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sábado, 4 mayo, 2024
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Los derechos fundamentales (2)

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Por: Jorge Humberto De Haro Duarte • admin-zenda • Admin •

El derecho a la Pereza:

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Una de las más grandes pérdidas de la humanidad es la posibilidad del disfrute genuino, gratuito y voluntario de los logros derivados de su ingenio. El perfeccionamiento de los medios de producción y la continua aparición de tecnologías innovadoras, así como un desarrollo permanente del conocimiento bastan y sobran para permitir que cada ser humano en el planeta pueda satisfacer plenamente todas sus demandas primarias tales como el acceso al agua, la comida, vivienda, calor, atención; algunas secundarias como la información, la educación y la cultura, sistemas de salud, urbanización y servicios, así como otras más sofisticadas como el esparcimiento social, turismo, psicoalertación y sobreconsumo. Lo más maravilloso de esto es que todo lo anterior podría entrar en un sistema de mercado de intercambio social con tan solo una mínima aportación de trabajo comunitario voluntario y armónico. Sin embargo, al fragmentarse el planeta bajo límites geográficos económicos y con la aparición de la propiedad privada, algunos seres humanos bien avispados y perfectamente malintencionados se aprovecharon y aprovechan el conocimiento acumulado de la humanidad para secuestrarla y robar su albedrío. Los individuos humanos perdieron para siempre el derecho a vivir y navegar entre el ocio creador que genera la verdadera y divina libertad y hoy se arrastran cual gusanos, buscando rescatar el derecho a autoesclavizarse a un trabajo asalariado intenso que a duras penas le permite rescatar un sustento para vivir encadenados no solo a un sistema de explotación sino a la peor de las cadenas: las de la ignorancia.

¿Cuántos siglos habrán de pasar para que los seres libres se recuperen a sí mismos como individuos y como especie para bien de toda la biomasa que se reproduce y transforma en este acuoso planeta azul? La respuesta no es complicada: sólo a través de la pereza colectiva podría recuperarse la felicidad perdida de la humanidad y por añadidura, de todo ser viviente que para sobrevivir tiene que soportar las presiones de esta masa orata que anda suelta en todos los confines del mundo enrareciendo el aire que respiramos, el agua que bebemos y el suelo que nos nutre, todo como malditos Judas del postmodernismo: por la adquisición de una riqueza ficticia.

La solución hoy día podrían darla modelos que promuevan sistemáticamente las tasas negativas de crecimiento respaldadas por un universal reposar del cuerpo y el aceleramiento del pensamiento mítico, por no dejar. Lo único por hacer es experimentarlo y ver los resultados.

El Derecho a la Libre Prosa

Hoy día, resulta casi imposible expresarse con sencilla y sincera libertad sobre cualquier tópico que tenga que ver con el fomento del conocimiento o el rescate de las ideas sobre valores ancestrales; puesto que, salvo los canales de comunicación reconocidos por lo que se denomina la oficialidad,  no hay manera de expresarse con libertad para dar libre flujo a las ideas que de algo sirvan para enderezar este laberinto de confusiones derivado de la información oficial y comercial vía medios (radio, televisión, prensa escrita y “redes sociales”) donde lo único importante parece ser el escarnio y el linchamiento de aquellos individuos que compiten con su conocimiento ante personajes públicos establecidos y mantenidos por lo que se autodenomina “sistema”. La voz autorizada de los cortesanos –por no decir prostitutos- que sin cualidades visibles se hacen llamar comunicadores o artistas oficiales; que surgen, se establecen y posteriormente son inflados por los mismos seres obscuros que manejan y se manejan en los medios de lo que cínicamente denominan “comunicación”; donde hacen parecer aves del paraíso a los reptiles que trepan a niveles inusitados para arrojar ofensivamente a la sociedad sus falsos valores salpicados de hipocresía con tonitos tiernos y discursos ceceados; o de amenazas demenciales contra la humanidad por parte de macacos erigidos en reyes en la tierra de estúpidos. Por otra parte, observamos atónitos el linchamiento mediático –así se autonombran, debiera ser mediocrático- de los pocos seres luminosos que aún pululan en este mundo abatido por el oscurantismo, tratando de dejar, al menos, en los anales de este triste período que atraviesa la historia, testimonios de que no todo está perdido para la humanidad donde, como peores ejemplos, sus mejores referentes son las autodenominadas voces de opinión en México; tipejos de cuyo nombre no quiero ni acordarme pero que le tiran con todo, a través de sus mediocres programas sin imagen ni sustento, a todos los que no se arrastren -of course-, ante los designios del decadente sistema. La libre expresión de las ideas a través de una prosa fluida, lógica y libertaria es hoy en día sinónimo de pecado mortal y lo más triste del asunto es la condena, o peor aún, la falta de solidaridad (chin, ni modo, la palabra existe) y entendimiento de parte de aquellos que pudieran y debieran considerarse pares de quienes con o sin temor de su integridad personal y familiar se arriesgan para expresar por medio de las ideas, argumentos sustantivos que pueden transformar, al menos en parte, el incierto futuro que este presente tan “pasado” nos depara. ■

 

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