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sábado, 27 abril, 2024
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■ Historia y Poder

Flora Martínez Bravo, 97 años y su legado incomparable

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Por: MIGUEL ÁNGEL AGUILAR •

Falleció una de las pintoras y dibujantes más distinguidas y rebeldes y dinámicas de un país como el que nos legó y de donde vino explicando todas las cosas que le acontecían en medio de guerras y epidemias, de travesías por el mar y de las eternas peregrinaciones que al interior del país arribaban con enseñanzas de otros mundos, otras culturas avasallantes, dolores y pesares, alegrías y canciones y sobre todo, el color, siempre su trazo, su inimaginable acontecimiento.

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Flora Marina Martínez Bravo, todo un prodigio de las artes plásticas, ella fue representante de la generación de pintores mexicanos que pasaron por todas las escuelas y dijeron, miren aquí estoy, estamos rompiendo las reglas y hay insólitos trazos, los cuadros más espectaculares, el asombro y la dinámica, ser perros para ver, ellas unas damas como nunca, como nadie, siempre bella, buena hija, tía inolvidable, cumplió y nos hizo ver a toda una generación, reconocernos en las muchas batallas diarias, apreciar los colores de la vida, la alta mexicanidad popular, los colores reales de un pueblo demasiado vívido y ejemplar en el mundo.

Su sobrino Eugenio nos tuvo al tanto, la soledad, la incomprensión, el azoro, el dolor de ver a su ser querido en un lapsus a la eternidad, luego de ello, recibir más de 15 cajas gigantes de sus archivos sagrados, miles de fotos, miles de postales de todo el mundo, dibujos a medio andar, trazos inolvidables de su cielo tan bendito y atraída por el coraje, la estima de sus padres y abuelos y bisabuelas y de toda una escalera donde los países se vieron en la afrenta; emigrar desde Italia y España y Holanda y arribar a un país que les prometía desde el Veracruz de las amplitudes la profundidad humana del trabajo honrado de los mexicanos, de los potosinos en particular, de la búsqueda incesante y sin duda alguna que su señor  padre, Don Eugenio Lizardi, fue quien se llevó a la familia y ganó las palmas, por haber sido un gran guía, amoroso, natural, insoslayable.

Recibir más de 15 cajas inmensas de sus archivos sagrados en mi zona santiagueña no deja de ser un acontecimiento de incalculable valor histórico, o sea, millares de postales de todo el mundo, dibujos y trazos de incalculable valor, su meticulosidad para arreciar con cualquier imagen, jamás había visto una colección tan prodigiosa de la imagen venerable de la Virgen de Guadalupe, cientos de fotos del siglo antepasado, libros de una riqueza visual apabullante, cartas entrañables y por el conducto de un cielo que las protegió y quiso que nuestros sentirás la intuyeran más a fondo y de eso se trata, el Chícharo, su sobrino, lo recalcó: “tu más que nadie sabe qué hacer con los archivos de mi tía”.

El plan maestro: hacer un fondo en el archivo histórico de San Luis Potosí y el Archivo Histórico de Zacatecas, dividiendo la curiosidad, ampliando esta experiencia de una mexicana nacida el 9 de julio de 1925 y apenas hace unas semanas, partir como una mujer valiente, dejar en claro que al haber posado para ella presidentes, artistas, científicos, poetas y humanistas y toda una laya o recua de inolvidables fue precisamente por su poderío en el dibujo, la maravilla de los colores bien armonizados, la matemática de la enjundia, el afán del angelismo, la resolución de las artes plásticas universales que le rinden homenaje a una mexicana avecindada en las glorias que se festejan como de buena suerte y legados perdurables.

Tuvo la oportunidad de que hace 16 años se le diera la beca principal que otorga el Gobierno de San Luis Potosí juntando las firmas y el refrendo de los mejores artistas pintores de una ciudad y estado que se jacta del señorío donde reina la fama, el dinero, los viajes, las biografías y doña Flora a sus 82 años recibió la más alta distinción que un pueblo pobre supo darse el lujo al saber de ella como la incomparable, la altiva, tan bella siempre, tan llena de luces, ejemplos reales de honestidad, creatividad sin límites, amor a la familia, la constancia, perseverar, ser ella, lo fue, lo es para siempre.

De todo le pasó, lo más insólito el cuidado y la correspondencia de su sobrino Eugenio Martínez Calvillo, quien supo atenderla y cuidarla y esmerarla y con también de toda una ciudad y familias que supieron de su hombría y paciencia para todos los sucesos tan difíciles y deslumbrantes, su carácter peleonero, su afán de justicia, sacrificar muchas cosas, empoderar otras, ser audaz y sin bronca alguna.

Los archivos de verdad siguen impresionándome, hay ocasiones que a las 4 de la mañana me despiertan las voces que esas cajas me reclaman las vea, imágenes de un mundo de verdad también muy bello, ternura, amor del bueno entre familias, la bondad, lo hiper realista, las hazañas de una familia pionera en el mimeógrafo, novelistas, cuentistas, fotógrafos, gran espiritualidad, raíces muy profundas en el sentimiento de ser para siempre del cansancio el regocijo, la lucha hasta el fin, hasta que se muera de tanta vida y de tanto destino tan glorioso que a doña Flora le tocó vivir y lo hizo valientemente.

El destino quiso que en más de una ocasión, y por cosas vertiginosas, fuéramos vecinos de verdad muy cercas: adiós a una gran mujer como nunca y como nadie, sabiendo que la vida es para sentirla intensamente y estar al corriente de que las despedidas son así, a veces solitarias, nunca estrujantes, acaso como una mujer mexicana fuera de todo sufrimiento a pesar de haberlo padecido y lo entendió, lo supo superar, nos supo dar entendimiento y lo más bello y profundo de su sentir de la vida, cuadros de una belleza realmente universal y ello, eso, se queda para siempre.

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