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viernes, 17 mayo, 2024
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¿Quién dijo que eso es cultura?

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Por: CITLALY AGUILAR SÁNCHEZ •

  • Inercia

Con el inicio del denominado “Festival Cultural 2015” de nuestro estado se evidencian, principalmente, dos cosas: que el gobierno en turno no tiene idea del significado de la cultura, y que al pueblo poco le importa.

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La cartelera principal anuncia a cantantes populares, que lejos de ofrecer un evento artístico, son la epítome de la nostalgia, y a su vez, la metonimia de cómo esta gubernatura nos regresa cada vez, con mayor rapidez, a unas décadas en que su partido reinaba con imperativa decadencia. Sí, estos músicos, quienes en su mayoría aún pertenecen al sello televisivo más corrupto del país, con sus melodías sólo se encargarán de recordarnos lo aferrados que estamos al pasado y a su incuria.

 

¿Y el arte, pa’ cuándo?

Se podría pensar que, dado que nuestra entidad se encuentra en el segundo lugar, sólo por debajo del Distrito Federal, en cuanto a calidad y cantidad de museos, podríamos contar con una gran efervescencia en visitas a los mismos y un desmedido interés por el arte. Paradójicamente, quienes visitan estos recintos suelen ser los turistas. Conozco varios casos de personas que, después de vivir toda la vida en la capital (o al menos varias décadas) jamás han visitado uno, es más, ni al teleférico se han subido.

Los ojos, y la crítica, están puestos sobre todo en la cartelera de músicos que invadirán la Plaza de Armas en los siguientes días pero ¿y qué dicen del arte? ¿Cuántos serán los interesados en acudir a las presentaciones de libros, a las exposiciones de pintura o a la cineteca? Pese a que todos los eventos son gratuitos, el groso de la población prefiere amontonarse en los espectáculos masivos, aquellos en los que evidentemente lo que destaca es la cultura: la cultura de la indiferencia, de la evasión y del populismo.

Cierto es que la cultura es todo aquello que conformamos como población, desde los hábitos más recónditos, hasta los externos. Sí, también nuestros intereses en materia del arte y la sociedad dicen mucho de quiénes somos, de nuestra identidad.

¿Pero cómo insistir en invitar al pueblo a una exposición de pintura cuyos cuadros son incompresibles incluso para el que los pinta? ¿Cómo llevar a la generalidad de la colonia a la presentación de un libro cuyo autor está más interesado en la fama que en decir algo al público? ¿Cómo acercar a la gente al jazz cuando son mucho más accesibles las cumbias y la banda?

 

¿Y entonces qué? ¿Nos rendimos?

Sí, es lo más sencillo, rendirse y dejar que a esta población se la lleve la corriente, cual camarón dormido. Porque, al ver el panorama completo, la “culpa” de nuestra idea de cultura no sólo es responsabilidad del gobierno, sino del pueblo mismo, con todo y sus artistas.

Ese afán de decirse “conocedor de la cultura” y de tildar a la gente como “inculta” es también un cliché de lo más fútil, que por un lado no aporta nada y por otro no es más que una necesidad de llamar la atención o de querer sobresalir. Me parece aún más desgraciado aquel que se dice artista y ve a quienes no comprenden su “arte” como imbéciles, que aquellos que se reconocen incapaces de entender tal o cual obra.

En el arte como en la cultura, el conocimiento no va de la mano con el sobrevalorado intelectualismo. Se trata aquí de sensibilidad y de diálogo. Si a determinado grupo de personas les dice más una canción de Julión Álvarez que una de John Coltrane puede responder a una identidad cultural mucho más empática con el chapaneco.

Me parece que este “Festival Cultural” nos molesta porque nos hace ver que nuestra identidad cultural es incómoda y la farsa de que somos un pueblo con un exacerbado intelecto es ya insostenible. Estas fechas nos recuerdan que tanto en el estado cuanto en el país impera un gobierno que debe su poder a una cultura de intereses muy básicos: unos aferrados a la empatía de lo cursi y la pertenencia, otros empeñados en hacer mofa de eso para sentirse superiores.

La idea de arte que actualmente se nos ofrece es igual de nefasta que todo el sistema en el que se desenvuelve, pues se basa en un elitismo no menor que el de la corrupción política. Se trata de un arte vertical, que parece estar creado para un determinado público. Y por tanto, todo aquel que sostiene esta falacia no es menos ignorante que aquellos a los que juzga (lo cual es bastante común, sobre todo, en el ámbito académico o artístico de nuestro estado).

Si realmente queremos que nuestro territorio se empape de cultura dejemos atrás esa torpe pretensión de saber más que el otro, dejemos atrás la idea de que la cultura sólo está en grupos musicales de fama internacional, abandonemos el prejuicio de que el artista es un ser supremo y dialoguemos con nuestro pueblo, entreguémonos a entender a la gente, luchemos por que la empatía vertebre nuestro ideal del arte, por crear preguntas y respuestas, en eso consiste la verdadera cultura. ■

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