Mientras la gesta de las revoluciones y las sublevaciones inquietaban palacios y mansiones, la plebe atesoraba mendrugos y armas. Famosa en 1567 la Mulata Bárbola de Zamora quien echaba las cartas y era hechicera de grandes vuelos y dolor de cabeza de las autoridades. Ella siempre cumplía sus vaticinios. Uno de ellos: la emancipación de los indios a través de la rebelión y el conjuro a las ánimas solas.
Tan hermoso pueblo no puede ni debe olvidar sus episodios.
A lo largo de los siglos, Zacatecas tuvo sus cronistas que detallaron infinidad de aconteceres que le dieron un estilo muy peculiar de sus sufrimientos de cara al mundo.
Pero la tragedia ha sido siempre el común denominador que le depara futuro.
Desde el inicio de los tiempos grandes sequias devastaron la agricultura indígena dando pie a las emigraciones y a la pelea directa con las fieras más temibles.
Luego a la llegada de los conquistadores la barbarie se enseñoreó con espiral fragancia sangrienta y logrando sumar cientos de miles de muertes. Luego las epidemias y pandemias que hicieron desaparecieran centenares de miles de familias enteras.
Todo ello acumuló un poder civil que le forjó carácter y fiereza.
Las comadronas buscaban una cama limpia para las labores del parto, los médicos se aliaban con hechiceros en la búsqueda “de lo que dios ha dado” en la naturaleza para el bien del hombre, los aventureros españoles, italianos y portugueses invitaban a flamencos y alemanes a la búsqueda de tesoros inimaginables en las minas profundas y los éxodos del mundo arribaban a la agreste montaña de los zacatecos para invertir y no sucumbir.
Y la señora tragedia siempre con sus ojos mirones y saltones. Vendrá algún día una nueva época para todos de absoluto bienestar y paz y concordia. A que si. ■
