19.8 C
Zacatecas
sábado, 18 mayo, 2024
spot_img

Romero: beatificación de la lucha por la justicia

Más Leídas

- Publicidad -

Por: SIMITRIO QUEZADA •

  • El canto del Fénix

“La misión de la Iglesia es identificarse con los pobres, así la Iglesia encuentra su salvación”. Esas palabras no son mías, sino del hoy beato Óscar Arnulfo Romero, obispo que simpatizó, dentro de la Iglesia católica latinoamericana, con la doctrina para dar justicia social a los que menos tienen, y que fue asesinado a balazos en 1980 en El Salvador mientras celebraba misa.

- Publicidad -

Muchos idealistas, no todos necesariamente católicos, nos hemos alegrado con la reciente beatificación de Romero no sólo por el reconocimiento mismo que la Iglesia católica otorga a quienes considera oficialmente ejemplos de vida y veneración, sino también porque el tiempo político en El Vaticano ha permitido al fin lo que hace veinte años, con Karol Wojtyla, era impensable: la beatificación de un cura ligado a la Teología de la Liberación.

Quiérase o no, con la beatificación de Romero se beatifica también la búsqueda de la justicia y la atención a los que menos tienen. Con este acto se reconoce como digna la opción preferencial por los más pobres. No sólo se eleva a los altares a un hombre, sino a toda una causa: la que llegó a ser satanizada cuando se le calificaba como “mero comunismo desarrollado por algunos sacerdotes”.

Con todo, persiste el resentimiento de algunos: ¿Por qué pudo obtener primero la beatificación el fundador del Opus Dei, el español José María Escrivá de Balaguer? Quizá la pregunta es ingenua, sobre todo si consideramos cómo los Opus y Legionarios de Cristo fueron desplazando a los Salesianos en la estructura de El Vaticano, sobre todo en las áreas de comunicación.

Como quiera que sea, Romero el jesuita es ya beato. Se valen las sonrisas socarronas: por supuesto que en este proceso influye el hecho de que Jorge Bergoglio, actual pontífice Francisco, es también jesuita.

Como quiera que sea, Romero el pastor de las ovejas más desatendidas es el primer arzobispo latinoamericano mártir. Y no dentro de una guerra religiosa, como fueron beatificados más de veinte sacerdotes mexicanos, sino dentro de la caótica dinámica de la guerra civil salvadoreña. Con esto quiero dejar muy claro que los motivos de Romero fueron más allá de defender a únicamente a los católicos: la Teología de la Liberación procura el bienestar y la dignidad de todos, independientemente de su credo.

Romero bien puede ser el beato de los inconformes, a quienes ni el mismo catolicismo basta. Romero es el mártir que da testimonio no sólo de Jesús de Galilea sino también de la sociedad dolorida y abusada por los poderosos e incluso los conservadores, las llamadas buenas conciencias, los estúpidos que todavía se dan el lujo de autorreferirse en los discursos y entrevistas como “nosotros, los bien nacidos”.

Me encanta la idea del Romero odiado, envidiado o grillado por sus colegas obispos. Me encanta la idea de ese Romero no armando guerrilleros, como muchos de sus detractores sugieren, sino entregando a todos el arma más poderosa frente a la desgracia: la maldita y dura esperanza.

Me encanta el apostolado social de Romero. Ante ese contexto salen sobrando la sotana y el solideo que vistió. Necesitamos obispos muy hombres, cristos muy humanos, sacerdotes a los que les suden los sobacos por construir con el pueblo, y lo escribo en el sentido más literal. Me pronuncio a favor de los curas que promueven sociedades cooperativas y asambleas participativas, los de sotanas arremangadas que privilegian una cultura de los acuerdos por encima de un sistema de obediencias como lo ha sido la Iglesia misma. Además vomito sobre los curas que hacen negocios para beneficiarse ellos mismos.

Me declaro admirador de Óscar Arnulfo Romero, a quien he seguido desde 1988, y no por su beatitud sino por su solicitud. Sacerdote solícito, generoso y solidario, que hace que Cristo esté en Latinoamérica para darle vida en medio de tanta muerte, e incluso a partir de tanta muerte.

Que viva Romero, pero no tanto el que dicen que está ahora en los cielos, sino los muchos Romeros que hoy prosiguen en la tierra dando más que tierra a los peregrinos atacados por tanta pobreza y olvido de todos. ■

 

[email protected]

 

- Publicidad -

Noticias Recomendadas

Últimas Noticias

- Publicidad -
- Publicidad -