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lunes, 20 mayo, 2024
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Despedida para Édgar Hurtado Hernández en su anticipada partida

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Por: JOSÉ ENCISO CONTRERAS •

La Gualdra 580 / In memoriam Édgar Hurtado

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Reza el proverbio que la muerte y el amor son temas que no pasan de moda. Será porque en ocasiones se encuentran íntimamente ligados, como es el caso. Partes de la vida, médula de la humana existencia. Mas con esta reflexión no estoy pensando en justificar la partida del amigo y del colega. Una de las significaciones atribuidas al verbo resignar es “conformarse con las adversidades”; suele desearse casi en automático la pronta resignación a quien sobrevive al que se va. Se desea de buena fe, esperando el bienestar del deudo, pero pensándolo bien uno tiene derecho a no conformarse con el hecho aciago, y menos con la muerte del padre, hijo, hermano, amigo, colega o pareja. A manifestar que no me gusta que la gente muera antes de tiempo, es decir, antes de agotar el periodo que en buena lógica debe estarse en el mundo de los vivos y culminar, digamos que un ciclo más o menos completo, hablando en términos convencionales. No me parece justo partir sin terminar de beber completamente el agridulce vino en la copa de nuestra vida.

Educador vocacional, Édgar Hurtado no le decía que no a cualquier buen seminario que se le pusiera enfrente. Comentando, aportando, dialogando con ese talante tranquilo con el que anduvo por este mundo. El primero en llegar y el último en irse. Sus alumnos aún recuerdan sus enseñanzas y aprendieron de esa manera irónica de ver las cosas falsamente serias. Activista de la vida, deportista, organizó con entusiasmo adolescente y por amor al arte a los Caxcanes, inolvidable equipo de futbol americano que logró insólitamente contagiar a los universitarios zacatecanos, acostumbrados por décadas al soccer o al básquet, y llegó a conquistar títulos inéditos en la historia deportiva de la Universidad Autónoma de Zacatecas.

Édgar deja entre nosotros muchos recuerdos fraternos y entrañables. Experiencias de vida, fortaleza y testimonios de trabajo y lucha permanente. Junto con él y varios colegas más nos tocó vivir varias veces la laboriosa empresa de iniciar proyectos académicos exitosos, viables, vigorosos y de largo aliento en la UAZ, y todo eso tiene su explicación. Les contaré. Tras sesuda investigación doctoral, a finales de la primera década de este siglo, otro buen amigo mío me contó haber estudiado los muy mentados cuerpos académicos de la UAZ, entonces recientes en el sistema educativo superior mexicano. Concluyó que los más afortunados eran aquéllos que se conformaban a partir de relaciones interpersonales amistosas entre sus miembros. O sea, allí donde se habían gestado previamente, o se estaban gestando, lazos de solidaridad y colaboración fraterna. Cuando un cuerpo académico se construía desde arriba, tan solo por indicaciones de la SEP, es decir como un matrimonio por conveniencia y mal avenido, el conjunto difícilmente se consolidaba. El tiempo le ha dado la razón a aquella investigación. Porque no por designios de la autoridad surgieron los cuerpos académicos, y los grupos con tradiciones de investigación en los que se desenvolvió Édgar y muchos de nosotros. Antes que colegas éramos, somos, amigos. Mencionaba arriba el talante tranquilo de Édgar y lo traigo nuevamente a cuentas para reflexionar en que nunca lo vi realmente enojado. En momentos difíciles, coyunturas incómodas —que en la academia y en la UAZ vaya que los hay—, más bien lo recuerdo llamando a la calma cuando muchos de nosotros estábamos ya francamente cabreados. Ese temperamento, bálsamo de cordura, salva más situaciones que las que creemos.

Un grupo de colegas como el nuestro resistió así cualquier tormenta. Si llegaban tiempos malos, la nave, si bien crujía y se bamboleaba, estaba lo suficientemente bien calafateada para afrontarlos. No hubo temporal que lo echara a pique. Todo el mundo estuvo en sus puestos. Si el piloto se cansaba, la tripulación elegía otro sin problemas entre los demás camaradas. Llegado el caso de un naufragio, que los hubo, se podía construir en equipo otra nao nuevecita y más ligera aún. Quienes hemos vivido de la academia, sobre todo en las universidades públicas, seguramente saben de qué estoy hablando. Conocen lo que es no tener siempre un rector amistoso, sufrir carencias de espacio y aulas, falta de equipo o recursos para publicar, malas vibras y malas voluntades, por sólo citar algunos ejemplos. Sólo una tripulación fraterna puede sortear el temporal. Un académico así era Édgar, incansable, echao pa´lante. Nos lega toda una vida académica de contribuciones a la historia de Zacatecas y de México, a la formación de cientos de profesionales de la historia y de las ciencias sociales en la UAZ, tanto a nivel nacional como internacional.

Egresado de escuelas públicas, tuvo el privilegio de pasar por las aulas de Chapingo, las universidades autónomas de Aguascalientes y la de Zacatecas. Integrante de una amorosa familia entrañable que se hace querer irremediablemente. No era raro encontrarlo o verlo a lo lejos a él y sus hijos en motocicleta, recorrer las calzadas periféricas a la ciudad. Por cierto, reconozco que muchas de las facetas de la vida de Édgar nos las hemos perdido por no ser motociclistas, sino meros automovilistas aburridos. Cuántos paisajes y jornadas, horas y horas de la sosegada emoción de recorrer las rectas infinitas de una carretera perdida rumbo a Mazapil, es un decir. En fin, no se puede estar en todo, como intentó hacerlo Édgar.

Quiero manifestar finalmente a la doctora Mariana Terán y a Édgar y Teto, así como a las familias Terán y Hurtado, mi solidaridad afectuosa en estos momentos difíciles. Está demás decirles que cuentan con nosotros. Convengamos en que gente como Édgar no se va del todo y que seguiremos celebrando su feliz memoria con el entusiasmo y humanidad que nos deja como principal legado. Los abrazo.

 

 

 

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/lagualdra580

 

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