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sábado, 4 mayo, 2024
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La bondadosa miseria mexicana

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Por: JOSÉ JUAN ESPINOSA ZÚÑIGA •

La Gualdra 252 / Opinión

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El fin del mundo es un tema permanente en la conciencia occidental. Durante siglos se ha escrito, hablado, pintado, sobre cómo y cuándo llegará un posible final para la humanidad. Claramente la idea está enraizada con ideas religiosas, construidas sobre todo durante la Edad Media. Un apocalipsis que era propio a expresiones ontológicas, tal parece hacerse realidad en sucesos materiales. Aunque homicidios, guerras, pobreza, son hechos que se han dado desde siempre, la violencia de nuestro tiempo es capaz de sorprendernos. Nunca antes estuvimos tan al tanto de los problemas, por lo que nunca antes fuimos tan egoístas. Como mérito de los medios de comunicación en la era de la tecnología, todos sabemos del poder del crimen organizado, de estudiantes asesinados, feminicidios con plena impunidad, homofobia ante la diversidad sexual, los ejemplos son muchos y desalentadores. Pero qué hacemos ante éstos.

¿En serio nos vamos a acostumbrar a las matanzas, a la censura de las ideas, a la paupérrima pobreza que se hace visible en cada esquina, en cada semáforo? No podemos ser bondadosos desde la comodidad de nuestro hogar. No digo que tomemos las armas y salgamos a matar a otros conciudadanos, así como han hecho los gobiernos con todos aquéllos con los que no concuerdan, sino que elaboremos estrategias para combatir los males que nos aquejan. Si bien la ética es uno de los discursos oficiales de esta república, defendido por una constitución que está próxima a cumplir sus cien años de vida, lo cual celebro, habrá que reconocer que los valores éticos del ciudadano están rebasados, o mejor dicho, dejados muy atrás por unos cuantos mexicanos que, tranzan para avanzar. Lo digo especialmente por nuestra inmortal clase política mexicana que se ha vuelto promotora y máxima representante del trinquete. El diálogo es el camino, y el cambio es el fin, pero se necesitan los esfuerzos conjuntos de interesados.

México está hambriento de civilidad. La ficción se ha quedado corta ante los innumerables atropellos a las garantías individuales. Lo ocurrido en Oaxaca es un episodio vergonzoso, no sólo para el gobierno y las distintas autoridades públicas que intervinieron en las represiones, sino para todos los mexicanos. Sí, es culpa de todos nosotros. Porque callamos, porque estamos conformes con sentir lástima por los marginados, porque hasta en la bondad somos miserables. Nuestro luto debiese ser permanente, además de honrarlo enderezando el camino. Desde el lugar donde estemos podemos contribuir a la armonía nacional. Hechos que parecen minúsculos, como el pasarnos un alto, dar o aceptar una mordida, tirar basura en la calle, nos desgastan, revirtiendo nuestra civilidad. Nos volvemos silvestres, bárbaros que nos reunimos a crucifixiones y matanzas de animales.

Nuestra experiencia histórica es reprimida por la ausencia de ideas, o cuando las hay, por los obstáculos en aplicarlas. Al paso que vamos se nos hará normal que se asesine a estudiantes y profesores, lo cual es más que preocupante, es aterrador. Estudiantes, académicos, políticos, homosexuales, heterosexuales, católicos, protestantes, musulmanes, ateos, caballeros de Colón, masones, activistas políticos, apartidistas, es decir, todos, debemos velar por nuestra seguridad, desde las trincheras de la ética, si gustan desde la moral, pero debemos actuar por la conservación de la especie. Con todo y que somos un montonazo de hombres y mujeres esparcidos a lo ancho y largo de este planeta, no podemos matarnos unos a otros violentamente como si fuera algo natural, la muerte vendrá a su tiempo, ¡qué prisa! Honremos la frase de aquel presidente del siglo XIX mexicano: “¡El respeto al derecho ajeno es la paz!”, o si quieren hagamos caso al humilde carpintero de Galilea y amémonos los unos a los otros. Hay esperanza, podemos cambiar.

Cosechemos las expresiones que reivindican al género humano, como las artes. Como alumnos estudiemos en pulir y acrecentar nuestro conocimiento, formándonos una actitud crítica ante las novedades del siglo. Como profesores, seamos mentores, compañeros de vida de los estudiantes, entendamos que la mayor labor del hombre es enseñar al que no sabe. El destino de este país no es el de la locura, ni el odio. México necesita gobernarse, pero desde el plano de la empatía. Los políticos no deben de ser nuestros enemigos. Ciertamente tienen la responsabilidad de proponer y hacer, de gobernar con humildad y rectitud. Si lo hicieran, todos los seguiríamos.

 

*Estudiante de la Maestría en Historia, UAZ.

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/252

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