La desarrollo histórico del Instituto de Ciencias en el siglo XX se publicó el 25 de octubre del presente año en la Jornada Zacatecas, en el artículo se aborda la promulgación del decreto 24 (16 de octubre de 1920) en el que se dispuso la creación de un Consejo de Educación, para entregar el Instituto con muebles, equipo y materiales de laboratorio y un subsidio de 25 mil pesos anuales… esta disposición colocaba a Zacatecas a la vanguardia en el movimiento hacia la Autonomía, aunque promovida por el Estado que se comprometía a proporcionar subsidio a la Institución, hasta que está pudiera contar con los recursos propios que le permitieran alcanzar “una vida autónoma”. El Decreto 24 fue derogado por el Decreto 266 promulgado el 3 de febrero de 1923.
Otro aspecto previamente tratado fue la publicación de un nuevo Plan de Estudios (16 de febrero de 1931), en cuyo primer artículo se anunciaba la creación del Colegio del Estado de Zacatecas, que albergaría en su seno una escuela secundaria, una preparatoria y las facultades que fuera posible sostener; para sustituir al Instituto, que ya no respondía a los reclamos sociales del momento. El 19 de mayo de 1932 mediante el Decreto 128 se establece que a partir de esa fecha el Instituto de Ciencias de Zacatecas sería la denominación que llevará el Colegio del Estado de Zacatecas.
Después de festejar la restitución del nombre a la Institución, maestros y alumnos se prepararon para recordar dignamente el Centenario de la fundación del plantel, para lo cual una comisión encabezada por el Ing. Escobedo y apoyada por la Sociedad de Alumnos dirigida por el joven José María Alvares, empezó a trabajar en la planeación, no obstante el cambio de director. El 21 de septiembre de 1932, el Lic. José Gumersindo del Hoyo Raigosa tomo posesión y continuó brindando su apoyo en la organización.
En la semana del 2 al 7 de noviembre del mismo año con eventos culturales, artísticos, científicos y sociales se conmemoró el centenario de la fundación. Entre las actividades sobresalieron los Juegos Florales, justa que por tercera vez se celebró en el estado, obteniendo la Flor Natural el Prof. Luis de la Fuente García, con el poema “Instituto de Ciencias”.
En marzo de 1933, al rendir su informe de gobierno, el Gral. Matías Ramos Santos, señaló que en materia educativa los recursos del Estado se aplicarían preferentemente a la instrucción primaria, por lo que suspendió las partidas destinadas al sostenimiento del ICZ, a pesar de continuar como un establecimiento oficial. La precariedad económica se enfrentó parcialmente con algunos apoyos indirectos, los fondos propios, pero sobre todo, con la solidaridad de los maestros, quienes impartían sus cátedras sin retribución alguna. La situación mejoró al siguiente año, cuando el Estado destinó una partida de 5 mil pesos y con la fusión de la Escuela Normal, lo que incremento los ingresos por el concepto de colegiaturas y demás derechos de la Institución.
Del 3 al 9 de junio de 1933, se llevó a cabo el segundo Congreso Local Estudiantil del que surge la Federación Estudiantil Zacatecana, al frente de la cual quedaron los jóvenes José Manuel Álvarez, Carlos Rubio Castorena y Faustino Ramírez, como Presidente y Vicepresidentes, respectivamente.
En julio de 1934, la Sociedad de Alumnos Socialistas del ICZ lanzó un manifiesto, en el se declara que: “conscientes de nuestra responsabilidad social y de nuestro destino histórico, nos adherimos colectivamente al movimiento revolucionario mexicano”, el que se consideraba “como un proceso de lucha social que combatía la existencia de un régimen minoritario de opresión, para crear otro de justicia social”, reafirmando su propósito de trabajar incansablemente por convertirse en líderes sociales “cuya máxima obligación sería servir a la Revolución, haciendo de la escuela el laboratorio del nuevo orden social”.
Después de una serie de aparentes disturbios en el ICZ que propiciaron que el 18 de septiembre de 1934, se publicara en el diario capitalino “La Prensa”, información calumniosa bajo el título “Contra la Libertad de Cátedra, Ametralladoras”. La falsa información causó descontento entre los ciudadanos zacatecanos, incluso en aquellos que se consideraban como “los más fervientes partidarios de las ideas más retrógradas”. Afirmaciones que seguramente influyeron en el ánimo de Cuauhtémoc Esparza –gobernador interino del Estado–, quien al recibir el informe de Ley, hizo la advertencia de que el gobierno a su cargo probablemente dictaría medidas de organización muy distintas a las existentes, paro lo cual se vería posiblemente en la necesidad de cerrar la Institución por un periodo corto de tiempo, lo que se hizo realidad el 15 de noviembre de 1934, al expedir el Decreto 120, que disponía la clausura del ICZ, para sustituirlo por una Escuela Politécnica.
En 1937, en el Presupuesto de Egresos del Estado, en el rubro Educación Pública apareció una partida destinada al ICZ, con lo cual la Administración del Gral. Félix Bañuelos ya contemplaba la reanudación de clases en dicho plantel. Sin previa derogación del Decreto que lo clausuró, se nombró director al Lic. Joaquín R. Garaycochea, quien de inmediato publicó un aviso, comunicando la apertura de la matrícula y la iniciación de los cursos para el primero de febrero.
A principios de 1939, el Lic. Garaycochea fue sustituido en la dirección del Instituto por el Dr. Agustín Díaz, quien además de preocuparse por la integración del Plan de Estudios, tomo en consideración algo que no se había considerado apropiadamente: el aspecto legal del funcionamiento de la Institución y el peligro de que los estudios realizados carecieran de validez en otras instituciones del país. Mientras se celebraba la apertura de los cursos correspondientes al ciclo escolar de 1939, el Dr. Díaz hizo del conocimiento de las autoridades la anomalía que se vivía, la alarma de la noticia género que se ordenara la suspensión de las clases, lo que se evitó mediante la promulgación del Decreto 226 del 6 de julio del año en curso con el que se restableció el ICZ. En la reapertura del Instituto, las autoridades y la dirección hicieron pública la creación del Servicio Social, definiéndolo como la acción orientada a mejorar las condiciones materiales, intelectuales y morales de la sociedad en que vivían. Acción que contravino la intensión de quienes pensaban que con la reapertura el Instituto se convertiría en una institución exclusiva de la clase privilegiada.
A lo anterior hay que agregar la disponibilidad del estudiante para hacer realidad la prestación del servicio social, debido a una mejor comprensión de la función social de las instituciones de educación superior, como lo expresó el joven Gerardo Borrego Suárez del Real, en un artículo publicado el 15 de junio de 1941, en el periódico “Voz Estudiantil”, con el título de “Nuestro Colegio y la Cultura”.
“Es indudable que en los ciento y más años que lleva de vida (el Colegio), ha sabido crear muchos individuos de valor, pero es en esta nueva etapa cuando ha cambiado con la obligación que todo centro educativo superior tiene frente a la sociedad a quien sirve, en el sentido de crear valores, y no reduciendo el grado de acción de sus alumnos, sino luchando para elevar el nivel cultural de la sociedad entera, esforzándose para crear el valor de ella”. Finalmente concluyó que el Colegio vivía el mejor momento, porque “ahora hay en él más cultura, ahora sirve más a la sociedad; ahora crea más valores; ha logrado su fin, se ha acercado a la ciudad, ha abandonado su hermetismo, en una palabra: sirve más”. Lo más positivo de todo fue, que a las palabras las respaldaron con hechos las brigadas de servicio social en diferentes municipios del Estado, a donde llevaron conocimientos, arte y salud.
¡Cuánto falta conocer sobre nuestra Máxima Casa de Estudios!
Esta ignorancia es la que ha permitido que se le menosprecie o que se tergiverse su historia.
Se parte de la Unidad Académica de Ciencia y Tecnología de la Luz y la Materia (LUMAT). Informes:
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1Docente Investigador de la Unidad Académica de Ciencia y Tecnología de la Luz y la Materia. LUMAT.
