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miércoles, 8 mayo, 2024
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Las falsas soluciones de algún diputado y un ex-rector de pocas luces sobre la crisis de la UAZ

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Por: MARCO ANTONIO TORRES INGUANZO •

En los últimos días hemos leído una serie de propuestas para intervenir la crisis de la UAZ, por parte de una diversidad de actores, desde diputados locales hasta ex rectores. Y sorprende observar la ausencia de rigor con la cual hablan de calidad y mejoramiento académico. Cuando conozco una propuesta que pretende solucionar un problema, lo primero que hago es buscar el diagnóstico y evaluación desde dónde soportan la justificación de dicha propuesta. Pero en este caso no hay nada: meras ocurrencias. Por ejemplo, el caso de la propuesta de introducir nuevos requisitos para ser elegible como rector, nos preguntamos, ¿Cómo están diagnosticando el problema de la institución para que crean que esa propuesta es la solución? Si atendemos a las causas aducidas en diversos espacios de análisis, el deterioro se debe a tres factores asociados: supresión de la planeación institucional desde adentro, ausencia de política presupuestal interna que se refleja en la inexistencia de un reglamento de presupuestación, y abandono de un esquema de evaluación propio con aceptación acrítica de las políticas federales. A su vez, estos factores son reforzados porque los órganos colegiados de decisión están inactivos. Así las cosas, el deterioro de la conducción universitaria es debido a la desconexión entre la vida académica y la composición de la burocracia universitaria. Por ello, se generó una burocracia autonomizada a la manera de una Nomenklatura.

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Así las cosas, nos preguntamos, ¿cambiando los requisitos para elegir rector se soluciona el problema? ¡En lo absoluto! Tendríamos la misma crisis de conducción sólo que ahora con un rector con grado de doctor. Mientras no ataquemos las causas, el problema persistirá, aun cuando el rector fuera Einstein. Para volver a tejer la relación estrecha entre la vida académica y las formas de conducción, deberemos revivir los órganos de representación donde los académicos expresan sus preocupaciones y orienten a la institución. Creando mecanismos de planeación que partan desde los colectivos académicos hasta las instancias de ejecución, y reglamentando los ejercicios de presupuestación para evitar la actual arbitrariedad del gasto. Esto es, debemos analizar todo el esquema organizacional en el diseño e implementación de las políticas internas, para ver  exactamente dónde se interviene para reactivar una conducción eficaz en el cumplimiento de las metas. En una palabra, la solución está en reactivar la estructura organizacional del gobierno universitario, no en el perfil académico del rector.

Otra propuesta que ha circulado en los medios es la eliminación de la vida democrática de la institución: eliminar la votación como mecanismo de elección; con el viejísimo argumento de que hace falta orden, que las elecciones son costosas y que van contra la academia porque hacen perder tiempo y distraen a los actores del currículo de sus tareas esenciales. Pero la democracia es una forma de asegurar que el ejercicio del mando no destruya la libertad y pluralidad que le es esencial al desarrollo del pensamiento. Toda acción de mando supone valores, concepciones e intereses políticos, y si se lleva a cabo en formatos verticales, se pone en riesgo la diferencia y la libertad de pensamiento. Y eso si es esencial a la universidad. Por ello, la mejor manera de organizar el mando es en formatos colegiados, horizontales y dándole el poder a la propia comunidad universitaria. Esto es, si el problema es la desconexión entre burocracia y academia, las soluciones autoritarias equivale a ponerle gasolina a la hoguera. La salida autoritaria es la peor de las opciones: se le dota de mayor poder a la nomenklatura. Ergo, la auténtica solución es radicalizar y hacer efectiva la vida democrática en la universidad: hacer de las burocracias verdaderas instancias adjetivas y dotar de mecanismos de mando al tejido académico de base.

Otra propuesta zonza es la desincorporación de las preparatorias, “porque esa es la función del Estado”. Cuando las universidades asumen la competencia de brindar educación media superior, lo hacen justo para ofrecer modelos distintos a los oficiales-estatales. Y además, hay una falacia muy básica en su argumento: como está politizado el nivel medio superior y ha mostrado muy bajos niveles de aprovechamiento, mejor es desaparecerlo. Es como si al tener un órgano del cuerpo enfermo, la solución fuera eliminarlo y no mejor quitar la enfermedad del órgano. Es cierto que las preparatorias pasan por un momento canceroso, pero eso no elimina la legítima pretensión de la universidad de ofrecer bachillerato. Lo que debemos hacer es curar ese órgano.

Como podemos observar, se llevan propuestas a la legislatura y se promueven ‘soluciones’ en los medios de comunicación que no son tal cosa. Así pues, no son más que maneras disfrazadas de conseguir cierto posicionamiento político sin preocuparse de los problemas reales de la institución, o en algunos casos francas ocurrencias. Para aportar auténticos remedios, antes de proponer medidas de intervención, se debe exponer el diagnóstico de partida y sus evidencias empíricas. De otro modo, son disparates: flatus vocis. ■

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