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sábado, 27 abril, 2024
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¿Delegados federales o gabinete ampliado?

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Por: RAYMUNDO CÁRDENAS VARGAS • Araceli Rodarte •

La reciente designación del nuevo delegado de la Secretaría de Gobernación del Gobierno Federal en Zacatecas, siguió el mismo patrón observado en las designaciones de los delegados del resto de dependencias federales: las personas designadas pueden ser consideradas como parte del equipo del titular del Poder Ejecutivo del estado. Con ello se puede afirmar que el presidente Enrique Peña Nieto abandonó el criterio vigente por décadas en los gobiernos priístas, de enviar como delegados a las entidades a personas ajenas a las mismas y, por lo tanto, independientes del gobernante local; la idea dominante era que los delegados tenían como primera responsabilidad asegurarse de que en todos los estados se sintiera permanentemente la presencia del Presidente de la República y de sus colaboradores inmediatos, por lo que dichos delegados se conducían con un alto sentido de lealtad a los equipos de las oficinas centrales de sus respectivas secretarías. Muchos de ellos afirmaban con cierta soberbia “soy del equipo del Presidente, no del gobernador”.

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A partir del año 2000, durante los sexenios de los presidentes panistas Fox y Calderón, esa práctica cambió y las delegaciones federales en los estados no gobernados por el PAN, como Zacatecas, fueron utilizadas como plataformas de acción para militantes panistas locales que, en ocasiones, llegaron a rehusarse a tener una mínima coordinación con el gobierno local y a presentarse en los municipios del estado como un gabinete paralelo. A partir del regreso del PRI a la presidencia, era de esperarse que retomara la práctica del viejo régimen pero no ha sido así; se ha preferido que sea el gobernador quien proponga los delegados, convirtiéndolos, en los hechos, en sus representantes ante las secretarías correspondientes de Gobierno Federal, y miembros de un mega gabinete local, con los problemas y ventajas que ello conlleva.

La ventaja evidente es la de que se hace posible una mejor coordinación para aprovechar los programas federales y propiciar sinergias con la mezcla de los recursos financieros y humanos federales y estatales, siempre y cuando haya un buen entendimiento entre los delegados y los secretarios estatales del mismo ramo; aunque en este escenario se actualiza la vieja propuesta federalista de eliminar las delegaciones federales trasladando sus atribuciones y recursos ala secretaría local del ramo, con lo que se evitaría la dualidad de mandos y se ahorrarían los recursos que hoy se destinan al funcionamiento de las delegaciones.

La principal desventaja, también bastante obvia, es que los equipos centrales de las distintas secretarías federales no traten a los delegados como uno de los suyos, como parte de su equipo, y broten los problemas y dificultades propias del trato con extraños. Ese riesgo se incrementará en los casos de los delegados “del gobernador” que no tengan experiencia administrativa ni el oficio político necesario para tratar con los pesados aparatos burocráticos existentes en la mayor parte de las dependencias federales. Como se ve, la moneda está en el aire y pronto se verá si pesaron más las ventajas que las desventajas.

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