En los años 70, cuando la emergencia de visones críticas entró a las aulas universitarias, el viejo positivismo del orden y el progreso fue sustituido por teorías que se cuestionaban por la liberación y la justicia social, y en lugar de pensar en el orden por sí, discurrían en torno del concepto de emancipación. En esos años, los jóvenes dejaron de practicar divertimentos vacíos alrededor de la humillación del noviciado de los recién ingresados, para ocuparse en el reclamo en participar en los órganos de gobierno de la institución, además de hacer la crítica profunda a todas las formas institucionales: escuelas, familia, hospitales o cárceles. Y de las relaciones sociales que se reflejaban en la pobreza del campo y los cinturones de miseria urbanos. La participación de los jóvenes en la vida académica y de gobierno universitario, pasó a la participación en la vida de las injustas estructuras sociales. El marcador de este gigantesco cambio de actitud de los jóvenes estudiantes fue el abandono de las novatadas y los festejos de las reinas escolares y su incorporación a las marchas de apoyo a las luchas campesinas: de rapador de cabezas a activista social.
Ahora, la misma actitud de los estudiantes vuelve a funcionar como marcador político-valoral: el regreso de las novatadas se hace en un contexto en el cual no hay organización independiente de los estudiantes, el regreso del individualismo ético y la ausencia de compromiso con causas sociales justas. Observamos otra vez a los jóvenes (incluyendo profesores de estas edades) pensando en la diversión inmediata, en las viejas formas de reconocimiento escolar y el abandono de temas como emancipación o justicia social y el desconocimiento de los derechos humanos. La sociedad del jardín: confort, consumo e individualismo posesivo. Las únicas agrupaciones que hay de estudiantes organizados lo hacen alrededor de grupos de interés, incluso de corte partidario. Algunos de ellos, como en el caso documentado de la escuela de Derecho, hatos de estudiantes porriles que intimidan a la oposición y difunden las estrategias del miedo contra la diversidad. Se entrenan para un sistema político corrompido y abusivo, donde la prepotencia del poder se convierte en finalidad. Valores alejados de la solidaridad y el compromiso ético con-el-otro. Regresa el viejo positivismo y las antiguas doctrinas económicas sólo que disfrazadas con matemáticas. Escuelas como la de Contabilidad trabaja con las fundaciones de Tv Azteca, y la de Minas con los corporativos de Slim. La escuela de Economía abandona la teoría crítica y se entrega al neoliberalismo y la escuela de Derecho es controlada por grupos del sistema. Todo ello acompañado del acoso sexual más vergonzoso. Las emergencias de estudiantes con valores sociales solidarios y visones teóricas críticas, son pocos y en franca minoría. Lo mismo con los profesores, que ahora son un alto porcentaje de jóvenes: luchan por su individual colocación laboral aunque eso signifique entregarse a ciertos amos que se autonombran de izquierda, como el caso de las preparatorias, que convierten a sus alumnas en edecanes. Y le sacan ventajas a la sumisión política en el libre incumplimiento de las labores docentes. El evento de la escuela de Minas fue, por tanto, altamente revelador de lo que ocurre en la Alma Mater, porque se puso de manifiesto el retroceso grave y toda una constelación de actitudes y valores a través de un marcador: la novatada.
