no dejan de llamar la atención las quejas de millares de migrantes del sur que se aventuran no solo a los riesgos propios de un viaje incierto, sino a los peligros que significan algunas bandas criminales “especializadas” y la corrupción imperante en las autoridades de los estados que forman parte de su itinerario, no nada más las de migración. Una auténtica pesadilla para nuestros vecinos del sur y México haciendo un triste papel de hipocresía bipolar.

Habrá que diseñar una política migratoria con una amplitud de miras más amplia. Primero, cambiar algunas formas de funcionamiento local para arraigar a los ciudadanos zacatecanos a su tierra. Hay muchas formas de hacerlo, pero por desgracia, pertenecen a los rubros donde por razones irracionales, el gobierno federal y las camaritas han decidido empobrecer cada día más: la educación, la salud pública, la explosión demográfica, la protección ambiental, la cultura, la investigación y la ciencia.

Cuando estas son las áreas de recorte presupuestal, no debe extrañarse que las decisiones que se toman sean torpes, tendenciosas o bañadas de corrupción. No se le pueden pedir peras al olmo.

En otra ocasión se analizarán otras migraciones que tienen su impacto en la vida diaria del estado y sus municipios y pasan desapercibidas ante los ojos de todos.

Mientras, habrá que estar al pendiente del Festival Cultural de Zacatecas.■

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