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miércoles, 15 mayo, 2024
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El tiempo histórico de José Revueltas (Quinta y última parte)

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Por: LEONEL CONTRERAS BETANCOURT •

  1. Cansado y con algunas ilusiones

Concluimos con esta parte la serie de colaboraciones que formaron parte del Curso seminario José Revueltas: historia, literatura y política, mismo que se ofreció en la Unidad UPN 321 los días del 19 al 22 de los corrientes.

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Cuando México arriba a la década de los sesentas Pepe Revueltas está por cumplir medio siglo de vida. La crisis del llamado milagro mexicano o desarrollo estabilizador lo encuentra si no viejo cronológicamente, si cansado. También se haya desencantado con el partido en el que militó y se formó políticamente y decepcionado por el rumbo que había tomado el socialismo en la URSS y los demás estados socialistas que devinieron en un estados burocráticos sin libertades y sin que el nuevo hombre se hiciera presente, libre y ajeno a todo tipo de alienación en la faz de la tierra.

Al morir al inicio de la siguiente década es cuando empieza el boom por la lectura de sus trabajos. Sus obras postreras habían sido escritas antes que las de Rulfo y Fuentes y como las de estos los lectores se inclinaron además por Cortázar, Vargas Llosa, Borges y Benedetti, autores todos ellos que en los sesentas y setentas formaron parte del boom latinoamericano y que tan buena acogida tuvieron en Europa y el mundo. A Revueltas se le comenzó a leer y conocer en mayor medida después de muerto cuando su paso por el movimiento del 68 y el papel que jugó en el mismo lo llevó a convertirlo en un ícono, en una leyenda no con el fulgor y popularidad de la del Che, pero leyenda al fin. Y sería entre los jóvenes en donde encontraría a la mayor parte de sus lectores.

Cuando irrumpen movimientos sociales de la importancia de la huelga de los ferrocarrileros liderada por Vallejo y Campa y el movimiento othonista del MRM en la Sección 9 del SNTE que como toda lucha contra el régimen seguramente vio con simpatía, era ya un escritor además de prolífico, consumado en el doble sentido de la palabra como bien lo menciona su biógrafo, Álvaro Ruíz Abreu, “había construido un mundo propio y original habitado sustancialmente por marginados, luchadores sociales, enfermos, prostitutas, hombres desesperados al borde del suicidio; y le había dado a la literatura mexicana de los años cuarenta y cincuenta un aire renovador, la certeza de que era posible escribir lejos del costumbrismo y del realismo heredado de la novela de la Revolución” (2014: p. 341).

También como escritor al innovar estilo y temáticas fue un revolucionario. La influencia de Dostoievski no podría ocultarse, aunque sus obras están lejos de la complejidad y profundidad y carga de subjetividad psicológica que el escritor ruso dotó a sus protagonistas. Nuestro Revueltas se ocupó también de los personajes del inframundo y expuso las manifestaciones del aspecto subterráneo de sus personajes, algunos de los cuales son biográficos y reales.

El propio Paz amigo en sus mocedades cuando se iniciaban como escritores y compañeros de ruta aunque con el tiempo sus caminos se hayan bifurcado, había visto en la prosa de Revueltas una esperanza de cambio en las letras mexicanas. Si bien sus vidas tomaron caminos distintos, los mantuvo unidos las utopías nostálgicas de la revolución y la esperanza de ver realidad una mejor sociedad más justa e igualitaria. Al imprimir a sus escritos un matiz religioso, paz llegó a escribir sobre un Revueltas que había pasado a mejor vida: “Los únicos pecados que confesó el materialista Revueltas fueron los del espíritu: dudas, negaciones, errores, mentiras piadosas. Al final se arrepintió e hizo la crítica de sus ideas y de los dogmas en que había creído” (Ruíz Abreu, op. cit. P. 471).

Y en efecto, cuando hace su aparición el movimiento estudiantil de 1968, Revueltas además de ser un escritor reconocido hecho y derecho tiene otra visión del mundo y del país que habitaba. Para entonces ya estaba clavado en las lecturas de y sobre Hegel y más que un militante y activista ha devenido en un crítico y en un francotirador más agudo de lo que antes era.

Dos años antes de su participación en el movimiento es un sujeto que ha llegado a la madurez y con ella a la desilusión política por las causas y metas no cumplidas aunque añorando las luchas de los años treinta del partido como ejemplo de pasión revolucionaria.

¿Cómo y de que vivía si casi nunca tuvo un empleo formal remunerado y sus ingresos aparte de los guiones cinematográficos y sus ingresos se reducían al dinero por el par de premios literarios y  regalías por sus crónicas y reportajes como reportero o corresponsal de periódicos? Revueltas fue un hombre poco terrenal. No representa precisamente el ejemplo del buen padre y marido desde la perspectiva de la moral cristiana, no obstante lo cristiano que era, pues aunque estaba consciente de sus obligaciones y deberes no siempre pudo económicamente cumplirlos. En 1966 su viejo amigo de andanzas en el cine y la literatura, el zacatecano Mauricio Magdaleno le dio un trabajo en la SEP.

Poco duró con este empleo pues no duró ni siquiera dos años, la vida que había llevado estaba muy alejada de la que se observa en una oficina, él estaba acostumbrado más bien al desorden, las carencias e incertidumbres. Su renuncia al empleo que le había ofrecido Magdaleno se debió a los cuestionamientos políticos de sus ex compañeros de la Liga Espartaco quienes lo criticaron por haber recibido del secretario de Educación el premio Villarrutia y el discurso que dio en la ceremonia de premiación en el que pedía al ministro le hiciera llegar al presidente, nada menos que a Díaz Ordaz, “mi saludo respetuoso y mi agradecimiento sincero” (Ruíz Abreu, op. cit. P.441). Aunque el talante represivo de Díaz Ordaz se haría presente un año después, sus ex camaradas izquierdistas no olvidaban que el poblano a quien Revueltas le dirigía loas había sido el Secretario de Gobernación en el gobierno de López Mateos y con este se había dado la represión al movimiento de los estudiantes politécnicos que llevó a cerrar el internado, la persecución de los médicos y el asesinato de Rubén Jaramillo. Sin duda, fue por eso es que los espartaquistas no le perdonaron las palabras finales de su discurso.

Ya en pleno movimiento recluido en un cubículo de Filosofía y letras de la UNAM en donde el escritorio le servía para escribir y como cama para dormir, Revueltas tomo un segundo aire revolucionario. Vio en la movilización de los estudiantes la oportunidad de contribuir a su educación política y que estos a su vez se ocuparan después de educar y politizar al pueblo para que luchara contra el régimen presidencialista y abonar con ello a la democratización de la vida nacional, así como buscar sacar a los mexicanos del estado de postración en que se encontraban.

Su labor fue la de desempeñar tareas que había hecho en los años románticos del comunismo en los que creció: la de agitador y propagandista a través de la redacción de volantes, manifiestos y escritos. En plena huelga propuso la autogestión académica y el autogobierno como formas en las que debería descansar la vida de la universidad. Andando a salto de Mata en uno de sus regresos de Cuernavaca en donde se había ido a vivir fue detenido y recluido en Lecumberri. Ahí escribiría El Apando, esa especie de cuento o novela, obra pequeña por su extensión pero que constituye una obra maestra. En ella llega a la conclusión que tanto presos se encuentran los que están en las cárceles purgando condenas como aquellos que de ellas viven con una conciencia enajenada. Como si su vida estuviera marcada por un destino trágico su primera novela (1941) y su última las escribió teniendo por motivo y como escenario en la cárcel (Ruíz Abreu, op. cit. p. 448).

Estas notas fueron escritas desde un plano muy general muy alejadas de las de un especialista de la vida y obra de José Revueltas. Las motivaron la empatía por  el personaje y admiración por el escritor; y así mismo como una invitación a quien no lo conozca lo lea y quienes lo han leído lo sigan haciendo. Su prosa barroca y confusa a veces, aunque por momentos la rige un pesimismo, como bien señala Cheron, no deja de ser un pesimismo ardiente, cargado de pasión. Revueltas fue un mexicano excepcional y complejo al grado de la fascinación que se distinguió por su rectitud y honradez intelectual, es el modelo del revolucionario consecuente con su credo ideológico y principios que resulta rarísimo ver en nuestros días. Los comunistas revolucionarios son seres en extinción. ■

 

Bibliografía utilizada.

Cheron, Phillipe, El árbol de oro. José Revueltas y el pesimismo ardiente, México, Era, 1915.

José Revueltas, Obra reunida, tomo 7, México, Era, 2014.

Negrín, Edith (Compiladora), Nocturno en que todo se oye, México, Era, 1999.

Ruíz Abreu, Álvaro, Los muros de la utopía, México, Ediciones cal y arena, 2014.

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