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domingo, 19 mayo, 2024
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Entre la desaparición de personas y el totalitarismo.

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Por: RICARDO BERMEO •

“Aquí no se dan los cuerpos a sus madres…”.

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Robert Antelme

Las madres y familiares que buscan a sus seres queridos desaparecidos, son un verdadero símbolo de esperanza, en medio de esta tragedia que padecen miles y miles de familias, y nuestro dolor/país.

Recientemente fueron dadas a conocer  las estadísticas oficiales  actualizadas sobre  el número de personas desaparecidas, ahora están registradas 30, 942 personas desaparecidas. Habría entonces un crecimiento de  4,814 personas desaparecidas, desde fines del 2015, (con 26,128 personas desparecidas) a la fecha. En un comunicado, el Movimiento por Nuestros Desaparecidos en México, ha señalado, que ese aumento sigue siendo una cifra que refleja solo parcialmente la “gravedad de ese complejo problema”.

Como una compañera de Veracruz, lo expresaba en una reunión de familiares de desaparecidos, el 25 y 26 de febrero, en Cd. de México,… sabemos que las personas continúan  desapareciendo, y que también… “son muchas más las personas desaparecidas”. Eso mismo,  puede afirmarse, para prácticamente todo el territorio nacional, sin que -todavía-  podamos saber con precisión a cuanto puede ascender la cifra real.

En esa reunión, se puede constatar  “una sabiduría que brota de esa valiente y dolorosa experiencia vivida como mujeres y familiares”, lo constatamos en las mesas de trabajo  en torno a los siguientes temas: los problemas relacionados con el registro de personas desaparecidas; todo lo relativo a los problemas vinculados a los temas en materia forense;  o, en aquello  que viven los familiares a lo largo de esa terrible, ardua y dolorosa búsqueda, desde problemas de salud,  psicológicos,  económicos, educativos, laborales, un cumulo de enormes dificultades para sobrevivir y poder al mismo tiempo continuar con la búsqueda de sus seres queridos.

Tanto las cifras, como los temas mencionados,  apuntan a situaciones tan extremas, que,  para poder pensarlas, parece necesario “tomar distancia”. Para poder lograrlo,  puede ser útil  recurrir a los testimonios  de otros hombres y mujeres que han  vivido algunas de las más terribles tragedias humanas.  Ellos, muchas veces,  nos ofrecen herramientas para pensar lo impensable, para tomar distancia de esa terrible inversión de la lógica que vivimos también en México, cuando, poco a poco, nos comienza a parecer habitual todo este horror cotidiano, cuando parecería que nos acostumbramos a vivir en medio de esta sangrienta pesadilla, sin acertar a enfrentar  con firmeza   la monstruosa “normalización” de tanta violencia  atroz  y cotidiana.

En ese mismo sentido, podemos leer los testimonios de los campos de concentración y exterminio nazis. En ese tipo de escritura, a mi juicio, podemos vislumbrar  al menos una parte de aquellas atroces experiencias que las cifras no pueden mostrarnos: 30,942 desaparecidos, 200 mil homicidios dolosos, más de 280 mil personas desplazadas por la violencia, más de 6 mil casos de tortura,  etc.

Vislumbramos parte de la crueldad, de los abismos de ignominia, que las cifras -por sí mismas-  son incapaces de  mostrarnos, así como también, aprendemos a “ver”… la  valentía, la solidaridad, el apoyo mutuo, que se nos oculta tras las cifras, y tras el lenguaje estereotipado que utilizamos habitualmente.

Para ejemplificarlo recurriré ahora al  libro “Holocausto y dignidad”, de Federico Lefranc Weegan, donde este autor, explora el concepto de dignidad humana, vinculada a la Declaración universal de los derechos humanos de 1948,  vinculándola directamente  a  los campos de concentración nazis.

Se trata de pensar, a través de ese rodeo,  algunas experiencias que vivimos en México. Veámoslo como una especie de  “esquema” donde se repiten formas de comportamiento, modos de hacer y de decir,  que no eran parte únicamente  de la vida dentro de los campos de exterminio, sino que se extendían también fuera de los campos, en el extenso  tejido social “nazificado”.

Lefranc, recurre a la obra de Robert Antelme, “La especie humana”, donde éste último, como testigo moral, sobreviviente de los campos de exterminio,…”da testimonio de  los sujetos de los campos, de cómo los kapos necesitaban fundamentalmente el desorden, aunque fuera provocado, para hacerse necesarios. La disciplina y la organización en realidad hubieran facilitado las cosas a los presos, pero así los kapos, no hubieran necesitado golpear y su situación se hubiera vuelto insegura. [Entonces, -y cita a Antelme-] “Provocaron y  mantuvieron entre nosotros con una saña y una lógica asombrosa, el estado de anarquía que les era necesario.”

Lefranc, retoma la reflexión sobre el “lenguaje del nazismo” de  Victor Klemperer, filólogo judío, otro testigo moral sobreviviente de los campos, para quien “el medio de propaganda más poderoso del nazismo lo componían palabras aisladas, expresiones, formas sintácticas, repetidas millones de veces”.

De Etty Hillesum, judía holandesa, quien dedicó su vida a los otros, y por ello fue -finamente-  víctima del genocidio nazi… Lefranc menciona esta  cita…. “Hay un típico fenómeno común: todos creen que su caso obedece a los infortunios del azar; estamos muy alejados de una conciencia histórica”

Inquietantes paralelismos.

 

 

 

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