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viernes, 26 abril, 2024
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Daniel Viglietti, in memoriam

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Por: Mauricio Flores •

  • Tenemos que ir cambiando este cambio nuestro

Lo haremos tú y yo,

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nosotros lo haremos,

tomemos la arcilla

para el hombre nuevo.

 

La repentina muerte del cantante y escritor uruguayo Daniel Viglietti (1939-2017), recibida como un fregadazo, una herida sobre otra, cuando apenas comenzaban a sanar otros descalabros, y cuando hace qué tiempo, serán tres meses, su presencia en la gran ciudad refrendaba las ganas de seguir adelante y de no dejar de lado alegría y memoria, me conduce a los escondrijos de lo bueno. La pulcra sencillez de su presencia, la dignidad manifiesta en sus actuaciones, la responsabilidad en la carga de los años, la esperanza puesta en nuevos proyectos…, por no citar el montón de entrañables reacciones generadas a partir de esta-otra-mala-noticia, ubican frente a mí a un Viglietti muestra de los hombres buenos.

A no sé bien las cuántas veces que estuve en sus presentaciones. Importa la intensidad no las ocasiones. Lo mismo en escenarios mayores, como el Auditorio Nacional o la Sala Nezahualcóyotl, que en foros universitarios, plazas o en la radio, donde también mantuvo una presencia constante. Y me lleva además a uno de esos libros que causas y azares los colocan en un sitio de consentimiento y especial aprecio entre los demasiados libros, dixit Zaid. Libro muy querido por el tiempo y el espacio en los que llegó a mis manos (bien pudiera aquí reseñar otras consideraciones acerca del mismo, y no lo haré).

Hablo de Daniel Viglietti, desalambrando, de Mario Benedetti, Seix Barral, Argentina, 2007, y que ante el desasosiego que provoca la muerte de Viglietti, tendré que citar en extenso; manera de reivindicar por siempre esa imagen de hombre bueno que siempre éste me proyectó.

 

  1. Daniel Viglietti, como artista y como hombre, tiene una trayectoria que, en más de un sentido, es representativa de la evolución experimentada por toda una promoción uruguaya, vitalmente sacudida por el acontecer nacional y latinoamericano. En 1959, cuando triunfa la revolución cubana, un hecho decisivo que transforma no sólo la isla del Caribe, sino a toda América Latina, Viglietti tiene sólo diecinueve años…

 

  1. A quien haya no sólo oído sino visto a Viglietti en cualquiera de sus recitales, ya sea en locales cerrados o en espectáculos abiertos, le consta que este autor e intérprete es algo así como la contraimagen de las grandes vedettes de la canción popular. Jamás un gesto demagógico, o una búsqueda indecorosa del aplauso, o un desplante facilongo para lograr la adhesión ruidosa y enfervorizada o una concesión que lo lleve a aflojar el rigor artístico…

 

  1. Dice Viglietti: Descubrir México fue para mí una gran alegría. Significó mi primer reencuentro con América Latina, desde mis primeros tiempos en Francia. Abro los poros a tanta música, a tantas imágenes, soy todo oídos y no paro de grabar y sacar fotos. Tuve la suerte de contar con la orientación del arquitecto Rubén Ortiz, músico de alma, uno de los fundadores del grupo Los Folkloristas, quien a cada paso me contaba franjas de la historia de su país. El Museo Frida Kahlo me fascinó. Guardo borradores de canciones sobre ella…

 

  1. Decime Daniel, y pasando otra vez de lo colectivo a lo individual: ¿cuáles son tus proyectos en medio de tu devenir?, le pregunta Benedetti. Contesta Viglietti: Empiezo por algo previsible, un disco nuevo, lo que siempre es como un misterio, como un nacimiento, no sin desasosiegos, no sin dudas, pruebas y repruebas. Vos conocés muy bien eso por tu oficio de escritor, Mario. La necesidad de tener más tiempo cuando en realidad hay menos, porque la vida se va complicando y se hacen muchas cosas. A veces yo siento que el trabajador del Tímpano o del Párpado le tocan el hombro al de la voz y de la guitarra, y le piden prestado un poquito más de tiempo. O el cantor les dice a esos otros que no le distraigan al músico… En fin, todas esas tareas, esas franjas horarias, esas otras agujas del reloj que se superponen… O los sueños diurnos, que siguen ahí en uno: escribir un libro…

 

  1. Prosigue Viglietti: Sí, alguna vez te he comentado de mis ganas de escribir algo propio, porque escribiendo me siento cantando o haciendo programas, me gusta. Aunque no sé qué resultará. Son como almácigos que llevo conmigo, que tienen que germinar, que tienen que crecer. Crecer y seguir cambiando, también con autocrítica, con modestia. Y me acuerdo así de golpe, de ese pasaje de nuestro dúo, cuando terminamos cantando juntos aquello de que “tenemos que ir cambiando este cambio nuestro”… Podríamos terminar así, ¿no te parece?

 

  1. Algunas opiniones sobre Daniel Viglietti:

 

Julio Cortázar: Su música se presenta como un mensaje penetrante, durable y eficaz porque nace de una comunicación profunda con la conciencia y la sensibilidad del público. Viglietti va hacia ese público por el doble camino de la melodía y de la poesía y encuentra la respuesta que merece: una confianza plena en ese mensaje de rebelión, en ese llamado a lo mejor de cada hombre y de cada pueblo.

 

Eduardo Galeano: Ocurre que Daniel es de los que cantan opinando, y en sus coplas que no tienen dueño pregunta a los presentes si no se han puesto a pensar. Con toda razón, muchos jóvenes rebeldes sienten que se expresan por su boca. El arte de Daniel no es inocente: con premeditación y alevosía libera palabras, enciende la capacidad de indignación y ayuda a revelar la realidad enmascarada.

 

Raimon: Es la voz que las fuerzas retrógradas quisieran que no existiese, es la voz que intentan escondernos, es la voz que debemos hacer nuestra porque lo es. Viglietti cumple, trabaja, actúa. Es una de las voces más auténticas de la gran familia de cantantes latinoamericanos.

 

Ernesto Cardenal: Ve al mundo como transformable, lo presenta como transformable en sus canciones y nos llama a transformarlo. Viglietti fue uno de los primeros en Latinoamérica en cantar al hombre nuevo.

                                              

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@mauflos 

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