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sábado, 4 mayo, 2024
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Tortas japonesas

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Por: HERÓN EDUARDO DOMÍNGUEZ •

Pareciera ser para el llamado Circulo Rojo (sector social que incluye desde ciudadanos que leen regularmente periódicos hasta posgraduados de alguna école des hautes études) el triunfo electoral del futbolista Cuauhtémoc Blanco no resulta sino un botón de muestra de la vulgaridad ambiente, inducida por los medios masivos de comunicación, cuyo influjo posibilita la creación de falsas percepciones, tales como la certeza de ya no digamos un campeón goleador, en el último minuto, pueda salvar a una ciudad mediana del descenso, sino que un subnormal, y por encima analfabeta, sin otra condición que su buena facha sea capaz, “en quince minutos”, de sacar de su postración a un país tan desastrado como México.

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Y si bien para albergar tal creencia disponen, dichos ciudadanos,  no sólo de tela que cortar sino una floreciente industria textil; todo parece indicar el nutrido bosque no los deja ver el árbol.

Y es que los méritos del caso Blanco, bastante más que en el caso mismo radican en el contexto, incluida desde luego la alternativa; habida cuenta los modelos para triunfar en la vida asequibles a los jóvenes de las clases menos favorecidas y más fértiles de nuestra sociedad resultan hoy en día el antedicho Cuauhtémoc y el Mencho Oseguera, jefe de Cártel de Jalisco Nueva Generación, al que una súbita notoriedad ha impedido acaso adquirir una candidatura ganadora del Partido Verde, o tal vez del negro-amarillo.

***

Primero fueron organizaciones como Human Rights Watch, Amnistía Internacional, et al, que no merecieron siquiera una respuesta; seguirían el Papa, las Naciones Unidas, los antropólogos forenses, etcétera, y para rematar, durante la última semana, el Departamento de Estado de los Estados Unidos; manifestando todos ora su consternación, ora su constatación de la violación sistemática de los derechos humanos en México.

Como hicieran antes los gobiernos de Videla y Pinochet, según el sapo la pedrada reaccionó el gobierno de Peña emitiendo desde ominosas descalificaciones hasta una cordial invitación; y no sólo negando enfáticamente dicha violación, sino proclamando por todo lo alto la vigencia en su país de la democracia y el estado de derecho.

No sé ustedes; yo le creo al lic. Peña.■

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