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domingo, 19 mayo, 2024
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Heroica ciudad de Zacatecas, la ciudad de la furia y las culturas milenarias

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Por: MIGUEL ÁNGEL AGUILAR •

  • Historia y poder

La noche del 25 de junio de 1914 la ciudad se iluminó con los siniestros resplandores de las hogueras humanas repletas de cadáveres que mugían de olores fétidos pero también de un heroísmo de proporciones catastróficas pues cerca de 10 mil cuerpos yacían por sus calles en medio del luto, el llanto, la victoria de unos, la derrota de los muchos.

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Felipe Ángeles, el general  que enfrentó directamente junto al “simpático” zacatecano Pánfilo Natera la Toma de la ciudad sitiada por unos y otros, apuntaba en sus diarios todo detalle, que si había caído la lluvia en los días anteriores, que si sus magníficos trenes tuvieran mantenimiento, que si las tropas descansasen lo necesario, que se evitaran los saqueos y asesinatos a mansalva y mientras, los pobladores  zacatecanos trataban de reiniciar su vida cotidiana con sus oídos aun lastimados por lo estruendoso de las ametralladoras y la aterradora explosión del antiguo Palacio Federal que fue detonado por los propios Huertistas como venganza final a su derrota.

Heroica ciudad de Zacatecas:  ni por donde ir a conseguir el sustento de la vida cotidiana, reconstruir, abatir las ignominias, postular otros desencantos, hacer hogueras para evitar las pestilencia en donde casi mil caballos fueron también incinerados, muchos a un lado de excombatientes de ambos bandos en donde “los ojos estallaban” al fragor del fuego, iluminando la ciudad con mas de 100 hogueras que fueron la pesadilla de niños y niñas y de muchos que difícilmente olvidarían tan importante suceso nacional.

Todas las casas de Zacatecas sufrieron una tremenda sacudida, por un momento “llegó a creerse que la ciudad entera, dinamitada, volaría en miles de pedazos” y mientras huían en desbandada los demás quedaron, humillados, vencidos, prisioneros y “la ciudad entera estaba regada de cadáveres, a gran prisa se incineraban los cuerpos de animales y hombres en horrorosa promiscuidad” dicta  Ignacio Muñoz, un ex militar huertista que apuntaba todo detalle y quien, ya terminada la batalla, por el Portal de Rosales fue detenido y luego casi a punto de morir fusilado por el viejo y célebre paredón de la antigua estación de trenes, fue salvado de milagro por la incursión repentina de Felipe Ángeles buscando a su sobrino.

Robusta la celebridad de los villistas, opaca y depresiva la de los fieles soldados que solo querían mantener a sus familias “trabajando” como oficiales “pelones” del ejército federal. El huevo de la serpiente.

Nuestra ciudad no sólo enfrentó y aguantó las asonadas militares que le dejaron huellas como grandes cicatrices, también las invasiones, las epidemias, las hambrunas y los diluvios y sequias, sino también la colonización cultural, la algarabía del que prometía y cumplía, su devoción religiosa, su autoridad y fortaleza imponiendo una soberanía irrepetible, el milagro de los descamisados siempre en lucha con los nervios por alcanzar el pan tan esperado, el agua limpia, el aire puro.

Desde que los colonizadores españoles supieron a través del inolvidable cacique zacateco Xiconaque que en el cerro de la bufa estaban los verdaderos reyes naturales indígenas de estas tierras, los Zacatecos, nuestra ciudad empezó a crecer y a expandir su nombre por el mundo entero y bajo el grito de guerra de sus entrañas: ashcanquema  tehual  nehual, “hasta tu muerte o la mía”. ■

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