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lunes, 17 junio, 2024
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La idea de salvación en el Jesús histórico

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Por: MARCO ANTONIO TORRES INGUANZO •

En el cristianismo coexisten dos ideas de salvación distintas, por las dos fuentes que sobre el tema tiene: la idea anidada en la religión mistérica griega absorbida por las comunidades paulinas; y aquella que surge de la ola apocalíptica en tierra judía después de la revolución macabea y en pleno clímax justo en el siglo primero (tiempos de Jesús). La primera es la preocupación de salvarse de la muerte (librarse de la nada), y por tanto, promueve una solución trascendente postmortem en la idea de la inmortalidad del alma. Desde las revelaciones órficas hasta las reflexiones platónicas, ésa es la guía de las preocupaciones. La noción de salvación apocalíptico-judía es muy otra: aquello de lo que se quiere salvar es del mal, es librarse de la opresión que el pueblo judío se vio sujeto a lo largo de su existencia, liberarse de la pobreza y de la injusticia; por ello, la imagen del llamado Reinado de Dios, lo visualizan en el mítico reinado de David y su hijo Salomón: en ese tiempo fueron libres de otras naciones, fue un momento en el que se pertenecieron a sí mismos; de igual manera, fue un tiempo de abundancia donde todos alcanzaban para un vivir floreciente, y por último, experimentaron un gobierno de justicia gracias a la sabiduría salomónica. Las tres cosas juntas (se interpretó) ocurrieron porque las diversas tribus se juntaron alrededor de un poder unificado llamado Yahvé y constituyeron ya no diferentes tribus, sino un solo pueblo. Es decir, ese reinado sobrevino gracias a la unidad de las tribus, que a su vez se expresó en la conversión de múltiples Elohim (poderes divinos) a un solo Dios (Yahvé). En otras palabras: la unidad de pueblo es coextensa con el surgimiento del monoteísmo. Por ello, la libertad (auto-pertenencia), abundancia y justicia-sabia, fue un signo de dominancia o reinado de Dios. En suma, es la imagen de la salvación del mal en un proyecto político-biográfico: el reino de Dios en la historia. La resurrección está en esta dimensión de la salvación, porque en un mundo donde el justo es ajusticiado y el malvado vive poderoso, pues Dios interviene y reestablece el orden de justicia volviendo a la vida al justo y mandando a la nada al malvado. Por ello, la resurrección es un mecanismo del restablecimiento de la justicia en la historia por parte de Yahvé. Pues bien, para traer ese Reinado de Dios, hay un vehículo o un sujeto provocador: el mesías.

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Hay varias maneras en que los judíos imaginaban al mesías y las formas de la resurrección. Algunos creían que sería un profeta, otros un ser celeste tipo Elías, y unos más que sería un líder político e incluso un guerrero, lo cual coincide con la idea del mesías davídico. Pues bien, todo parece indicar que Jesús está en esta línea davídica: la entrada triunfal que hace en Jerusalén durante la fiesta de los tabernáculos (palmas), la hace encima de un burro a la manera de Salomón en su ungimiento como rey. Jesús esperaba la venida del reino por intervención de Dios, lo cual significaba que una injerencia divina iba a traer como consecuencia la liberación de Israel del poder romano (y cualquier otro), y donde él serviría de mediador. Porque también es verosímil pensar que efectivamente el propio Jesús creía tener funciones mesiánicas. En lo cual dedicó lo que para él era un tiempo definitivo en Jerusalén: lo que marca la llamada “semana santa” y que la tradición ubica como el tiempo de la pasión, en realidad no ocurrió en una semana; es muy probable que fueran al menos 8 meses, de septiembre (los tabernáculos) a la fiesta de pascua judía (abril). Es la actividad más fuerte del anuncio de que “el reino estaba muy próximo”, tan próximo que creía pasaría en esa misma generación. Sin embargo, pasó lo que pasó, y la intervención de Dios sobre la historia no ocurrió. Por el contrario, Jesús fue crucificado como enemigo político de Roma y cuestionado su papel mesiánico. Pero bajo la misma idea de resurrección que es la  justificación del justo, es que los discípulos experimentaron su resurrección. Todo lo cual, no sale de los márgenes de las creencias esenciales dentro del judaísmo. El cristianismo como religión separada del judaísmo no era aún concebida.

Siglos después, esas ideas apocalípticas judías formaron la idea de la historia de occidente: nos dio una mentalidad sensible a concebir a la historia con un sentido y la idea de la existencia de un sujeto que la mueve. Ideas que sufrieron secularización, fueron racionalizadas y llegan hasta nuestros días. Una escatología guía la historia y nuestros actos biográficos personales: dedicamos nuestra vida a perseguir un orden liberado de la opresión, la pobreza oprobiosa y la injusticia ignorante (producto de la irrealidad). Y miles de personas (sin importar confesiones) le dan sentido a su vida imitando al nazareno: anunciando y haciendo el reino de la libertad, la abundancia y la justicia que nace de la sabiduría. Al florecimiento de los hombres. ■

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