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martes, 7 mayo, 2024
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El trabajo degradante del mundo neoliberal

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Por: Óscar Alzaga • admin-zenda • Admin •

No eran colonizadores; su administración equivalía a

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una pura opresión y nada más, imagino. Eran

conquistadores, y eso lo único que requiere

es de la fuerza bruta, nada de lo que vanagloriarse

uno cuando se posee, ya que la fuerza no es sino

una casualidad nacida de la debilidad de los otros.

Joseph Conrad, El corazón en la tinieblas. 1902

400 años vivimos bajo la condición de trabajo de “mando y obediencia” que trajeron los españoles, que la independencia y la reforma no acabaron, y la dictadura porfirista de 34 años profundizó y llevó a extremos de degradación humana y sometimiento. Disponían del trabajo a su antojo y también de las vidas de los peones y mineros, como lo muestra Juan Rulfo en su inmortal Pedro Páramo y la película El Peñón de las Ánimas de Miguel Zacarías.

Por la huelga de Río Blanco, el dictador emitió un laudo presidencial el 7 de enero de 1907, que reiteraba la prohibición de las huelgas y los sindicatos, quedaban los obreros obligados a presentar sus quejas por escrito, cuando el 90% no sabía escribir. Prohibía a los menores de 7 años trabajar. Sería con la Revolución y la Constitución de 17 cuando empezara a cambiar esa situación, y hasta el gobierno de Lázaro Cárdenas cuando los derechos colectivos y sindicales fueran una realidad.

Lorenzo Meyer ilustra que de 1934 a 1940 crece el número de obreros sindicalizados de 300 mil a 900 mil, lo mismo, los contratos colectivos de trabajo (CCT) y los movimientos de huelga de 1935 a 1945. Siendo los más significativos: el del SME de 1936 que logró un CCT con bilateralidad y respeto en el trato laboral, así rompió la tradición de “mando y obediencia”. La huelga de la Comarca Lagunera de 1936 fue la base de la reforma agraria más importante del siglo XX en Latinoamérica, la huelga petrolera de 1937 fue el arranque de la expropiación del 18 de marzo de 1938. Luego en 1943 y 1944 se llevó a cabo el mayor número de huelgas de la historia. Y no olvidemos: las huelgas de 1935 fueron la base de la ruptura cardenista con el reaccionario callismo, la huelga de la Vidriera de 1936 puso en su lugar a los prepotentes empresarios de Monterrey, y la expropiación petrolera generó la mayor dignidad y orgullo popular y nacional del siglo XX.

Con Miguel Alemán vino el retroceso, cuando atacó la independencia de los sindicatos nacionales de industria con el ejército, perpetrando los charrazos en los sindicatos ferroviario, petrolero, azucarero, minero y otros 1946 1952, y obligando a la CTM a declararse anticomunista en el Cuarto Congreso de febrero de 1947. Sometió la política nacional a los designios de Washington. Pero aún bajo esa política, hasta 1981, no retrocedieron los derechos del trabajo adquiridos en los CCT y la Ley Federal del Trabajo (LFT), salvo los de la democracia y la libertad sindical. Los salarios mejoraron hasta 1976.

Los gobiernos neoliberales de rodillas ante las trasnacionales, que después vuelve a presidentes y funcionarios empleados de ellas.

Los tiempos en que dominan las fuerzas de la reacción son muy largos y llegan a frenar los avances, incluso a retroceder la historia.

Carlos Marx. 1857.

Será hasta 1982 y sobre todo de 1988, cuando retroceda México en todos los aspectos de la vida nacional, bajo la política neoliberal establecida hasta hoy, en base a tres fraudes electorales en 1988, 2006 y 2012. Al extremo de tener un presidente a favor de Trupm, el fascista que odia a México.

En México no hay malas leyes, el problema de fondo es que no se cumplen en materia laboral (al menos). Se intentaron varias reformas a la LFT de 1987 a 2012 -ninguna se logró-, y la hicieron el último día de Calderón. Pero las reformas intentadas y frustradas se aplicaron de facto, no de jure, por de la Madrid, Salinas, Zedillo, Fox, Calderón y Peña. Los contratistas crecieron desde 1994 como hongos, con ellos los contratos colectivos de protección patronal (CCPP), a la CTM -muerto Fidel- la deslizaron a la derecha y dejó de oponerse a la reforma laboral de jure y a la privatización de Pemex-CFE, como lo hizo de 1988 a 2012, pero en enero de 2013 el PRI reformó su estatuto para hacer las privatizaciones estructurales. La CTM traicionó sus ya maltratos principios y cambió de un sindicalismo oficial al patronal que es el pacta los CCPP, denunciados en la OIT. Hoy se trata la huelga como si fuera un delito, con la política “cero huelgas”, y no como un derecho.

El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) prometió los acuerdos laboral y ambiental que no cumplió, fue un engaño calculado desde el Banco Mundial. Ahora se repite con el Tratado Transpacífico (TPP) y su capítulo 19: promete la libertad sindical y la libre negociación colectiva.

La reforma laboral de 2012 destruyó el derecho de estabilidad en el empleo (la planta), sustituyéndolos por contratos eventuales, y los salarios caídos por despido injustificado, queda como premio al patrón para que reincida, reglamentó los contratistas, otorgó derechos igualitarios a las mujeres y obligó a hacer pública la información de los CCT y sindical. Lo cual no se cumple, salvo los retrocesos. Pero lo grave es que la LFT con reforma y el artículo 123 constitucional no se cumplen, se ha vuelto la peor costumbre de la sociedad. Porque degrada la vida nacional y el Estado de Derecho.

La política de topes salariales es a todas luces un incumplimiento de la Constitución porque impide la libre negociación entre las partes e impone una política irracional, ya que trata por igual a las empresas pequeñas, medianas y grandes que pagan el mismo aumento salarial, cuando la situación económica de cada una es muy diferente: beneficia más a las trasnacionales. Pero en conjunto es en detrimento de los trabajadores.

Los sindicatos blancos creados por los empresarios de Monterrey para su beneficio, secuestran las organizaciones, son ilegales. Pero hoy se  impulsa este tipo de sindicatos; los grupos Peñoles y AHMSA crean sus propias organizaciones, simulando su independencia. En toda la frontera norte, las maquiladoras y, en el centro del país, las industrias automotriz y autopartes cuentan con sindicatos patronales y CCPP, que reducen significativamente el costo de la mano de obra. Así, México ofrece al extranjero mano de obra barata, dócil, ilegal y corrupción, como nuestra ventaja comparativa en la competitividad y productividad global. Por eso siguen los bajos salarios.

Como se sabe, es un derecho de los trabajadores elegir a la representación sindical de su preferencia, para que sea el titular del CCT, cuya prueba es el recuento del voto de la mayoría, tal derecho es universal y forma parte de la libertad sindical. Pero aquí las autoridades impiden su ejercicio si es a favor de sindicatos independientes; no así, cuando es a favor de los blancos. Ya no existen en México sindicatos charros, ahora la mayoría son patronales y unos cuantos independientes, a eso ha llevado el neoliberalismo rampante.

En las industrias, más en la minera, petrolera, metalúrgica y eléctrica, que son la base de las otras industrias, crecen como nunca la contaminación y los riesgos en el trabajo en la historia, con daños a la salud y muerte obrera, daños a la naturaleza, a las personas, economías y al equilibrio ecológico. Vaya como un ejemplo, el absurdo de que por proteger a Grupo México, abandonan por 11 años los cadáveres de 63 mineros de Pasta de Conchos, para que no se sepa la verdad histórica ni se castigue a los culpables.

Lo cual se repite con el derrame de 40 millones de litros tóxicos de la mina de Grupo México en Cananea el 6 de agosto de 2014, “el mayor accidente ambiental de la historia”, que sigue un camino similar ya que solo remedios a medias aplican, no la remediación de los ríos, por tanto, siguen los daños afectando la salud de los pobladores, sus economías, ganado, agricultura y pesca. Todo para proteger al segundo millonario de México, Germán Larrea.

Porque en definitiva al neoliberalismo lo caracteriza la sobreprotección con que operan las empresas más poderosas del país, a costa de la población mayoritaria y en particular del valor del trabajo, que para esa política es solo una mercancía. Justo lo que prohíben las leyes. Todo lo cual en conjunto abona al retroceso, a un mundo sin perspectiva para el trabajo, que vuelve al modelo de “mando y obediencia”, a una irracional esclavitud moderna.

Salvo que volvamos a luchar por recuperar nuestros derechos universales y nacionales que nos arrebataron, y volvamos a ser ciudadanos plenos de derechos humanos, con dignidad y respeto, para hacer avanzar a la historia.  ■

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