Se dio cuenta que era el final. El cuerpo estaba livianito. Cirilo Pantoja no quiso hacer un recuento rápido. Ni recordar nada de nada. Ni sentir remordimientos ni culpas. Ni estar internado en sala general del hospital… Nunca pudo salir de la pobreza extrema… pero no le importó. Entonces escuchó la voz:
— ¿Y la Cheyenne, apá?