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martes, 7 mayo, 2024
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El nuevo rostro (emergente) de la derecha

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Por: MARCO ANTONIO TORRES INGUANZO • admin-zenda • Admin •

Presenciamos un ascenso de las derechas en el mundo, como si de un ciclo se tratara. Algunos autores les gustan las teorías del péndulo para explicar los cambios en las geometrías políticas. Por ejemplo, la idea de que las izquierdas sacan a porciones de la población de la pobreza y las llevan a los sectores de ingresos medios, y con ello, los intereses de estos cambian y terminan identificándose con las derechas. Así se justifica la mecánica del péndulo. Pero cualquier teoría de ‘mecánica social’ es poco verosímil. Más ahora cuando parece que no se trata de una derecha, sino de varias. Una fue la derecha que se identificó con el pensamiento liberal-darwinismo, y con él, la doctrina que pensaba que el comercio exterior es un factor esencial en el crecimiento económico, y por ello convirtieron en un dogma la propuesta de la desregulación de las fronteras en el intercambio de mercancías a través de tratados de libre comercio. Sin embargo, no aceptan la libre circulación de la mercancía que valoriza las mercancías: la fuerza de trabajo. Por ello, hacen libre comercio de productos mercantiles pero no de personas que quieren trabajo. Los flujos migratorios tienen su impulso principal en la diferencia salarial en los diferentes polos económicos: antes este- oeste, y ahora, sur-norte. Pero regulan al trabajo con la idea de conseguir ventajas absolutas en su uso: costos bajísimos del mismo y sin protección. Incluso, la situación de ‘indocumentados’ de los trabajadores migrantes les abarata más la fuerza de trabajo.

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Esta situación ha generado una desigualdad parecida a la que tuvimos al final del siglo 19. Podemos observar y hasta medir en la llamada “desigualdad funcional”, donde la participación de El Trabajo en comparación a la de El Capital en el PIB de los centros económicos más importantes del mundo, es muy baja para el trabajo. En México, para el trabajo, es sólo del 24 por ciento. Un escándalo. Esperaríamos que el péndulo empujara a la población hacia partidos que ofrecen políticas que apuntan a la igualdad, es decir, a la izquierda, pero no ocurre de esta manera. Así ocurriera si el comportamiento electoral se rigiera por cálculos racionales, pero no. Los electores están conducidos por pasiones básicas. Una muy estudiada (desde Hobbes) es el miedo. Esta pasión es poderosa para conducir el comportamiento político de la población. Y generalmente son las derechas las que hacen uso de ella. Así se manifiesta el emergente nacionalismo en el discurso de los políticos que quieren volver a instalar las rígidas fronteras entre los países. Estos mismos actores conservadores sacan más banderas, y todas son actos de discriminación: raciales, de género y, por supuesto, de nacionalidad. De esta manera sufren una contradicción básica, entre el liberalismo, con el que fundan los dogmas que los enriquece, y los valores democráticos de ese liberalismo, que se expresan en la promoción de los derechos civiles. Por tanto, esta derecha apunta a un liberalismo no-democrático. A los valores democráticos los empiezan a meter en un nuevo concepto demonizado: el populismo.

Es un término lo suficientemente ambiguo para poder manipularlo. Va desde reivindicaciones a la igualdad de derechos políticos y la participación universal, hasta el autoritarismo de liderazgos carismáticos (G. Germani); desde la convocatoria al pueblo contra las élites, hasta las extranjero-fobias que identifican a ese pueblo con la nación. La misma idea de “pueblo” es excesivamente nebulosa, va desde la nación, o los pobres, o a cierta clase. Una identidad homogénea que no tiene referente empírico. Y es tal la manipulación del término, que la derecha realiza también esas prácticas cuando cree que ‘la muchedumbre’ respaldará sus posturas, como el caso de las consultas que promueve para eliminar los derechos de las minorías. Elegir un término tan ambiguo para nombrar a sus adversarios, muestra la propia indefinición. Se muestra, pues, una derecha adquiriendo  un nuevo rostro. Ya no es la clásica derecha neoliberal que quiere mantener pequeño al Estado y centrada en la idea de que el mercado todo lo resolverá. Tampoco es la derecha que se identifica como liberal.

Hay autores que han hablado de política post-neoliberal porque han observado el uso que hacen las élites del Estado para salvar sus economías. Pero eso no las convierte en ‘post’, porque no usan al Estado para políticas redistributivas, sino lo utilizan justo para lo contrario. Por ello, no es ‘post’ lo adecuado, sino ‘hiper’: usan al Estado para sacar mayores ventajas absolutas. Así, es una derecha hiper-neoliberal que maneja hábilmente el miedo para conseguir consensos entorno a sus objetivos. ¿Cómo se armoniza la globalidad de mercados con los nacionalismos de duras fronteras? Responder a esta pregunta es dar con las claves del nuevo rostro de la derecha. De igual manera, repensar la noción de “populismo” puede aportar elementos identitarios de la izquierda que nace frente a esa derecha transformada. A “populismo” puede pasarle lo mismo que al término “democracia”; que a finales del siglo 19 fue también un vocablo peyorativo o denigrado, y ahora es justo lo contrario. Los fenómenos del fin de ciclo de la primavera latinoamericana, el avance de la derecha norteamericana y la europea, nos deben hacer pensar en aquello que da sentido y unidad a estos acontecimientos. Y que anuncian la emergencia de una nueva derecha, ahora percibida como monstruosa. ■

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